Opinión | Todo por escrito

Jackson y Plath

Silvia Plath.

Silvia Plath.

Llegamos a la Luna, creamos una bomba nuclear capaz de destruirnos a todos y hemos engendrado una inteligencia artificial que va por el mismo camino. Sin embargo, seguimos ignorándolo casi todo sobre nuestro cerebro. Para referirnos a él, utilizamos términos tan vagos como ‘masa encefálica’ o ‘materia gris’, como si lo único que pudiésemos decir sobre el órgano que piensa el universo y nuestra propia conciencia fuese su color.

En estos últimos años hemos perdido el miedo a hablar de salud mental. Eso es bueno, no hace tantos años a los ‘enfermos de los nervios’ se les encerraba en espeluznantes manicomios y se tiraba la llave. Ahora somos conscientes de que todos estamos un poco trastornados o a un paso de estarlo. 

En La campana de cristal, la magistral novela de Silvia Plath, la autora narra su descenso a la locura, una caída terrorífica y devastadora sin posibilidad de salvación. Nadie ha descrito con tanta lucidez el proceso de perder la cabeza como Plath. Unos años antes, la genial Shirley Jackson publicó Hangsaman, otro libro protagonizado por una joven que transita por las arenas movedizas de la vida adulta, a un paso de caer en el abismo de la sinrazón. 

Podemos entender la locura como un fallo en la química cerebral, un desequilibrio entre neurotransmisores, pero estos dos libros escritos por mujeres ponen de manifiesto que los convencionalismos sociales de una época (en este caso, la década de los 50 en EE UU) pueden aniquilar la cordura de la persona más juiciosa y brillante. 

No debemos subestimar la influencia que los ambientes tóxicos y las atmósferas opresivas ejercen sobre nuestra salud mental. ¿O acaso no enloqueceríamos todos si nos obligasen a vivir como esclavos en la época romana o sirviendo como vasallos en la Edad Media? 

Nuestra estabilidad mental está íntimamente relacionada con la posibilidad de desarrollarnos en libertad, algo que las mujeres han tenido vetado durante todos los periodos de la historia, excepto el actual (y solo en algunas partes del globo). 

Las protagonistas de Jackson y Plath fueron víctimas de los asfixiantes estándares de un sistema que las llevó a esa escisión interna -ese estado de guerra contra uno mismo-, que es la locura. Sin embargo, el caos no estaba en ellas sino en el mundo que las rodeaba. 

Pienso en una de mis abuelas, a la que no conocí, pero que al parecer también estuvo ‘enferma de los nervios’. Me pregunto qué habría sucedido si, en lugar de nacer en la España en blanco y negro de comienzos del siglo XX, hubiese venido al mundo hoy. ¿Qué mujer hubiese sido fuera de su ‘campana de cristal’?

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