De vuelta

Don Felón II de España

Santiago Delgado

Santiago Delgado

Cambiar de opinión, cuando ya has obtenido lo que querías no es, en efecto, ser un mentiroso. Es ser un aprovechado, y un ser amoral. Un egoísta. O más, un ególatra, alguien que se adora a sí mismo. Un político no puede cambiar 180 grados en su pensamiento a los pocos días de haber obtenido la elección para el cargo ansiado. Hay una obligación de mantenerse fiel a las ideas con las que ha ganado el puesto, en las elecciones. Pero los códigos éticos no pueden ser prescriptivos. Deben ser asumidos por las personas de honor. ¿Están escritos los principios de recta moral que afectan a políticos y no políticos? Por supuesto que no lo están. No hay un código que pudiéramos llamar político. Quien no los sigue no puede tener pena civil alguna. Si esos cambios de opinión quedan impunes en la vida inmediata, raro es que, en las siguientes elecciones, el electorado no castigue al felón. Es lo que va a pasar el 23 de julio.

Cuando Fernando VII, luego de verse rodeado de liberales, en 1820 promete aquello de «marchemos todos francamente, y yo el primero, por la senda constitucional» todos saben que está mintiendo. En cuanto tenga ocasión, la traicionará. Y lo hizo, y mandó ejecutar al general Riego, y de ahí hasta que murió este rey nefasto. Por eso se le llama el rey felón. Esto es, traidor en grado sumo. El egolatrismo de Sánchez es superior a su afición a las mentiras. Éstas, las mentiras, sirven a esa característica egolátrica de Don Felón II de España. 

Pero ahora sí que dice mentira. A conciencia. Miente cuando predica el bienestar económico debido a su gestión. Es un bienestar económico falso, basado en el riego de millones de los impuestos en tiempos de inflación, del aumento de recaudación por una imposición injusta y brutal, y de los préstamos de Estado de siempre. Eso de una parte, de otra, la aportación económica de Europa por causa de la pandemia. Ha hecho lo que ha querido con esos millones, la mitad gratis, la mitad a préstamo generoso. O sea que es una buena salud de la economía, inexistente, basada en una transfusión continua de fondos. No es una economía basada en un balance propio y ajustado. En cuanto se tengan que empezar a devolver esos millones de artificial prosperidad vendrá el llanto y crujir de dientes. 

Secretamente, espera Don Felón II que eso lo pase Feijóo, hasta que con el arder de calles llegué la necesidad socialista de tomar el poder, y aprovechando el respiro que la gestión honrada de las derechas se pueda estar en condiciones de volver a pedir préstamos, para apaciguar todos sus chiringuitos, que no son sino canteras de votos.

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