Tribuna Libre

Neopopulismos

Personajes como Isabel Díaz Ayuso, como Trump, como Milei, sin el más mínimo respeto no ya por los adversarios, ni siquiera por sus conciudadanos o incluso sus votantes, y que, sin embargo, arrastran a cientos de miles, a millones de seguidores

Isabel Díaz Ayuso

Isabel Díaz Ayuso / Eduardo Parra / Europa Press

Ramona López

¿Cómo unir en una misma frase tauromaquia, crisis climática y odio a Sánchez? Pues sencillo, porque si eres Ayuso no necesitas que tu discurso tenga coherencia. Y si lo que buscas es polémica, porque te da sobrados réditos políticos, pues ya tenemos combo ganador. ¿Queréis un poquito de gresca y que suba mi popularidad? Sujetadme el cubata y dadme un micrófono: «tras cerrar una plaza de toros, le ha seguido la sequía, el control político y el adoctrinamiento». Esto es lo que ha dicho Isabel Díaz Ayuso sobre Cataluña. No sabemos por qué ni tampoco importa, pero de pronto, cierre de plaza de toros y sequía son elementos causa-efecto. Como sacar a la Virgen para que llueva, pero al revés. Y como el retruécano le parece acertado, sigue: «No conozco un lugar donde la prosperidad ni la libertad se hayan abierto camino tras cerrarse una plaza de toros». Pero qué tendrán que ver los huevos para comer trigo, señora. Pues nada, obviamente, pero ya está la polémica servida, que es a lo que veníamos. Y continúa con su discurso: «Madrid ama a los toros». Sí, los ama, pero los mata. Según ella, la tauromaquia es perseguida por intrínsecamente española, no por ser un espectáculo sangriento y lamentable que nos avergüenza como sociedad.

Ella es una kamikaze de la política, pero claro, si con cada burrada que dice le crecen los seguidores, para qué dejarlo. Debe ser como una droga.

Son de otro mundo, pero gobiernan en este. Personajes como Isabel Díaz Ayuso, como Trump, como Milei, a los que espantados vemos gesticular y disparatar en pantalla, emitir cuñadeces non-stop cuando no bulos o directamente mentiras, haciendo en ocasiones un uso espurio de la política, sin el más mínimo respeto no ya por los adversarios, ni siquiera por sus conciudadanos o incluso sus votantes, y que, sin embargo, arrastran a cientos de miles, a millones de seguidores.

Como sabréis, ya tenemos a Trump en el disparadero para ocupar otra vez la Casa Blanca, la misma Casa Blanca allanada de la forma más salvaje por sus seguidores, alentados en la distancia por él mismo. Y está de vuelta por méritos propios en parte y en parte por incomparecencia del contrario, porque Biden es como un muñeco grande al que se le está gastando la pila: da hasta penita. Con un contrincante así, Trump puede ganar sin bajarse del autobús. Y si solo fuera eso… con cada imputación por sus desmanes crece en popularidad.

Milei y su motosierra desembarcaron en la Casa Rosada recientemente. Una sociedad que elige a un candidato que promete despedazar el sistema y lo ilustra arrancando con furia una motosierra (y no una metafórica, no: una de verdad) es una sociedad que se autolesiona. La motosierra ha incendiado las calles… ahora. Argentinos y argentinas de mi corazón, las manifestaciones están bien, pero esto había que haberlo parado en las urnas. Ahora toca echarse a la trinchera. Pueden ser cuatro años de barro y pan duro. Y después, ya veremos.

Milei activa la motosierra

Agencia ATLAS | Foto: EFE

Llegados a este punto, siempre recuerdo la frase de Facundo Cabral: «Me dan miedo los idiotas porque son muchos y pueden elegir un presidente». O una presidenta.

Pero no es solo eso, las explicaciones suelen ser una combinación de causas. Cada crisis genera una mutación. Estos fenómenos pura y estrictamente populistas e involucionistas que nos ofrece la política actual no son nuevos (no hay más que recordar nefandas figuras del primer cuarto del siglo XX), aunque se hayan multiplicado en la última década, aunque nos lleguen en forma de pastillas pseudo informativas a través de redes, aunque vengan envueltos en todos los oropeles de la actualidad, son más antiguos que el hilo negro, igual que sus propuestas: tradición y mano dura, mercado y represión, pan y circo. Son producto de la época que nos ha tocado vivir, tan incierta, tan barroca, tan cargada de amenazas: ‘peak oil’, cambio climático, pandemias, crisis, guerras, calentamiento global, agotamiento de recursos. Son tiempos extremos y los seres humanos se entregan a propuestas extremas. Porque la frase de Facundo Cabral es graciosa, pero aquí no hay idiotas, aquí lo que hay es una mezcla de ignorancia infoxicada, descreimiento de la democracia y, en muchos casos, desesperación para la que los partidos y los políticos al uso no han sabido ofrecer respuestas. Y esa es la verdadera tragedia.

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