La Feliz Gobernación

El pacto silenciado

Una semana después de revelado el acuerdo notarial entre el presidente y los tránsfugas de Ciudadanos nadie ha desmentido a este periódico su existencia

Solo el expresidente de la Asamblea Alberto Castillo quiso aclarar que él no lo firmó, pero después dijo que no deseaba rectificar

Tanto López Miras como sus responsables de comunicación han eludido pronunciarse sobre el asunto

Ilustración de Leonard Beard

Ilustración de Leonard Beard

Ángel Montiel

Ángel Montiel

El pasado domingo, como cada día, mi reloj biológico me despertó a las seis de la mañana. Y seguí la rutina: me preparé un zumo natural de limón y me aposenté junto al ventanal para seguir leyendo el libro que llevaba entre manos. Las seis es la hora en que las ediciones digitales de la prensa vuelcan la información del día correspondiente, pero no suelo echarles un vistazo hasta la nueve, después del desayuno. 

Sin embargo, esta vez, en lugar de mantener el teléfono en silencio durante esas tres horas, lo dispuse conectado, en la mesita de apoyo, tras comprobar que estaba bien surtido de batería. Y es que esperaba a comprobar las reacciones a mi artículo del día, titulado «El pacto oculto» en la edición de papel, en el que detallaba que el presidente de la Comunidad acordó en 2021, en secreto y ante notario sito en la Avenida Alfonso X, con los diputados tránsfugas de Ciudadanos que serían incorporados a la candidatura del PP en las elecciones de 2023, y esto a cambio de romper la mayoría de la moción de censura presentada por el PSOE y los naranjas. Tuve poco trabajo.

A las ocho y media, recibí el reenvío de un mensaje de WhatsApp de uno de los diputados, el que fuera presidente de la Asamblea, Alberto Castillo, que se había dirigido a la dirección del periódico para expresar su estupor ante el artículo: asegura que no se enteró de nada relativo a ese pacto y que no firmó nada. Dice que él, a las horas en que los otros acudieron al notario, estaba en su despacho de Cartagena, de lo que tiene testigos, entre ellos la secretaria general de la Cámara. Añade que estaban viendo por televisión la toma de posesión del nuevo Gobierno, al que se incorporaban sus compañeros tránsfugas de grupo, y se preguntaban qué estaba pasando, pues se les escapaba todo. Y afirma que se enteró de la existencia del pacto porque se lo dijo su compañero Francisco Álvarez, que fue primero efímero consejero del Gobierno y después portavoz del grupo de exCiudadanos, pero que lo hizo una vez que había finalizado la legislatura. En el mensaje ‘autoriza’ al director del diario a que me traslade su comunicación, se supone que para que redactara el desmentido respecto a lo que a él le afectaba. 

Pero diecisiete minutos después vuelve a comunicar con la dirección para pedir que no se me traslade su escrito (demasiado tarde), tras eliminar el mensaje inicial (función «borrar para todos») y pedir que no movamos nada. Es decir, no quiere que se haga público su desmentido.

Castillo indicaba también en su escrito que él no le debe nada a nadie ni tampoco le deben nada. Es decir, no espera recompensa alguna por haber facilitado al PP escapar de la moción de censura. Algo parecido a lo que declaraba la exvicepresidenta tránsfuga Isabel Franco a una llamada de La Opinión que se produjo tras la contratación de su excompañero Francisco Álvarez como asesor de la consejería de Economía: «La política está acabada para mí, que digan lo que quieran». Por su parte, en una comunicación que mantuve con Álvarez, éste respondió escuetamente: «No dispongo de ningún papel relativo a ese pacto que dices». Lo que solo significa que no pidió copia al notario. 

Castillo afirma que se enteró de la existencia del pacto porque se lo dijo su compañero Francisco Álvarez, que fue portavoz del grupo de exCiudadanos, pero que lo hizo una vez que había finalizado la legislatura

Ni Franco ni Álvarez ni Valle Miguélez se han dirigido al periódico para desmentir lo publicado; Castillo lo hizo inicialmente solo en lo relativo a su caso, pues admitía tener conocimiento del asunto, para solicitar de inmediato que no moviéramos nada. Qué pensó o con quién habló en el transcurso de los diecisiete minutos entre una comunicación y otra solo él lo sabe. Si alguno de los cuatro se ha expresado a este respecto en sus círculos de WhatsApp, como algunos me apuntan, para ellos queda, pues lo normal es dirigirse al medio que publica los datos. Una semana después no se ha recibido un solo desmentido. 

Pero lo relevante es la respuesta del presidente de la Comunidad, Fernando López Miras. En la mañana del pasado domingo asistió en Madrid a la manifestación convocada por el PP contra la amnistía. Durante esa celebración los periodistas se interesaron por lo publicado por este periódico, y respondió que el apoyo que recibió de los diputados de Cs contra el dictado de su partido fue «un acto de responsabilidad y compromiso para que siguiera un Gobierno que tenía el apoyo de la mayoría de los ciudadanos». Una respuesta al estilo del diálogo de besugos: «Buenos días, caballero», «Manzanas traigo». 

El pasado martes, el portavoz del Gobierno regional, Marcos Ortuño, fue también interpelado al respecto por la prensa en un acto celebrado en la pedanía ceheginera de Canara, y su respuesta fue idéntica, casi palabra por palabra, a la de López Miras en Madrid. Ese mismo día pulsé el Teléfono Rojo, clave establecida para comunicar con San Esteban en situaciones especiales, activada esta temporada política por primera vez. La respuesta fue calcada (bla bla, bla), con el añadido de que «aquí el único pacto del que merece la pena hablar es el de Sánchez con los independentistas», etc. Pero quise asegurarme todavía más, y pregunté: ¿Esta es la única respuesta a la cuestión? «Esa es la respuesta». Blanco y en botella. 

El presidente no puede mentir en casos tan concretos, pues si lo hiciera podría verse desenmascarado por pruebas y testimonios reservados por la confidencialidad de las fuentes. Además de por la íntima convicción ética que se le supone. De ahí que lo publicado haya sido confirmado por la elusión retórica de las respuestas. 

La respuesta oficial de San Esteban es que «aquí el único pacto del que merece la pena hablar es el de Sánchez con los independentistas», etc. ¿Esta es la única respuesta a la cuestión? «Esa es la respuesta»

Respecto a los exdiputados de Ciudadanos, mentir ha sido lo propio: mintieron al firmar una moción de censura que desde el primer momento no tenían pensado votar y que utilizaron de inmediato para negociar con el PP la mejora de sus estatus personales en algunos casos, además de pretender asegurarse mediante documento notarial, como ahora sabemos, el porvenir en la actual legislatura. La exvicepresidenta, Franco, es experta en esta actitud: cuando en un reservado del restaurante El Rhin le pregunté qué hizo tras firmar aquella moción en la sede de Cs, respondió: «Me marché a casa». Y ya quedó relatado aquí en su día con todo detalle lo que realmente hizo después, e incluso facilitando que quedaran documentos gráficos. 

De mi experiencia durante la anterior legislatura, al menos Valle Miguélez eludía comprometerse en sus respuestas poniéndose misteriosa, que es también una manera de avalar los supuestos, y Francisco Álvarez solía recurrir, como ahora, al «de eso no puedo decir nada» antes que negar evidencias. En cuanto a Castillo, el testimonio de sus actitudes en el interior de su partido está registrado en múltiples capturas de pantalla de los diferentes grupos de WhatsApp, pues en Ciudadanos casi todos se grababan y espiaban, sistema del que eran víctimas los más ingenuos o quienes, como el expresidente de la Asamblea, tienen el gatillo fácil para expresar espontáneamente sus opiniones. 

El presidente no puede mentir en casos tan concretos, pues si lo hiciera podría verse desenmascarado por pruebas y testimonios reservados por la confidencialidad de las fuentes. Además de por la íntima convicción ética que se le supone

En cualquier caso, no cabe suponer que la reacción de los firmantes a la publicidad del ‘pacto oculto’ sea la del chiste: «¿Usted a qué se dedica?» «Soy agente secreto». ¡Hombre, ningún agente secreto confiesa su profesión! El pacto oculto lo es porque es oculto. Y, ahora, además, silenciado, a pesar de haber caducado por la evidencia de su insoportable activación. Por lo demás, la única firma relevante es la del presidente: cuando alguien acude al notario a hacer testamento no es preciso que firmen los herederos; basta con la rúbrica del testador.

Podrá alegarse, como se alega, que estas son historias pasadas, pertenecientes a una etapa felizmente superada en la que no quedó un horror político por vivir. Pero el presidente es el mismo, antes y ahora, y el conocimiento de la existencia del ‘pacto oculto’ es especialmente reveladora sobre modos y maneras de hacer política a la desesperada, así de cómo se derrumbó un partido, Ciudadanos, que en su día ilusionó a mucha gente, pero acabó repleto de aventureros que perseguían su propio avío.

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