Opinión | Murcia D. F.

Murcia, historia de un fracaso

A nadie parece importarle la situación de los degradados barrios de la capital, donde la miseria y la delincuencia campan a sus anchas, entre ellos, el de La Paz, cuyo proyecto privado de recuperación urbanística se ha dado por enterrado

López Rejas, en una foto de archivo.

López Rejas, en una foto de archivo. / M. Guillén.

Tráfico de drogas y cultivos de marihuana en casas propiedad del Ayuntamiento de Murcia, delincuencia, absentismo escolar galopante, tiroteos, miedo, miseria, barrenderos que entran escoltados por la Policía Local, juventud sin futuro más allá del círculo vicioso en el que se encuentran, adultos sin presente esperanzador, cascarones de edificios sin contenido y sin visos de hacerse realidad y unas Administraciones mirando para otro lado.

Es el triste retrato de las zonas más degradadas del municipio de Murcia, el séptimo de España por población, pero no por calidad de vida y por proyectos que saquen a los más vulnerables del pozo en el que se encuentran. Esos barrios han vuelto al imaginario colectivo una vez que el Ayuntamiento capitalino, a través de la concejalía de Urbanismo, ha dado por muerto el proyecto de regeneración del barrio de La Paz, propuesto por el promotor José López Rejas, que ha estado en el candelero de la polémica prácticamente desde sus inicios y que, casi dos décadas después, sigue siendo papel mojado.

Unos barrios complicados de difícil solución que se ven día a día con la cara más fea del ser humano y con la poca empatía de ciudadanos y sociedad que nada empujan para que se revierta la tierra quemada en la que parecen haberse convertido. El proyecto de Rejas era inviable a todas luces por tratarse de una iniciativa urbanística y economicista que contó desde siempre con el rechazo de importantes colectivos y de partidos políticos, por no hablar de la oposición de un numeroso grupo de residentes.

La recuperación de este barrio y de otros se antoja prácticamente una utopía en una Murcia que ha exhibido en ese contexto la historia de un fracaso. Basta con repasar las iniciativas fallidas puestas en práctica y la narcolepsia en la que se encuentra en estos momentos. La Paz solo ha contado con una iniciativa privada y la dejadez administrativa (unos cuatro concejales de Urbanismo a lo largo de los años no han sido capaces de moldear y modificar para su ejecución ninguna iniciativa para esa zona desde que Rejas vio allí un diamante en bruto).

Hay barrios que sí han recibido una lluvia de millones, que tampoco ha servido para generar una corriente de cambio, lo que demuestra que el dinero no lo es todo. El Espíritu Santo es el paradigma. Recibió millones de la Unión Europea dentro del Plan Urban en 2009 y se hicieron distintas acciones sociales y construcción de varios edificios públicos como un pabellón deportivo que en nada ha mejorado la vida de los que allí moran.

Todo lo contrario. La degradación ha ido a peor (pese al esfuerzo de organizaciones no gubernamentales que siguen trabajando en la zona sin perder el aliento) y hay casas en las que viven narcotraficantes amparados por la dejadez administrativa, que también hace la vista gorda en cuanto a la situación de los menores que residen en contextos nada apropiados para su formación como adultos responsables y cívicos. Incluso, hay vecinos que afirman que esos adolescentes se exhiben en redes sociales en camas hechas con billetes de ‘alta gama’ marcando el camino que seguirán cuando vayan cumpliendo años sin que ninguna concejalía ni consejería haga nada al respecto. 

Tampoco se actúa cuando se tiene constancia por residentes en la zona que aseguran haber visto por esos lares armas de guerra (esas que se ven en los reportajes de la televisión cuando hablan de guerras cercanas y lejanas). Nada como no remover lo que está podrido por si acaso oliera demasiado. Por nadie pase.

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