Error del sistema

Los israelís y sus monstruos

Como un dios de la destrucción, la venganza y la arbitrariedad, Netanyahu ha vampirizado la sangre del horror para conseguir una unidad que parecía imposible. La izquierda israelí se encuentra en estado de shock

Benjamín Netanyahu, actual primer ministro de Israel.

Benjamín Netanyahu, actual primer ministro de Israel. / REUTERS

Emma Riverola

Conmocionada por la crueldad de la matanza de Hamás, a la Unión Europea le tiembla la voz para condenar la brutalidad de los bombardeos sobre Gaza. Como si la sangre de unos nublara el reconocimiento de la sangre de otros. Como si el contador de la barbarie no pudiera asimilar la complejidad de ser víctimas y verdugos a la vez. Mientras, Israel enloquece. Enloquece sin remedio, conducidos por un presidente sin escrúpulos empeñado en la destrucción. La de Gaza, por supuesto. Pero también la de la democracia israelí. Poco de ella quedará en pie tras los crímenes de guerra llevados a cabo por su gobierno.

Netanyahu, como la imaginería de Nerón tocando la lira ante el gran incendio de Roma, se eleva sobre la catástrofe. ¿Quién se acuerda de sus cuitas con la justicia? ¿Y de las manifestaciones masivas en contra de la deriva autoritaria de su gobierno? Un día es el déspota que insta a su gobierno a exigir la dimisión del secretario general de la ONU por no recitar la lección a su gusto; y el día siguiente es el mesías que afirma que los israelíes son «el pueblo de la luz y venceremos a las tinieblas».

Como un dios de la destrucción, la venganza y la arbitrariedad, Netanyahu ha vampirizado la sangre del horror para conseguir una unidad que parecía imposible. La izquierda israelí se encuentra en estado de shock. Ya no es solo el estigma del traidor, hasta las convicciones se tambalean en los días de la ira. 

En el conflicto entre Israel y Palestina se concentran todas las sinrazones humanas, el trauma de la herida ya es patrimonio de las dos partes, y la palabra genocidio resuena como un eco. Una espiral de odio y humillación está aniquilando a la franja de Gaza y está despojando a Israel de todo rastro de humanidad. El objetivo de acabar con Hamás es inútil. Entre las ruinas de la desolación se forjarán los guerreros de mañana. La posibilidad de contagio en los países de la región es real. Entonces, Israel no podrá ganar solo la guerra. La escalada se antoja endiablada. 

Los Veintisiete de la UE han sido incapaces de pedir un alto al fuego humanitario, tal como defendía Pedro Sánchez y la ONU. El acuerdo reclama «corredores y pausas humanitarias». Así, en plural, el único modo de sumar al pacto las delegaciones más proisraelís, estas querían subrayar la brevedad de los paréntesis. Qué mal aman a Israel los tibios ante la venganza. Gaza necesita ayuda urgente, pero también Israel. Si dejamos que gane la barbarie, cuando llegue el silencio y el pueblo israelí se mire al espejo, ¿qué verá? 

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