El blog del funcionario

Gaza - Ucrania: el día de después

Netanyahu y Putin no pasarán a la historia como ellos creen, ‘iluminados y salvapatrias’ de sus países, sino como los mayores fabricantes de odio y venganza, y se les recordará cuando se hable de carniceros y genocidas

Gaza en ruinas tras ataques del ejército israelí.

Gaza en ruinas tras ataques del ejército israelí. / Xinhua / Europa Press

Miguel H. Valverde

Miguel H. Valverde

La invasión rusa en Ucrania acabará tarde o temprano, al igual que el genocidio que Israel sigue cometiendo en Gaza, mientras Biden y su gobierno siguen tapándose la nariz para no oler a niños muertos ni piernas amputadas.

Pero cuando eso ocurra no quedarán solamente países y ciudades por reconstruir, e infraestructuras que reponer, aunque lo que nos cuenten serán cifras para retomar la normalidad, o quién pagará aeropuertos, carreteras, colegios y hospitales, incluso algunos hablarán de salud mental, de cómo recomponer tantos niños y niñas rotos... Pero apenas nadie hablará de lo que ocurrirá de verdad el día después. Ese día en el que cientos de miles de pequeños y pequeñas no estén dispuestos a pasar página, ni quieran ir al psicólogo para aprender a perdonar y solo busquen la manera de vengar tanto sufrimiento.

Ese día en el que aparecerán grupos de mercenarios en busca de trabajo por medio mundo, porque no olvidemos que una parte del ejército ruso son mercenarios en busca de trabajo.

Si alguien cree que Israel va a enterrar las ganas de un país por ser libre con bombas y miedo, con cadáveres y miembros amputados, si Putin está convencido que terminará con las ganas de ucranianos y ucranianas de ingresar en la Unión Europea, y volver a convertir Kiev en una capital satélite de Moscú, es que no conocen al ser humano.

Netanyahu y Putin no están pasando a la historia solamente como criminales de guerra, ni, como ellos creen, ‘iluminados y salvapatrias’ de sus países, sino como los mayores fabricantes de odio y venganza, y se les recordará y nombrará cuando se hable de carniceros y genocidas, y se sentarán en la misma mesa de la historia junto a Hitler o Stalin.

Y mientras todo eso ocurre, los niños y niñas que buscan refugiarse bajo los escombros, que lloran por el día y abren los ojos por la noche, que siguen buscando respuestas en el infierno y sobrevivir en la masacre, están en sus ratos libres buscando una válvula de escape para no explotar.

Si alguno de nosotros nos pusiéramos por un minuto en sus zapatos, si cerramos los ojos y escuchamos bombas y disparos que revientan la cabeza a nuestro amigo del colegio o que destrozan el pecho de nuestras madres, si nos dicen constantemente que somos animales que eliminar, seguramente no estaríamos pensando en pedir cita en salud mental o buscar en internet donde encontrar ansiolíticos, sino en vengarnos.

Cada vez que veo niños jugando en un patio de un colegio en mi ciudad, a miles de ciudadanos visitar al médico, sacarse sangre o cientos de abuelos y abuelas caminando en busca de su partida de dominó o en reencontrarse con sus recuerdos, pienso en la suerte que tenemos aquí, a pesar de que nosotros también tenemos nuestros miserables y embusteros, nuestros indecentes y decadentes, pero por lo menos no tienen balas ni pistolas.

El día después de las guerras, el mundo será peor.

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