La Feliz Gobernación

Entre lo malo y lo peor

Cuca Gamarra y Francina Armengol.

Cuca Gamarra y Francina Armengol. / L.O.

Ángel Montiel

Ángel Montiel

Se supone que quien preside un Gobierno lo hace para todos, o eso suele decir, pero lo hace con el programa de su partido, lo que significa que en realidad actúa para satisfacer a quienes lo han votado, lo cual es legítimo, pues si no lo hiciera se le reprocharían sus incumplimientos. Para dar juego a la totalidad del espectro político hay otra figura: la presidencia del Parlamento. Se da por sobreentendido que es quien arbitra el juego y garantiza el protagonismo de la oposición así como abre espacio a la voz de las minorías, aunque su nombramiento responda a la mayoría gubernamental. Por eso, la presidencia parlamentaria se suele encomendar al diputado o diputada que, al margen de su militancia, presenta un perfil intelectualmente independiente o que acredite una trayectoria que merece un respeto generalizado.

Esa es la teoría. La realidad es que el penúltimo presidente de la Asamblea Regional fue Alberto Castillo, un correpartidos que acabó en tránsfuga. No hay más que añadir, señorías.

Pues así, todo. Este jueves, el Congreso de los Diputados se debate entre elegir a Francina Armengol (PSOE) y Cuca Gamarra (PP) para ocupar la tribuna arbitral de la nueva legislatura.

La primera es una nacionalista balear de baja intensidad que ha dejado, como expresidenta de su Comunidad, un rastro de exclusión del idioma de Cervantes, y es presentada por ese exclusivo mérito como un guiño a los independentistas catalanes, pues éstos han de deducir que se les permitirá avanzar en la eliminación del habla común (y con esto, toda sombra de españolidad), tal como ella ha experimentado en su territorio.

La segunda, Gamarra, ha sido en gran parte de la última legislatura la propagandista menos sofisticada del PP, antes con Casado y después con Feijóo. Que alguien con una visión tan sesgada sea propuesta para moderar los debates de la pluralidad parlamentaria es como poner a Pablo Iglesias a dirigir el Telediario.

No se puede caer más bajo porque ya estábamos en lo más bajo.

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