Opinión | El prisma

¿Son imparciales los medios públicos? / El personal se chupa el dedo

Lo que realmente merece la pena es atreverse a reformar un sistema informativo corrupto y antidemocrático, dotándolo de mecanismos de control capaces de garantizar la imparcialidad de los mensajes transmitidos por medios de propiedad pública

Una cuestión irresoluta desde la supuestamente modélica Transición es la de las garantías que deberían tener los ciudadanos de que los medios de propiedad pública ofrezcan información veraz, sin sesgos y lo más objetiva posible. El modelo a nivel europeo y dizque mundial es el de la BBC, modelo que, a pesar de todo, tiene fallos del sistema y suscita alguna polémica de tanto en tanto sobre su imparcialidad.

Son esos casos puntuales que agitan de cuando en cuando la vida política británica. Pero es generalmente admitido que, mientras no se demuestre lo contrario, las formas de la BBC pueden servir de modelo a muchos otros medios públicos. E incluso privado, aunque en este terreno también es sabido que las leyes del mercado, es decir, el deseo de los propietarios, se imponen sobre las voluntades profesionales de quienes trabajan en la información/comunicación.

Fijados los parámetros, da grima contemplar lo que pasa en los medios públicos de otros países. En España, por ejemplo, sin ir más lejos. Y dentro de los numerosos medios públicos es de resaltar las políticas informativas clamorosamente partidistas de la mayoría de las televisiones autonómicas; por no decir de todas.

Como los mejores ejemplos son los cercanos, no cabe otra que referirse a la egregia televisión autonómica de la Región de Murcia, conocida como La7 RM, cuya trayectoria de política informativa sería posiblemente elogiada por el mismísimo Paul Joseph Goebbels, apóstol de la libertad de prensa como todo el mundo sabe.

Desde sus inicios, ese ente público murciano que engloba a La7 RM y a Onda Regional ha mantenido esas dos partes bien diferenciadas y solamente unidas por la presidencia, nominal a nivel televisivo y ejerciente en el campo radiofónico. De forma y manera que la emisora radiofónica ha mantenido una cierta dignidad, a pesar de que las dos últimas presidencias fueron ejercidas por ágrafos empeñados en dejar su personal sello organizativo en ‘la Onda’, a mayor gloria de su propio ego y del sus amiguetes.

La7 fue otra cosa desde el principio. Exagerando la tendencia común a todas las televisiones autonómicas, pronto fue conocida en aquel entonces como ‘teleValcárcel’, como después podía haber sido llamada ‘teleGarre’, ‘telePAS’ y ahora ‘teleMiras’. El nivel de servilismo propagandístico a los sucesivos presidentes y sus ejecutivos ha sido de libro gracias a los desmanes de los cancerberos concesionarios del ‘servicio’, a los que los sucesivos presidentes del Ente Público no decían más que amén Jesús.

Efectivamente: mal de muchos, consuelo de tontos, como se podría pensar visto el panorama general de las goebbelianas televisiones autonómicas españolas. Pero como algunos no se acaban de consolar y siguen creyendo que las cosas se pueden mejorar, las miradas se vuelven a la estructura de la BBC, frente a quienes opinan que, puesto que nuestro modelo es obvio que no funciona, mejor sería suprimir los medios públicos y a otra cosa mariposa.

Eso sería lo fácil. Lo difícil, y lo que realmente merece la pena, es atreverse a reformar un sistema informativo corrupto y antidemocrático dotándolo de mecanismos de control operativos y capaces de garantizar a los ciudadanos la imparcialidad de los mensajes transmitidos por medios de propiedad pública.

A añadir sería la supresión de tantos programas no informativos en cuya chabacanería y catetismo rivalizan la mayoría de televisiones autonómicas con algunas privadas y dan casi tanta vergüenza ajena como la omnipresencia en los informativos del baranda de turno y los miembros de todo nivel de su gobierno. Con el nombramiento para presidir el Ente Público de RTVM de otro ágrafo, exconsejero de Presidencia y Presidente de Honor del ‘reinvindicativo’ Colegio de Periodistas, se riza el rizo. El hombre tiene como lema en su cuenta de X: «Creo en la libertad de expresión y en la necesidad de defenderla. Disiento, luego existo». Muy imparcial, aparentemente. El personal se chupa el dedo.

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