Opinión | De vuelta

El idiócrata

La palabra del título, neologismo de mi invención -mientras nadie demuestre lo contrario- no significa lo que la mayoría de ustedes piensa. No es, exclusivamente, un insulto, aunque muchos de los lectores así lo piensen. En Filología usamos el término idiolecto, para señalar el hecho, que se da mucho, de que alguien usa una forma de hablar únicamente suya: idiolecto. Buenos, pues en esa acepción uso la raíz aludida. 

Sánchez es un idiócrata. Ahora, aquí, la palabra pasa a tener un sentido doble, lo admito. Idiócrata es el mandamás (no importa su origen político), que sólo cree en su mandato único. Lo demás es obviable. Si lo demás hay que comprarlo con el dinero que administra -que es de todos-, lo compra y se acabó. La idiocracia se cree superior a toda verdad social, política, moral o democrática. «¿De quién depende la Fiscalia…? pues ya está». Ésa fue la primera demostración de idiocracia. Se estrenó el idiócrata con ella.

Lo último de este idiócrata (cada cual tome la raíz de la palabra como guste) es esto: «Va a haber Gobierno progresista toda la legislatura, y mucho más». Como el idiócrata habla en su ‘idiolecto’ sanchezsí, yo se lo traduzco. Quiere decir: «¡A ver, pringadillos de derecha y ultraderecha, yo tengo Correos, Indra, un montón de medios de comunicación, y no pocos adictos/sectarios en las mesas electorales; y, además, puedo activar el voto de cientos de miles de inmigrantes nacionalizados, con un chasquear de mis idiocratiles dedos. Si no os enteráis, me da igual. Yo, el idiócrata». ¿Lo entienden ahora?

Más claro: Maduro, en Venezuela, porque no tiene la categoría de idiócrata, sino que se queda en dictador puro y duro, como los Trujillo y los Castro, ha dicho: «Yo me presento a las elecciones, que espero ganar. Pero si las pierdo, inmediatamente ocuparé las calles». Nuestro idiócrata es más fino, y cínico, hay que reconocerlo. Actúa preventivamente. Maduro es soezmente terapéutico, actúa a posteriori. Pero es lo mismo. Ser liberticidas les une. Una gran unidad ésa, perfectamente tiránica, perfectamente antihumana. O sea, fascista.

Ni Koldo alguno (que significa en español Luis), ni Ábalos, ni nadie, lejano, cercano o cercanísimo a él, al idiócrata, va a impedir que siga y siga en la presidencia del Gobierno español. Esto es para siempre. La molestia de las elecciones no le habrá de importunar nada. Sus medidas le ha costado, y lo que le costará. No a él; nos costará a nosotros. Nuestro idiócrata es, a su vez sumiso súbdito del sultán, con ínfulas de rey, Mohamed VI, y del Aprovechategui del Noreste; pero eso a él le da igual. Nos factura a los españoles el coste, y se acabó.

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