Opinión | El que avisa no es traidor

Israel - Palestina: catorce varas de medir

Netanyahu y la extrema derecha israelí se relamen: tienen conflicto creciente para rato. Y sillón mientras dure. Sobre todo mientras su ‘pueblo elegido’ siga gozando de la mejor vara de medir de las catorce que el mundo desarrollado usa a conveniencia... de sus amigos

Edificios destruidos por bombardeos israelíes en Jan Yunis, en la Franja de Gaza.

Edificios destruidos por bombardeos israelíes en Jan Yunis, en la Franja de Gaza. / EP

De nuevo, el ataque de Irán contra Israel solo confirma una cosa: la indulgencia hacia el Estado judío con que el mundo desarrollado en general, Estados Unido y Europa, en particular, contemplan las situaciones en el oriente mediterráneo. Las duras reacciones contra el régimen de los ayatolás superan en mucho, si en términos proporcionales hay que ponerlo, a las habidas contra el cuasi genocidio que el Gobierno de Benjamin Netanyahu perpetra en Gaza.

Los anatemas contra Teherán rayan lo inaudito: Biden propuso convocar el G-7 para «coordinar una respuesta» y la presidenta de la UE, la conservadora alemana Ursula von der Leyen condenó en nombre de los ‘líderes del G-7’ el ataque de Irán contra Israel con un tweet tan sin precedentes, como el ataque iraní a territorio israelí.

El cinismo invade el campo diplomático, pero el lenguaje es revelador. El también conservador, actual secretario del Foreign Office y expremier británico, David Cameron, tampoco se cortó un pelo al destacar «el papel agresor de Irán». No se recuerda ni a Von der Leyen ni al responsable de Exteriores de Rishi Sunak condenando en parecidos términos lo que ocurre en Gaza y Cisjordania desde el 8 de octubre.

En esa línea de utilizar cuantas varas de medir sean necesarias, aunque fueran catorce, tratándose de Israel, los dirigentes del mundo desarrollado piden y vuelven a pedir ‘contención’ a Israel, pues se supone que es a quien toca mover ficha. Ni una palabra sobre el bombardeo israelí del consulado iraní en Siria, que mató, entre otros, a los dos comandantes en jefe de la fuerza Al Qods, élite para operaciones internacionales de los Guardianes de la Revolución (Pasdaran) iraníes.

Ni una palabra, tampoco, sobre el principio de extraterritorialidad que protege a todas, todas, las legaciones diplomáticas en el extranjero. Es decir, Israel atacó el 1 de abril territorio iraní, cual era y es la sede de su embajada y consulado. Ese principio, por cierto, fue más que invocado en el mundo desarrollado cuando el 8 de abril el ejército ecuatoriano asaltó la embajada de México en Quito para detener al opositor Jorge Glas, allí refugiado.

Aparte de que, aunque el chiste sea trágico, el ataque iraní a Israel pareció durante días la guerra de Gila -«Oiga, ¿está el enemigo? ¡Que se ponga!»-, la petición de ‘contención’ a Netanyahu es de vergüenza ajena. Israel, y mucho menos su actual primer ministro, nunca se ha contenido a la hora no ya de responder a ataques árabes o iraníes, sino también de actuar en defensa de los que considera sus intereses estratégicos.

No lo hizo, pongamos por caso, el último día de septiembre de 1980, cuando, apenas iniciada la guerra de ocho años entre Irán e Irak, cazabombarderos israelíes atacaron el recién acabado reactor nuclear iraquí Osirak, instalado a 17 kilómetros del centro de Bagdad. Tampoco se contuvo nueve meses después, cuando volvió a bombardear esa instalación porque el primer ataque no la destruyó totalmente y estaba siendo reconstruida. Estos son solo dos casos lejanos de una lista de cientos.

Nota al margen, y no anecdótica: Israel tiene la ‘bomba’ probablemente desde finales de los 60 del siglo pasado, según la OIEA, y se niega a firmar el Tratado de No Proliferación Nuclear (NPT), aduciendo razones de seguridad nacional.

Las mismas que probablemente invocará para responder al largamente esperado por publicitado ataque iraní, neutralizado con ayuda de Estados Unidos, Reino Unido y Jordania. Por mucho que Teherán asegure que no quiere agravar el conflicto, Washington ya ha desbloqueado ayuda militar a Israel y los aliados occidentales tapan mediáticamente las matanzas y destrucción en Gaza con sus condenas a Irán. Netanyahu y la extrema derecha israelí se relamen: tienen conflicto creciente para rato. Y sillón mientras dure. Sobre todo mientras su ‘pueblo elegido’ siga gozando de la mejor vara de medir de las catorce que el mundo desarrollado usa a conveniencia... de sus amigos.

Suscríbete para seguir leyendo