Opinión | Café con moka

Quererte

La manada, ahora, somos nosotras y, por fin, unas estamos saliendo en defensa de las otras. Porque todas hemos sido víctimas

La cantante Lucinda Williams.

La cantante Lucinda Williams. / DANNY CLINCH / ROLLING STONE

Escuchando, curiosamente, una canción de Lucinda Williams, la compositora e interprete de música rock y folk estadounidense que ha revelado en varias de sus declaraciones, y en muchas de sus canciones, que la vida no ha sido fácil, me dispongo a escribir algunas palabras con las que pretendo evidenciar -aunque es hecho probado -la necesidad de continuar conmemorando cada 8 de marzo para dar luz a tantas sombras.

La escuché por primera vez en Cartagena, en el marco del excelentísimo festival de La Mar de Músicas, y supe a simple vista, como ocurre con los flechazos, que su música me acompañaría toda la vida. La fuerza de su voz y de su presencia surge paradójicamente de su desgarro personal y vital. Como ha ocurrido con tantas otras mujeres en la historia y aún hoy sigue ocurriendo. Mujeres que sacan fuerza de flaqueza.

No será casual, tampoco, que hace tan solo una semana Netflix haya lanzado el documental No estás sola: La lucha contra la manada, que recoge algunas de las más brutales agresiones contra mujeres: la violación grupal en Pamplona y el asesinato de Nagore Laffage, ocurridas durante San Fermín. Ambos procesos, también, con cierta parte de la opinión pública tratando de criminalizar a las víctimas.

Y es que en una sociedad machista, todavía hoy, se esperan ciertos comportamientos previos y posteriores de las mismas. Con un perfil bastante estereotipado de las sufrientes. Así, se las ha juzgado por estar de fiesta, borrachas, por andar solas, por besar a un chico o subir con él a su casa, como si esto fuese delito, mientras que sus verdugos han recibido eximentes en sus condenas -en un caso siendo condenado por homicidio en vez de asesinato o abuso sexual en lugar de agresión, aunque en este último caso el Tribunal Superior de Justicia impuso cordura y criterio-.

Pero esto no es extraño, cuántas de nosotras no hemos sentido alguna vez cierta culpa y responsabilidad frente a algún tipo de agresión machista. Cuánto se nos habrá señalado para haber normalizado esas percepciones.

Sin embargo, las cosas están cambiando. La manada, ahora, somos nosotras y, por fin, unas estamos saliendo en defensa de las otras. Porque todas hemos sido víctimas. Porque estamos cansadas de reproches. Porque ahora nos queremos lo suficiente para no dejar que nos criminalicen. Porque para ser creídas y, más aún, respetadas, no necesitamos una conducta intachable.

Porque todas nos merecemos ser libres. Porque, como canta Williams en Born To Be Loved: «No naciste para que abusaran de ti, para perder, para sufrir, para nada. Naciste para que te quieran», o mejor aún: para quererte.

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