Opinión | Achopijo

Minutos de oro

Lo intenso de la felicidad es inabarcable por cantidad. No se puede medir, ni clasificar. Pero sí se puede distinguir y ser consciente de ello

Danny Howe / Unsplash

Danny Howe / Unsplash

La capacidad de ser consciente de que estás viviendo un minuto de oro es la clave de la vida. Da igual, por supuesto, que sea un momento gigante y evidentemente inolvidable, como cuando nacieron Guille, Miguel y Lucas; o el rayo de luz sobre la Isla Grosa aquel año que recorrimos el espigón por primera vez todos juntos… O el chiste absurdo con el que nos reímos caminando por las calles de Sevilla. Lo intenso de la felicidad es inabarcable por cantidad. No se puede medir, ni clasificar. Pero sí se puede distinguir y ser consciente de ello. Es una constante aquí, en estas cuatrocientas palabras, hablar de las pequeñas cosas que nos hacen felices. Una pamplina, como bien podrían definir eruditos columnistas a los que admiro. Aquí hay lo que hay, amigo. Mañana de domingo con obviedades sencillas escritas con convicción.

Jacobo Bergareche reivindica los minutos de oro en Los días perfectos (Libros del asteroide, 2021) y yo estoy ahí con todo lo que me da el alma. Leer y sentirte como aquello que decían de Miguel Ángel, que le quitaba a la piedra lo que le sobraba. Leer y sentir que estás leyendo lo que te habría gustado escribir. Las cosicas que contamos por aquí llevan siempre cosido algún minuto de oro. Decía un profesor nuestro en Navarra que compartir vivencias es lo que nos da confianza para afrontar lo nuevo. Y otro, que lo que nos llega es lo verosímil. Digo yo que en toda esta ecuación es nuestra alma la que construye lo demás.

Charli me mandó el libro de Bergareche. «Esto es muy tú», me dijo. Y en el momento más álgido del concierto de Viva Suecia, en el WiZink Center, me abrazó desde su metro noventa y me dijo al oído que estábamos viviendo un minuto de oro, con todo su acento bilbaíno desde el fondo de su alma. Así era. Claro. Mi amigo Charli es muy de tenerlo todo controlado. Igual aquello estaba en su guion de la noche, pero no quita que para mí, que no suelo llevar guion para nada en la vida, fuera un minuto de oro, que compartimos. Doy gracias a Aurora, que, sin duda, es quien me ha sabido transmitir la capacidad de reconocer minutos de oro casi todos los días de mi vida. La exageración, la ironía y la capacidad de disfrutar siguiendo las carreras de gotas de agua caer por un cristal para mí son el triunfo, y escribirlas para compartirlo, otro. Siento si a alguien le pesa. Tampoco soy de los que se mete con Mr. Wonderful, ni de los que reniega de la nostalgia, ya lo sabes, querido lector que sigues por aquí. Que este domingo te traiga, al menos, un minuto de oro verosímil y compartible. Vale.

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