Cunicultura

La producción de carne de conejo cae más del 50% en cinco años en la Región

La falta de modernización de las explotaciones, que no pueden competir con las del norte de España, provoca la pérdida de músculo ganadero

El pasado diciembre cerró otra empresa más en Lorca

La producción de carne de conejo cae más del 50% en cinco años en la Región

La producción de carne de conejo cae más del 50% en cinco años en la Región / jose antonio sánchez

Jose Antonio Sánchez

Jose Antonio Sánchez

La carne de conejo tiene un gran valor por sus proteínas. Tanto desde el punto de vista de su cantidad, que es superior al de la media del grupo de carnes, como por su calidad. Aunque la musculatura del animal vivo contiene una pequeña cantidad de hidratos de carbono, se destruyen en los procesos postmórtem, de forma que la carne de liebre no contiene hidratos de carbono.

Es fuente de vitaminas del grupo B y destaca por su aporte de minerales como el hierro y el cinc de alta biodisponibilidad, así como por su bajo contenido en sodio, que junto con el considerable aporte de potasio, otorga a esta carne un papel positivo en la prevención y control de la hipertensión. Además, el hecho de que el conejo tenga tan poca grasa y su carne sea de fácil digestión, hace que su consumo sea muy adecuado para personas con un aparato digestivo delicado.

Beneficios que dicen que hay que comer carne de conejo. Pero la realidad es que cae, año tras año, en picado. Incluso en zonas de consumo tradicionales como la Región de Murcia. De consumo y producción. De las 1.167 granjas cunícolas activas en España, 24 están en la Región y Carlos Esparcia, secretario de Ganadería de la Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos (UPA) en Murcia se lamenta de una situación de la que llevan avisando mucho tiempo: «Llevamos años diciendo que se acaba y la última que lo dejó fue a finales del año pasado una que había en Lorca».

El consumo ha caído hasta los 0,75 kilos al año per cápita, menos de la mitad de lo que se comía hace 20 años

Respecto al consumo de conejo, se ha desplomado tanto que en los últimos 20 años ha pasado de más de kilo y medio por persona al año a un consumo per cápita de 0,75 kilos al año. Datos que, obviamente, se traducen a una menor producción. Para Esparcia, sustentado en muchos factores: «En primer lugar, ha habido una deslocalización. La carne de conejo ha estado muy localizada en el Levante. Pero ahora, Galicia, que no es zona consumidora, al amparo de ayudas públicas que incentivaron la instalación de producciones cunícolas, se ha hecho referencia».

Ejemplares de conejos.

Ejemplares de conejos. / L.O.

«Al ser explotaciones más modernas tienen unos menores costes de producción. Aquí esos costes son mayores y las que no se pueden modernizar son las que más están sufriendo, por lo que la situación es tremendamente compleja», añade el secretario de ganadería de UPA. Esta organización profesional gestiona la Agrupación de Defensa Sanitaria que aglutina, apunta, «casi al 100%» de las explotaciones que aguantan, pero que no pueden poner un dique de contención al número de gazapos que sacan al año. En 2018 la cifra era de 616.432. La de 2023 es de 292.444. Más de 50% de reducción en solo cinco años.

Se come menos conejo. La producción baja y la respuesta es rápida y es sencilla: tensión en los precios. «Se han juntado varios factores: bajada del consumo, pandemia y crisis con los cereales por la guerra en Ucrania, lo que ha encarecido los bienes de producción», dice Esparcia, que aunque no considere que sea un factor determinante, cree que la percepción social de este animal, que es mascota en muchos hogares, puede estar vinculado con el descenso del consumo.

Pérdida de hábitos

Un factor que es claramente determinante es su preparación. En cualquier supermercado hay productos de preparación rápida. Platos precocinados. Congelados para hacer de una forma instantánea. Al horno. Con formatos dispuestos para la moda de las airfryer. Compra, corre y come. Una aceleración que, aunque suene a puro sarcasmo, no va con el conejo. Necesita tiempo, no es un producto de fácil preparación, por lo que no se ha adaptado a los hábitos de los consumidores.

La Organización Interprofesional para Impulsar el Sector Cunícola (Intercun), tiene en su página web 10 recetas sencillas. Son elaboraciones más modernas respecto a las tradicionales de la Región, pero todas ellas requieren de un tiempo que penaliza su vinculación con las generaciones más jóvenes, cuestión que reconocen en los distintos estudios sobre el consumo de esta carne.

Esta carne no tiene una fácil preparación, lo que se ha convertido en un hándicap para la población más joven

Más de 14 kilos al año de consumo de productos de charcutería por persona. 13,7 kilos de carne de ave. 8 kilos de porcino, 5 kilos de vacuno y menos de un kilo de carne de conejo. Una realidad que los productores relatan con pesar, porque ven cómo el negocio camina hacia la extinción, al menos en la Región de Murcia. A lo que hay que sumar, según UPA Murcia, los pocos apoyos que están establecidos desde las esferas públicas y que no mitigan ni la situación de la producción ni del consumo.

Nuevos productores que mantienen la apuesta por la ganadería cunícola

Constantin Prisacaru es un joven ganadero. Tiene 34 años y desde 2020 dirige su propia explotación. Trabajó en el sector desde 2010. Fue en una granja más vieja y su jefe montó otra más moderna. Entró en el negocio al 50% hasta la crisis de precios de 2014. En ese momento se dejó la granja y se montó en los camiones. Condujo durante unos años hasta que, cuando llegó la pandemia, repensó su futuro profesional. Apostó para montárselo por su cuenta y la granja más moderna del que había sido su empleador, que estaba cerrada, era su mejor oportunidad. Dio el paso y la alquiló.

«Tengo alquiladas las naves, pero los animales sí que son míos. Aquí empecé de cero, con pocos conejos hasta que criaron y ahora tengo 3.000 madres», relata Constantin. Cerraron la granja porque el hijo del dueño no quería mantener el negocio, lo que evidencia el problema del relevo generacional. Vio su oportunidad y la aprovechó

. Aunque sus ganas no pueden con la realidad de un sector en descenso por la bajada de los precios y los aumentos de los costes: «Los precios han perjudicado porque bajan mucho y al final no te puedes defender. El precio del pienso ahora es mucho más alto y a veces trabajas para mantener vivo el negocio pero sin ganancias. Eso se puede aguantar un tiempo, pero al final te cansas».

Sin ayudas

Un sector que «no ha evolucionado nada» y que apenas dispone de ayudas. «Cuando empezó la guerra de Ucrania y subieron los precios hubo una ayuda pero luego en la renta te la quitan y no hay subvenciones para modernizar las granjas», explica.

Sí reconoce que hubo una para la renovación de material y modernización en 2021 que solicitó, pero que no le sirvió de nada ni a él ni a otros productores que conoce. «Solicité la ayuda y me la aceptaron. Pero el problema es que tardaron un año para decidir si me la daban y cuando me la aprobaron solo quedaban tres meses para montarlo todo. No puedo aprovechar la subvención porque no había tiempo para que ninguna empresa realizase los trabajos. Todos renunciaron a la subvención porque no había plazo».

Pese a la situación, está ilusionado y quiere seguir en la profesión. Eso sí, con un análisis sosegado y si los precios lo permiten. «Por mí sí, pero hay que ver cómo está el mercado. Si bajan mucho los precios como pasó entre 2014 y 2018… Yo tengo que pagar un alquiler porque la granja no es mía. Si no tienes ganancias hay que dar otro giro. Y sí que lo pienso para largo plazo, pero faltan muchas cosas», sentencia Constantin.

La plaga que asoló los campos y que contrasta con su baja explotación

Una superpoblación sin precedentes. Es lo que ocurrió en la primera de 2023 cuando los agricultores de la huerta y campos de la Región veían cómo las madrigueras partían las calles de los cultivos. Provocaron pérdidas en las cosechas porque se comían los frutos, además de romper las conducciones de los riegos por goteo. Muchos optaron por poner cubos de agua para evitar que mordisquearan los plásticos, así como por proteger los árboles para evitar la ‘desaparición’ del producto. Y no solo de la fruta, también de las hojas más bajas, de las ramas e, incluso, de las cortezas de los árboles de cítricos.

En el caso de que los conejos tocasen la base de los árboles, llegaron a provocar no solo las pérdidas de las ramas muertas, es que algunos árboles acabaron muriendo porque rompían la circulación de la savia. Se extendió, además de la población del animal, la creencia entre los agricultores de que estos conejos eran ‘híbridos’.

Una mezcla entre los conejos silvestres con conejos domésticos, lo que les hacían más grandes, más rápidos, más voraces y con una reproducción mayor. Investigadores del Instituto de Investigación en Recursos Cinegéticos (IREC) calificaron de «poco probable» esa mezcla entre silvestre y doméstico. Sí que hay mezcla entre las subespecies silvestres que copan, por un lado la mitad sur de la península y, por otro, la mitad norte.

El conejo del sur es algo más pequeño y suele agruparse en círculos reducidos, mientras que el del norte es más grande y vive en grupos más abiertos, lo que ha beneficiado para su recuperación de algunas enfermedades endogámicas que sí son más comunes en la subespecie de la mitad sur de la península.