Observatorio

Alegrías fuera, tristezas dentro

La alegría de este encuentro revela que, por un instante, nuestros políticos hacen lo que deben: mirar al futuro, prever problemas y mejorar la cooperación internacional de acuerdo con intereses realistas

Sánchez y Von der Leyen se reúnen con el presidente mauritano para reforzar la ayuda por la migración ilegal

Sánchez y Von der Leyen se reúnen con el presidente mauritano para reforzar la ayuda por la migración ilegal / EFE

José Luis Villacañas

Uno mira con alegría el viaje de Sánchez y Von der Leyen a Mauritania. Si contemplamos un mapa, no hace falta ser un genio para descubrir que Europa ya está rodeada. Quizá no queramos convertirnos en una fortaleza defensiva, pero todas nuestras fronteras, desde el Báltico al Atlántico, están atravesadas por conflictos con frágiles oasis de paz. Desde Bielorrusia al Sáhara del Polisario, pasando por Ucrania, Siria, Líbano, Palestina, Egipto, Libia, Túnez y Argelia, todo es guerra o paz cogida con pinzas; o un polvorín o un volcán dormido. Incluso Marruecos parece un país sostenido por intereses internacionales, y no tanto un régimen asentado, con ese trono ausente. 

El mítico territorio de la Tingitania, que un día fuera parte de la diócesis de Hispania, parece un régimen de cierta estabilidad política. De él sale la mayor parte de los cayucos que llegan a Canarias, toda vez que su vecino del sur, Senegal, ha entrado en implosión. El segundo escalón de la frontera, desde Malí a Eritrea, está incendiado, penetrado por Rusia y ya lejos de la influencia de Francia. De hecho, sorprende que en este viaje a Nuakchot no haya estado presente la vieja potencia colonial. En todo caso, el viaje parece más motivado por la necesidad de dar una señal de alivio a Canarias, desbordada por la afluencia de cayucos, que por cualquier otra razón, aunque en la rueda de prensa se habló de inversiones en hidrógeno verde, en la explotación del hierro y en energías renovables. 

La alegría que nos produce ese viaje es proporcional a la pérdida de influencia de Europa en todos los demás escenarios del norte de África. Los esfuerzos notables y persuasivos de Borrell por denunciar los crímenes del gobierno de Netanyahu en Gaza constituyen lo más relevante de la política internacional de la UE en años. El hecho de que España sea la punta de lanza de esa política europea tiene la ventaja de alinearse con una idea de justicia internacional, lo que siempre hace amigos entre los ofendidos. Y los ofendidos en este caso son muchos, todos los países de la Liga Árabe. El encuentro con Mauritania viene favorecido por esa amistad. 

En efecto, la situación en Palestina obviamente obliga a Marruecos a pasar desapercibido como actor internacional, al verse arrastrado por USA a una alianza con Israel tan firme, que sólo el más desesperado estaría interesado en seguir. El presidente de Mauritania, Mohamed Ould Ghazouani, por el contrario, puede reclamar con energía un Estado palestino ya. La decisión es clara: o Palestina es un Estado, o los palestinos serán aventados a los cuatro puntos cardinales del mundo. Retrasar la constitución de un Estado para Palestina es ser cómplice de los planes de los Netanyahu de Israel, que son legión, y dejar a su suerte a millones de seres humanos. Todos los argumentos por los que los europeos repudiamos el antisemitismo ancestral, ahora nos exigen denunciar el antipalestinismo de la derecha israelí.

Pero la alegría de ese encuentro revela que, por un instante, nuestros políticos hacen lo que deben: mirar al futuro, prever problemas y mejorar la cooperación internacional de acuerdo con intereses realistas. Un acto así echa un poco de luz en medio de la oscuridad general. En todo lo demás andamos a tientas. Seguimos empantanados con una amnistía que se planteó mal, ofreciendo un perdón antes de saber lo que debemos perdonar, y forzando el sistema penal hasta hacer crujir las traviesas. Pero lo más lamentable es que hacemos eso para gobernar sin un programa político directivo coherente que nos permita sentir que caminamos hacia una España más equilibrada. 

Esa sensación es la que refuerza más que ninguna otra el oportunismo aventurero de Vox y el espíritu de echar leña al fuego del PP. Lo que la gente quiere ver es un programa coherente de actuación política que tenga una idea integral de país. El PSOE no la está dando. La noticia de que ampliará de forma descomunal el aeropuerto de Barajas, con una inversión millonaria, parece reforzar la política de sueños de grandeza de Ayuso, y va directamente en contra de las políticas verdes y progresistas. La verdad de las cosas es que no se ha logrado revertir la tendencia de vaciar España y acumular a la gente en el centro y en las costas, que inició el capitalismo franquista. Ese es el fundamento de las protestas del campo. Ese es el fundamento de la especulación de la vivienda. Ese es el fundamento del desastre sanitario, educativo y existencial de una ingente población

No se ha logrado revertir el franquismo económico en general, pero en concreto se está siguiendo el programa de concentración de la agricultura en grandes explotaciones industriales que empezó hace mucho tiempo. Escuchaba el jueves por la noche al ministro Planas diciendo, entre otras cosas, que el campo tiene que ser rentable si quiere sobrevivir; y me preguntaba si ese argumento acaso era un llamamiento a que los pequeños agricultores abandonen. Si no es así, se debe cambiar el sistema de subvenciones europeas, que beneficia a las grandes explotaciones. Y si esto no se hace, que se diga con claridad que se expulsa de su oficio a los pequeños agricultores. Pero entonces que nos expliquen cómo seguir acumulando gente en las ciudades costeras que ya no pueden garantizar el bien elemental del agua. El Gobierno debería tener un plan coherente sobre todo esto, y no darnos alegrías solo al lado de Von der Leyen.

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