Opinión | Pasado a limpio

Ven y lo entenderás

Si el Plan de Movilidad era necesario por las directrices de la UE contra la contaminación atmosférica, no cumplimos ninguno de los objetivos: los atascos se han multiplicado, los árboles talados no hacen la fotosíntesis, los cambios en la regulación de los semáforos aburren a los peatones, enervan a los automovilistas y se la traen floja a los usuarios del carril bici

Fotografía de Miguel Ángel Alcaraz Conesa.

Fotografía de Miguel Ángel Alcaraz Conesa.

Carlos Alcaraz vive momentos jamás imaginados, y no precisamente los de la gloria deportiva, que pudo soñarlos de pequeño. En esa carrera publicitaria que acompaña la celebridad, hay tan poco criterio como acierto. Hace unos meses, le oímos pregonar «Región de Murcia, ven y lo entenderás», como si el ser y el estar fueran incompatibles. La imagen de la fotografía fue tomada durante las obras de movilidad de la capital murciana, y representa lo ininteligible de la inversión más multimillonaria y más inútil que se haya visto en esta tierra.

Ven y lo entenderás… pero los que estamos, no lo entendemos: un plan aprobado por el PP que empieza a ejecutar por voluntad propia el PSOE, que no gobernaba en Murcia desde hacía veintiocho años. Sabiendo que la ciudad se iba a poner patas arriba unos meses antes de las elecciones municipales, parece más un ejercicio suicida, como el comando de La vida de Brian que, después de poner en fuga a los romanos, representa un suicidio colectivo al pie de los crucificados.

Puede ser discutible que el PSOE sea ecologista, pero nadie negará cierta predisposición… y, sin embargo, el plan ha talado árboles en muchas calles. La mayoría de ellos tenían más años que la sequía electoral del PSOE en Murcia. Es sabido que los árboles reducen la contaminación, porque producen oxígeno a partir del dióxido de carbono, pero también absorben el monóxido de carbono y los óxidos de nitrógeno y azufre, así como el níquel, el cadmio y el plomo. Pues habría que explicárselo a algunos hombres tristes que nunca leyeron a Astérix ni saben de Idéfix, el perrito de Obélix.

La mejor campaña electoral del PP la hizo el PSOE soliviantando al electorado. Si el plan era necesario por las directrices de la UE contra la contaminación atmosférica en las ciudades, no cumplimos ninguno de los objetivos: los atascos se han multiplicado, los árboles talados no hacen la fotosíntesis, los cambios en la regulación de los semáforos aburren a los peatones, enervan a los automovilistas y se la traen floja a los usuarios del carril bici. Los vecinos del barrio del Carmen se dividen entre los que quieren que no haya tráfico y los que prefieren que haya circulación y aparcamientos para la vida comercial.

No es cuestión de gustos y colores. Los aparcamientos disuasorios inexistentes o distantes no sirven de nada sin una red bien organizada de transporte público, y no es este un capítulo para enorgullecerse. El transporte urbano no ha mejorado al de hace cincuenta años, y los ciudadanos de las pedanías pueden dar datos y cifras para aburrir. Es mucho más caro y tiene menos frecuencias, cuando las tiene. Hay pedanías que no tienen autobús los fines de semana o tienen unos horarios incompatibles con la jornada laboral; las paradas se sitúan en lugares impresentables, porque están al lado de las basuras, porque no tienen ni una triste marquesina o porque no están accesibles a todos los ciudadanos. El horario del último autobús es incompatible con los festejos y los eventos culturales que tanto señalan los prebostes como signos de identidad de la ‘murcianía’. 

En definitiva, es el factor más evidente de discriminación de los habitantes del municipio, que claramente posterga a los de pedanías a una segunda o ulterior categoría. 

¡Haya consuelo! El desastre es extensible a toda la Región. Precisamente, las fiestas de estos días lo hacen más patente: es imposible ir o regresar en transporte público a otras localidades para disfrutar de las procesiones, tamborradas o, por ejemplo, los desfiles bíblico-pasionales lorquinos, en los que el presidente López Miras luce como el emperador Teodosio antes de dividir su imperio.

Aprendimos en Geometría que la línea recta es la distancia más corta entre dos puntos. Por eso, los trazados para la circulación de vehículos de motor se han convertido en un laberinto, quebrando las líneas rectas entre dos ubicaciones dentro del casco urbano para convertirlas en un galimatías. Eso no hace más rápida la circulación. 

Los semáforos se han multiplicado como los panes y los peces; las señales luminosas para vehículos con y sin motor, autobuses, tranvías y mosquitos, parecen una feria más destinada a la confusión que a la racionalidad. Los aledaños del Hospital Reina Sofía son el paradigma del plan: hacen falta cuatro policías municipales para explicar a los conductores un bucle imposible de descifrar para una persona de inteligencia superior a la media.

Presumimos de ser la séptima ciudad de España, pero no es cierto. Somos el séptimo municipio. Para ser una ciudad hace falta un salto cualitativo. Para empezar, no menospreciar a más del 60 % de la ciudadanía, que tiene necesariamente que venir a la capital a trabajar, comprar, hacer gestiones administrativas o asistir a espectáculos culturales y folclóricos. 

Para ellos, el plan de movilidad es un despilfarro impúdico de dinero, mientras las pedanías adolecen de falta de los servicios más elementales.

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