Opinión | Las fuerzas del mal

A lo grande

No sé qué pasará mañana

Pedro Sánchez junto a su esposa, Begoña Gómez.

Pedro Sánchez junto a su esposa, Begoña Gómez. / Álex Cámara - Europa Press

Nos vamos a hartar, si no lo estamos ya, de leer opiniones sobre la inminente decisión (mañana, qué nervios) de Pedro Sánchez, pero me van a permitir una más, dado que fui sanchista de primera hora y portero de noche en la ya mítica manija de su cuenta de X, antes Twitter. El miércoles fue para muchos periodistas, y sobre todo columnistas, la noche de los folios rotos. Sé lo que se siente, porque he estado ahí, pero con un artículo hablando humorísticamente de Kate Middleton, enviado a tiempo y luego apagando el móvil para enterarme, horas después, que a la misma hora que yo enviaba el artículo ella anunciaba que tenía un cáncer.

Lo que ha generado ha después sido un río de tinta solo comparable con el que manó tras el 23F, y posiblemente mucho más si le sumamos los bytes generados. No sé la equivalencia de una tinta por byte, pero tiene que andar por los 512 kB por litro. Desde el miércoles hemos visto el documento de la denuncia, que si lo hubiera presentado en mis tiempos de estudiante de Derecho Penal habría sido condenado a un septiembre eterno por el mítico Gerardo Landrove, catedrático de la UMU, y de su inexplicable admisión por el juez, no solo porque no hay por donde cogerlo, sino que, además, hay jurisprudencia del Supremo en contra de ese tipo de fundamentaciones hechas de recortes de periódicos. Esto no es una crítica a la judicatura en general, pero sí al método de este juez en particular. También hemos visto los apoyos fuera del PSOE, los activos y los perifrásticos incidiendo, como los jubilados y las señoras de mayor edad en las colas de la carnicería, que hay que ver que mal pero que eso les recordaba que no era nada porque ellos lo pasaron mucho peor y no se quejaron tanto, esta juventud no tiene aguante, y las reacciones del PP, que no vamos a comentar, porque ¿para qué?

Tiene que ser agotador ser rival de Pedro Sánchez y haberlo dado por muerto tantas veces, que ahí sigue, entiendo que igual de agotador que ser Pedro Sánchez convertido en perro, pero es que iba a ser difícil que el, por ahora, único presidente del Gobierno tras el 78 que ha accedido al cargo a través de una moción de censura, derrotando en el hemiciclo a un bolso que representaba a Mariano Rajoy, tuviera una legislatura tranquila, y ha tenido tres accidentadas, para él y para todos. A una pandemia, una guerra, una crisis en Oriente Medio, un volcán, una subida de la energía que ha disparado la inflación y una oposición feroz e implacable que le ha negado toda legitimidad, ha contestado con el desempleo y la tasa de temporalidad más baja desde 1990 y ha sido motor de cambio en Europa, fondos de recuperación, excepción ibérica y Next Generation, culminando una presidencia española en Europa en Granada, en el palacio de Carlos V y con protocolo imperial, y con el primer Gobierno de coalición desde la República, a presupuesto por año. Entre otros muchos aciertos y fallos.

No sé que pasará mañana. Posiblemente se quede, o quizás se vaya y dé paso a la primera presidenta del Gobierno de España en su historia. Y si lo hace así se ha ido como vino, hizo y se fue. A lo grande.

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