El prisma

¿Habrá trasvases para todos o solo para Cataluña?: Trasvases malos y buenos

Qué cosas ¿verdad? En pocos años hemos pasado de considerar los trasvases como un invento franquista para esquilmar la riqueza fluvial de unos territorios en beneficio de otros, a defenderlos como herramienta eficaz para paliar las situaciones de escasez de agua

Tubería del Trasvase Tajo-Segura, a la altura de Murcia y Alicante

Tubería del Trasvase Tajo-Segura, a la altura de Murcia y Alicante / EFE

Pablo Molina

Pablo Molina

La sequía pertinaz, que en el sur de España tiene un carácter estructural, se está adueñando también de la zona noroeste de la península ibérica, donde ya se están empezando a notar sus efectos. En Cataluña, el presidente regional ya ha reclamado un trasvase del Ebro para atender el riego de los cultivos de olivo y viñedo del Priorato, excelente zona vinícola con productos muy acreditados cuya desaparición sería un desastre, no solo para los productores de aquel terruño.

Qué cosas ¿verdad? En pocos años hemos pasado de considerar los trasvases como un invento franquista para esquilmar la riqueza fluvial de unos territorios en beneficio de otros, a defenderlos como herramienta eficaz para paliar las situaciones de escasez de agua, como ocurre ahora en Cataluña y siempre en el sureste español. Que no se diga que no avanzamos.

La cuestión ahora es si la sequía en Cataluña y un eventual recurso al agua trasvasada para darle solución van a servir para levantar el tabú de los trasvases y dejar de demonizar a las provincias que necesitan el agua sobrante de otras partes de España para poder sobrevivir. Que va a ser que no, claro, porque Sánchez necesita los votos de sus socios separatistas catalanes para mantener el poder, mientras que Murcia es una provincia traidora, donde el socialismo no aporta nada relevante al contexto izquierdista nacional; perdón, estatal.

El grado de estupidez política derivado del Estado autonómico es de tal magnitud que este verano habrá restricciones en el suministro de agua para uso humano en ciudades como Barcelona o Sevilla, lo que no está nada mal en un país que arroja al mar cada año 50.000 hectómetros cúbicos de agua dulce. Pero esas contradicciones son las habituales en un tema como el de los recursos hídricos, que los partidos políticos se arrojan a la cara con dosis desvergonzadas de demagogia.

Tan es así que ni siquiera dentro de los mismos partidos nacionales existe un consenso forjado en torno al problema del agua. Vean el caso del Partido Popular, que en Murcia reclama un Plan Hidrológico Nacional y la construcción de nuevos trasvases, mientras que en Aragón, ese mismo partido dice que no permitirá que salga una gota de agua de ‘su’ Ebro con destino a ninguna otra región española. ¿A dónde vamos con esta tropa? Pues a donde estamos, en un país con excedentes monstruosos de agua dulce que se prepara para establecer cortes de agua durante el verano si no llueve justo donde debe.

No menor es la contradicción que se deriva de la lucha contra el cambio climático, un argumento circular que ya vale para justificar cualquier disparate, incluso si va en contra de esa lucha contra el calentamiento global en la que estamos todos embarcados. 

En el caso concreto de la sequía, resulta que el Gobierno y la izquierda ultraecologista sostienen que es fruto del calentamiento global del planeta Tierra, que está desertizando zonas cada vez más amplias del territorio español. En consecuencia, en lugar de llevar agua a esas áreas para mantener arbolados y evitar que nos coma el Sáhara, han dispuesto que ni una gota más, porque esa es la mejor manera de luchar contra el calentón global. ¿Alguien lo entiende?

Claro que lo entendemos. En realidad, la prohibición de los trasvases tiene que ver exclusivamente con la política, como vamos a ver muy bien con la sequía en Cataluña. Los catalanes tendrán su trasvase y los demás seguiremos como hasta ahora, sin agua y esperando a que llueva a manta esta primavera, para ver si en verano, al menos, nos podemos duchar.

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