Opinión | El retrovisor

Ocurrencias

En estos años de sanchismo han habido varias y sonadas ocurrencias: no contamines, no comas carne, cómprate un coche eléctrico, no trabajes mucho, no te diviertas... mientras, la casta se da a todo aquello que quieren prohibir a los demás

Perico Chicote en ‘El Cornijal’ de La Fica, 1962. Archivo TLM

Perico Chicote en ‘El Cornijal’ de La Fica, 1962. Archivo TLM

Sucedió el 25 de junio de 1883. Con motivo de verificarse la ascensión de un burro en globo aerostático, la murciana plaza de toros de San Agustín se vio abarrotada de público ansioso de ver el insólito espectáculo. El capitán Milá acompañó en su viaje aéreo al desventurado cuadrúpedo, que desde gran altura «perdió el conocimiento», viniendo a estrellarse en la vecina plaza de San Ginés.

Este ‘jumenticidio’ fue con sorna muy comentado por los murcianos, porque el pobre ‘Blas’, apelativo del asno, no contaba en esta ciudad con una sociedad protectora de animales.

Aquello no dejó de ser una ocurrencia disparatada. En el transcurso de los años, la conquista del espacio fue mucho más discreta: perritas y orangutanes precedieron al hombre en su conquista del espacio. A rusos y americanos nunca se les ocurrió buscar un burro como tripulante de una cápsula. Aquí, sí.

Una ‘ocurrencia’ no es otra cosa que una idea improvisada, una idea carente de planificación, estudio o reflexión contrastada para analizar su viabilidad, en definitiva, una idea no pensada. Las ocurrencias pueden surgir en cualquier lugar: en el baño por la mañana, en la calle, frente al plato, en el bar, mirando los pájaros, durante una conversación…

La ocurrencia se suelta sin más, se dice, se comenta y casi siempre el ocurrente se siente coronado por la genialidad al pregonarla a los cuatro vientos. La dinámica vicepresidenta del Gobierno, Yolanda Díaz, ‘Yoli’ para amigos y detractores, es una persona ocurrente en grado sumo. Lo ha demostrado en diversas ocasiones, lanzando balones fuera en momentos críticos para sus socios en el Gobierno. Su última ocurrencia acerca del horario de cierre del sector hostelero es toda una ocurrencia sublime, digna de enmarcar. Puestos a idear asuntos extravagantes, la vicepresidenta, si se le ocurre, podría querer mandarnos a la cama sin cenar al ritmo de la Familia Telerín y a tocar diana al alba al son de La internacional. En estos años de sanchismo han habido varias y sonadas ocurrencias: no contamines, no comas carne, cómprate un coche eléctrico, no trabajes mucho, no te diviertas... mientras la casta se da a todo aquello que quieren prohibir a los demás.

Entre burros anda el juego. Fue en los inicios de los sesenta cuando el afamado barman Perico Chicote, propietario del no menos afamado local ‘Chicote’ en el Madrid de los cincuenta, frecuentado por ilustres de la época, entre ellos toreros, estrellas de cine (incluida Ava Gardner), intelectuales de la época, putas (tan del gusto de algunos políticos de hoy), incluso José María Jarabo Pérez Morris, ‘El Jarabo’, asesino confeso que llenó las páginas de El Caso ( apasionando a miles de lectores), lo visitaba asiduamente. A lo que voy. Pedro Chicote vino a dar una charla en la FICA. Se hospedó el ilustre dueño del museo de bebidas en el Rincón de Pepe, del no menos ilustre Raimundo González Frutos. Aparcó Chicote su deslumbrante Mercedes a las puertas del conocido hotel, cumplida su misión de orador, y tras los agasajos pertinentes por parte de los de aquí, dispuesto a regresar a Madrid, encontró su Mercedes sin ruedas, calzado sobre unos ladrillos y sin el distintivo de la acreditada marca automovilística alemana.

Sus anfitriones se hicieron cargo de la factura de ruedas y demás. Pocos días después, la brigada policial de la época dio con los cacos, quienes, llevados por la ambición, en clara ocurrencia, habían sustraído las ruedas del coche del ilustre para ponérselas a un carro, humilde vehículo de tracción animal, en este caso, un burro, que, a pesar de su andar cansino, lucía orgulloso entre las orejas la flamante y reluciente estrella de Mercedes Benz, mostrando así una efímera y modesta prosperidad.

Para qué hablar de mascarillas, de test, de vacunas, de aquellos años duros de la epidemia del covid. Lo que me pregunto es cómo aún estamos vivos debido a la gestión de tanto indocumentado. Está claro que Dios vela por nosotros. Las ocurrencias de los políticos que nos gobiernan inundan la España actual con ideas fantásticas que los demás debemos cumplir. 

Ellos, parece ser que no.

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