Limón&Vinagre

Penélope Cruz: Con los pies en la tierra

Penélope Cruz es la estrella que, enfundada en un Chanel, perfectamente maquillada y peinada, desfila por la alfombra roja y recoge el aplauso incondicional. Pero también la mujer que podría sentarse en un bar de barrio y tomarse una caña

Penélope Cruz, en el estreno de ‘Ferrari’ en Londres, el pasado diciembre.

Penélope Cruz, en el estreno de ‘Ferrari’ en Londres, el pasado diciembre. / Jeff Moore / Europa

Emma Riverola

Y la mirada alta. Tan, tan elevada que puede retar a los dioses. Tan, tan terrenal que, en un pestañeo, abandona el Olimpo y se pierde por las calles. No hay pasos en falso en su camino. Y, si los hay, sabe cómo recuperar la marcha sin apenas tropiezos. Quizá porque ha visto las veleidades de los dioses, sabe que el mejor refugio es el que cobija de la gloria. 

Penélope Cruz (Alcobendas, 1974) es la estrella que, enfundada en un Chanel, perfectamente maquillada y peinada, desfila por la alfombra roja y recoge el aplauso incondicional. Pero también la mujer que podría sentarse en un bar de barrio, tomarse una caña y saber qué preocupa a sus parroquianos. Porque por muy alto que vuele, nunca ha perdido el mundo de vista, incluso se diría que está empeñada en mejorarlo. Detrás de los focos, Cruz parece elegir el barro a la piedra preciosa. Y no por la endeblez, sino por su capacidad maleable, por poder crearse y recrearse hasta el infinito, por proceder de la humildad y ser capaz de convertirse en arte.

Del mismo modo que en Cruz hay rastros de barro, se intuye que fue modelada con mimo. Al menos, con unas manos que supieron darle un entorno sólido. Su padre, comerciante en un concesionario de automóviles. Su madre, dueña de una peluquería. Un hogar por el que se coló el arte. Su hermana, Mónica, bailarina y actriz. Su hermano, Eduardo, compositor y cantante. Y, entre ellos, una excelente relación de apoyo y acompañamiento. Lo dicho, en esa casa hubo buenos alfareros.

Cruz tenía 15 años cuando vio Átame, de Almodóvar, en ese momento supo que quería ser como Victoria Abril. Pero aquella no fue una revelación repentina. A esa edad, ya había rodado un videoclip para el grupo Mecano. Asombra recuperarlo, en esa jovencita de 14 años ya se encuentra la sonrisa, la mirada, toda la materia que después conquistaría el cine español, europeo e internacional. Durante su adolescencia, la vida de Cruz estuvo marcada por el esfuerzo. Horas de entreno como bailarina, clases en el instituto, más clases en una escuela de arte dramático, todos los castings que caían en sus manos y, cómo no, horas y horas de visionado de películas. Si alguna le gustaba, la alquilaba en el videoclip todas las veces que hicieran falta hasta empaparse de cada detalle. Si la película era de estreno, bien valía los siete transbordos que unían San Sebastián de los Reyes con el centro de Madrid. Eran días de agotamiento -con los años ha aprendido a autoimponerse unos límites-, pero también con la magia de los inicios. 

Fetiche de Almodóvar

Y llegó Jamón, jamón (1992), la película dirigida por Bigas Luna y que catapultó a la fama a sus tres jóvenes protagonistas: Penélope Cruz, Javier Bardem (su actual pareja) y Jordi Mollà. El riesgo de que la actriz quedara marcada por un papel que derrochaba erotismo se desvaneció ante la candidez de su siguiente personaje: la hermana más joven de Belle époque (1992). Su director, Fernando Trueba, buscaba lo contrario de lo que entonces representaba Cruz, por eso pidió explícitamente que no la incluyeran en el casting. Pero la representante de la actriz coló su prueba junto a la de otras candidatas. Trueba tuvo que visionar el vídeo un par de veces hasta que reconoció su error. «¡Soy imbécil!», se dijo, allí tenía a la mejor encarnación de su personaje.

La joven que soñaba con formar parte del mundo Almodóvar pasó a ser la actriz fetiche del cineasta manchego, hasta siete películas han rodado juntos. La chica que viajaba en metro se convirtió en la intérprete que venció la soledad en Hollywood y se confirmó como estrella internacional. Su domicilio está ahora en Madrid, junto a Javier Bardem y sus dos hijos. Mientras, va sumando reconocimientos. Entre ellos, un Oscar (hasta cuatro veces ha sido nominada), tres premios Goya, un David de Donatello (el más prestigioso de Italia), un Premio del Cine Europeo, otro del Festival de Cine de Cannes y uno más del Festival Internacional del Cine de Venecia, Premio Donostia por Trayectoria e Imagen… Por tener, hasta luce una estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood. 

Sí, Cruz vuela alto, pero sigue jugando con la arcilla. Ahora, modelando una vida privada a salvo de los focos y los vaivenes de la fama. Sus apariciones públicas nunca caen en la frivolidad y sus redes sociales están centradas en la profesión o en el apoyo a diversas causas sociales. Al fin, se ha demostrado la mejor alfarera de su vida, con los pies bien plantados en la tierra. 

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