Opinión | Noticias del Antropoceno

Otra profecía apocalíptica fallida

Thomas Malthus.

Thomas Malthus. / L.O.

Desde que Malthus, un religioso anglicano, elaboró una teoría por la que se condenaba a la Humanidad en su conjunto a pasar hambre inexorablemente debido al crecimiento exponencial de la población, en contraste con el crecimiento líneal de los alimentos, se han sucedido las previsiones pesimistas en este ámbito. La más célebre revisión, con muy poco sentido crítico, de las previsiones malthusianas, fue la elaborada y difundida del Club de Roma en los años sesenta. 

Henos aquí más de sesenta años después tomando nota de un efecto radicalmente contrario a dichos malos augurios. La población mundial, según las más recientes proyecciones de la ONU, dejará de crecer mucho antes de los previsto, llegando al pico de 10.000 millones de personas sobre los años 80 de nuestro siglo, para, a partir de ahí, comenzar a descender de forma rápida y continuada hasta no sabemos qué nivel de estabilización, en el caso de que existiera alguno.

Y no es que Malthus careciera de razón. De hecho, está más que acreditado la relación entre crecimiento acelerado de la población en épocas de bonanza económica con hambrunas que la diezman cuando se superan determinados niveles y se producen acontecimientos naturales como sequías o plagas repentinas. Pero lo que no supieron prever Malthus y sus seguidores es el papel contra cíclico y a veces contra intuitivo que ejerce la tecnología aplicada a la producción de alimentos y el fenómeno de la urbanización progresiva de las poblaciones humanas.

Y es que hay que tener en cuenta el papel que juegan los hijos en una economía de base agraria y económicamente desestructurada. En este contexto, los hijos son mano de obra barata y el único respaldo para una vejez llevadera, en ausencia se un sistema público de salud y de seguridad social que asegure unos ingresos, por mínimos que sean, de jubilación. 

Por el contrario, en una economía fundamentada en los servicios, los hijos son casi un capricho personal y su existencia a menudo se ve como una carga que soportar más o menos estoicamente. Así las cosas, el año pasado se bajó de la media mundial que aseguraría la tasa mundial de reposición, establecida en 2,1 hijos por mujer en edad fértil. A partir de ahora, ya podemos decir que el descenso de la población es inevitable, sea cual sea la fecha efectiva en la que se de marcha atrás en el número absoluto de habitantes. No está mal como acontecimiento a resaltar. 

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