Aire, más aire

Drácula

Miguel López-Guzmán

Miguel López-Guzmán

No lo negaré, a mí Drácula me pone, y lo sigo respetando como siempre, a él y a sus novias. En estos tiempos ingratos en los que nos ha tocado vivir, donde nada se respeta, se ha perdido el miedo al conde Drácula. Incluso se mofan de él para mayor escarnio. El otro día, en un spot publicitario en televisión, promocionaban un pegamento para dentaduras, protagonizado por un imitador del señor Drácula. En dicho anuncio, el hombre vampiro perdía sus singulares colmillos y se los ponían postizos. Lo que pone de manifiesto cómo se ridiculiza a los mitos de otros tiempos, tras alcanzar a pulso su terrorífica fama chupando la sangre de las gargantas humanas durante siglos.

Bram Stoker, novelista irlandés, publicó hace cien años una novela sobre el Conde Drácula. Desde entonces se han vendido millones de ejemplares, llevándose al cine en 1931 una primera versión cinematográfica, protagonizada por Bela Lugosi, un Drácula que daba muchísimo miedo.

Drácula

Drácula / L.O.

Los profesores McNally y Florescu descubrieron que en el siglo XV, en Rumania, un noble llamado Vlad Tepes (Vlad El Empalador) gobernó con tanta crueldad que los campesinos creían que era un vampiro humano. Y suponen que Stoker lo tomó como modelo para su novela.

Su apodo era Drácula (escrito Draculya), que literalmente significa ‘hijo del dragón’, símbolo relacionado con el demonio y el vampiro. Los citados profesores, calculan que fueron 100.000 las víctimas del siniestro personaje. En cierta ocasión, un diplomático turco no se descubrió en su presencia, alegando que como embajador no tenía por qué hacerlo. Vlad se enfureció y mandó que a cada turco que se encontraran sus servidores le clavaran el fez en la cabeza con un clavo… Otra vez ofreció un gran banquete en sus dominios a enfermos y pobres (hoy vulnerables), y mientras los desgraciados festejaban el acontecimiento, prendió fuego al comedor. Más tarde se justificó diciendo que era para que no sufrieran…

Después de más de quinientos años, quienes gustan de grandes emociones ven mermados sus escalofríos al ver al Conde Drácula con dentadura y colmillos postizos. 

Qué tiempos, Señor.

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