Café con moka

Im-perfectas

Mónica López Abellán

Mónica López Abellán

Esta semana mi hermana bromeaba con la idea de que cada vez se parece más a mi madre. Sustentaba su afirmación, concretamente, en dos variables: cada vez le apetecía menos socializar, a la par que crecía su fijación, deseo o interés hacia los ‘acolchados’; esa prenda de abrigo, a priori, tan poco favorecedora. Al menos, según mi gusto y criterio.

El caso es que, aun pareciendo exagerada, dicha afirmación tiene algo de verdad. No se trata de que los años nos hayan vuelto más hurañas ni estúpidas o menos estilosas, es simplemente cansancio. Sí. Así. Tal y como suena. Las mujeres de mi generación vivimos cansadas y aún así funcionamos, en muchos casos, por inercia, pese incluso a pasar malas noches.

Queremos, defendemos y promovemos un estilo de vida ’slow life’ en el que deleitarse y regocijarse de las cosas pequeñas, de cada momento; sin embargo, la realidad es que nuestra existencia es otra bastante diferente. El grado de autoexigencia en el que nos hemos situado nos aboca a un constante estado de ansiedad, insatisfacción y agotamiento.

Queremos vivir días lentos, pero no lo logramos. Siempre hay cosas que hacer, algo que recoger, que ordenar, informes que enviar, emails o mensajes que contestar, cosas que limpiar, ropa que lavar, amigas que ver, visitas que hacer, compras que hacer… y con todos esos ‘deberes’ centrifugando en tu cabeza es difícil descansar.

Desde las obligaciones laborales, en las que luchamos por no bajar ni un ápice nuestro rendimiento después de haber sido madres, al mantenimiento de un hogar bonito y en orden, pasando por los compromisos maritales y familiares vivimos en un permanente esfuerzo, tratando de mostrar y demostrarnos que podemos con todo.

No sé cuándo ni quién nos hizo asumir como bueno ese rol de supermujeres que nos provoca tanto desgaste. La perfección es fatigosa y, lamentablemente, inalcanzable con la cantidad de encargos y tareas que abarcamos.

De este modo, nuestras aspiraciones, a veces, como comentaba mi hermana se reducen a un poco de descanso físico y mental sin necesidad, siquiera por mantener una conversación. Un poco de silencio y soledad, sin más. Y en cuanto al ‘acolchado’ –aunque a eso yo me resisto aún un poco más -, la búsqueda de la comodidad.

Nos hemos reivindicado como iguales, como capaces, como independientes, como fuertes y valientes, y hemos demostrado que lo somos. No necesitamos vivir en esa reivindicación constantemente. Es el momento de recuperarnos, querernos, aceptarnos y reivindicarnos, también, como imperfectas, como maravillosamente im-perfectas.

Suscríbete para seguir leyendo