Opinión | La balanza inmóvil

Cinco lazarillos

José Luis Ábalos y Koldo García Izaguirre.

José Luis Ábalos y Koldo García Izaguirre. / EFE

Son listillos/as/es -que no se diga que no uso el utilísimo lenguaje inclusivo/a/e, que evita, sin lugar a duda, la discriminación-, ya que los hay de todos los géneros sexuales en esta clase de inmemoriales e irredentas personas. Y no lo digo en catalán, euskera, gallego y demás lenguas constitucionales, porque no las conozco, ni quiero aprenderlas hasta que no lo sea también el panocho.

El primero de los lazarillos es el de Tormes, ejemplo de la inteligencia y la frescura del ser humano. Su forma de actuar es inmemorial, pues quizás vaya en la genética. Y también es irredento, porque no solo no cambia, sino que incluso aumenta con el paso del tiempo. Hay quienes no tienen ni principio ni final, los hay que no tienen principios e incluso existen los que carecen de final. Y así nos luce el pelo.

Desde la vida de ese niño del siglo XVI, narrada hasta su matrimonio, llegamos sin variar mucho a los chanchullos del siglo actual, donde ya el listillo/a/e ha proliferado, se ha sofisticado y ha perdido del todo la decencia y la vergüenza. Véase el timo de las mascarillas, donde gente sin escrúpulos se han hecho millonarios a costa de los demás, recibiendo comisiones y mordidas por la venta de una protección contra una enfermedad mortal, y a veces incluso de mala calidad, por lo que además de cobrar dinero ponían en peligro la vida de otras personas, sobre todo de los sanitarios que estaban en contacto diario con la pandemia. En estos casos, nadie asume la responsabilidad penal, civil o política. Te tienen que echar a patadas y ni por esas admites nada, como buen segundo lazarillo, el del Manzanares.

Pero esos trapicheos no son fáciles que lo hagamos nosotros, ciudadanos de a pie, bien porque somos honrados, o quizás simplemente porque no nos dedicamos a cobrar comisiones, legales o no, en las compraventas de mascarillas u otros enseres. Sin embargo, sí nos puede coger por medio una estafa con el uso de las nuevas tecnologías, como es las ‘apps de citas’. Recientemente, en nuestra Región, una mujer se llevó a un descampado a un ligue para ser golpeado y robado por amigos de la engañadora. Sin olvidar lo más frecuente de esas apps, donde tras el atractivo joven se encuentra un maduro pervertido. También en nuestra comunidad se ha producido una presunta estafa de 6.000 euros a una chica y a dos de sus amigos, con la excusa de montar una cantina por parte de la ex pareja de aquella. Tercer lazarillo, el del Segura.

Pero no crean que la picaresca es solo española. La inteligencia, y no precisamente la artificial, sino la natural, para ser usada torticeramente, se encuentra en el propio ser humano/a/e, y no es patrimonio de la idiosincrasia de un país, ni de una raza, y ni siquiera de un sexo. Hasta los flemáticos británicos, cuando de dinero se trata, se espabilan más que los vendedores de mascarillas inútiles. Se trataba de unos avispados extorsionadores de hoteles en Baleares fingiendo intoxicaciones. Pronto se enfrentarán a las penas de cárcel (entre seis y ocho años) que ha pedido el Ministerio Fiscal para los ocho acusados de la red británica que operaba en Magaluf (Mallorca) por integración en organización criminal y estafa agravada. La organización prometía indemnizaciones hasta de 40.000 euros, a través de un sencillo método. Estos estafadores entraban en contacto en los hoteles con huéspedes caraduras que estuviesen dispuestos a vivir gratis sus vacaciones y, además, llevarse unos euros o unas libras, para lo cual solamente tenían que fingir una intoxicación alimentaria. Ya de vuelta al Reino Unido, reclamaban al turoperador de turno una indemnización económica. Este, para evitar el desprestigio, pagaba y después se lo reclamaban a los hoteles españoles. Dicen que el coste anual para estos era de 50 millones de euros. Cuarto lazarillo, el del Támesis

El Lazarillo del Senne completa el quinteto de ríos y de listillos, pues las negociaciones de Bruselas entre el Gobierno y el prófugo han sido realizadas con luz y taquígrafos. Y cuando hay trasparencia y nada se oculta, no hay que temer, porque no estamos en manos de unos listillos que lo único que pretenden no es la independencia, ni evitar la cárcel, ni que se les paguen sus deudas, ni seguir gobernando. No, la verdad es que lo único que quieren con la ley de amnistía, que beneficia a unos delincuentes que avisan que serán reincidentes, es la convivencia entre todos nosotros, aunque la mayoría de los españoles esté en contra y a pesar de que más de 5.500 juristas digan que no es constitucional y que amenaza al Estado de derecho.

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