Cartagena D.F.

La vuelta a la tortilla

Los discursos de nuestro presidente regional y del líder de su oposición mantienen el tono incendiario al que nos tienen acostumbrados, porque se empeñan más en señalar quién hizo mal su trabajo que en resolver las cuestiones que originan el conflicto

Leonard Beard

Leonard Beard

Andrés Torres

Andrés Torres

Les confieso que soy un poco cocinillas y, de vez en cuando, me marco una tortilla de patatas. Me sale buena. O eso creo, porque no queda nada en el plato. Además, tengo mis trucos que, en realidad, no son nada nuevo. Como muchos otros cocinillas, le echo calabacín, con lo que está más sabrosa y jugosa y, de paso, mis peques comen verdura sin saberlo, aunque empiezo a pensar que el ignorante soy yo, que son ellas las que empiezan a darle la vuelta a la tortilla y me engañan a mí.

Lo de darle la vuelta a la tortilla es lo que más me cuesta. Más de una vez, y más de dos, se ha desparramado la mezcla de patatas, calabacines, huevos y cebolla (siempre con cebolla) por los laterales de la sartén. Darle la vuelta a la tortilla también suele ser el truco para ofrecer la cara buena del parto culinario, sobre todo si la otra se te ha pasado un poco. En ese caso, se trata de un giro cuya finalidad es ocultar el lado malo. ¡Otra vez el lado oscuro! Y, precisamente, de esa maniobra es de donde surge esta expresión referida a ocultar la realidad para mostrarla de forma distinta a como realmente es.

Así se entiende, por ejemplo, que quienes están negociando una amnistía a la medida con Puigdemont y sus secuaces desvíen la atención hacia quien sostiene, supuestamente, que estaría dispuesto a negociar con ellos un posible indulto y lo acuse, además, de la falta de transparencia de la que ellos adolecen. Si hasta han evaluado los primeros cien días de la oposición con ellos en el Gobierno. No me digan que no es el mundo al revés o darle la vuelta a la tortilla.

En nuestra Cartagena, y también en el resto del país, los agricultores y sus tractores siguen copando la actualidad. La protesta ante la Asamblea Regional con algunos exaltados zarandeando y amenazando a López Miras ha recorrido toda la España mediática y algunos, incluso, rememoraron la quema del Parlamento autonómico hace más de 30 años. Afortunadamente, no se llegó a esos extremos, pero sí cabe tomar nota ante unos ánimos tan caldeados y tratar de poner paz y calma mediante el ejemplo. Pero eso es mucho pedir en este bucle de política de acusaciones y de desviar las culpabilidades hacia el otro en la que estamos imbuidos, donde el reproche se impone al diálogo, la discusión al acuerdo y los problemas del otro a las soluciones. El caso es mirar la realidad con el color que más me conviene, desplegar mi sartén dialéctica y ofrecer la cara de la tortilla que me interesa a mí para ocultar la que no me gusta.

Se sobreentiende que la vocación política de nuestro presidente regional y del líder de su oposición les conduce a una preocupación real por la situación de las gentes del campo y también por la seguridad de los ciudadanos ante rebeliones como la vivida el miércoles por la tarde ante la Asamblea. Espero y confío que así sea, pero sus discursos mantienen el tono incendiario al que nos tienen acostumbrados, porque se empeñan más en señalar quién hizo mal su trabajo que en resolver las cuestiones que originan el conflicto.

De un lado, el jefe del Ejecutivo reprocha que la delegación del Gobierno los dejara en modo Gary Cooper, solos ante el peligro, al criticar su supuesta dejación de funciones antes y durante la protesta. Por su parte, el jefe de la oposición remarca que el vicepresidente del Gobierno regional apoye estas rebeliones rurales ilegales sin que su jefe, el presidente, se lo haya ni siquiera afeado. Y, por supuesto, eso es motivo más que suficiente para exigir dimisiones. El mérito de ambas partes es que, una vez más, la disputa política le da la vuelta a la actualidad, que muestra la cara de esta confrontación para dejar en el lado oculto del plato las reivindicaciones agrícolas y lo que nos cuestan a todos.

Los expertos en Educación destacan que la mejor forma de enseñar a los niños es con el ejemplo. Y cuando somos algo mayores nos dicen que para exigir hay que predicar con el ejemplo. ¿Cómo queremos que se calmen los ánimos, si quienes debieran dar ejemplo de entendimiento están continuamente a la gresca? Que presten más atención a la cara real de la realidad y así nada ni nadie acabará quemado.

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