Nos queda la palabra

De nada

Julián García Valencia

Sin acritud. Lo digo de todo corazón. Enhorabuena a las dos familias murcianas que se han ahorrado 38 millones en el impuesto de donaciones y 5 en sucesiones. Imagino que serán dos, que no será la misma, pero si los apellidos fueran los mismos, pues doble felicitación y una declaración favorable para su santidad.

No tuve la oportunidad de asistir al Hormiguero para aplaudir con fuerza la supresión del impuesto a las grandes fortunas, pero estoy chocando mis palmas para mostrar mi pleitesía a este nuevo récord murciano en ahorro de impuestos.

Es de elogiar la cantidad condonada, evadida, creo que no se puede decir, que, sin duda, va a nuestra salud. Y a nuestra educación. Y a nuestra protección social y a todo lo que compartimos. No. No me he vuelto loco. 

Todos los españoles, en encuestas, redes y conversaciones privadas, hemos arremetido alguna vez con los injustos gravámenes de sucesiones y donaciones.

Son, a partir de ahora, nuestro ejemplo. Imbatible si se piensa que en toda la Comunidad Autónoma de Murcia la bonificación ascendió en 2022 a 117 millones de euros y que solo para dos familias supuso 43.

Luego, por supuesto, está la clase media y baja, que son a los que, si hacemos caso a los comunicados del Gobierno regional, son los más beneficiados. Las cifras lo dicen todo. Nosotros somos hormiguitas, capaces de vitorear a los señoritos que nos pisotean.

Por eso no me extraña que, como gancho, ahí tengamos a candidatos que no solo prometen perdonar los impuestos a los más ricos, sino que afirman que suprimirán también las exenciones que tanto molestan a eléctricas y petroleras, llamarán a expertos para subir, si acaso, el salario mínimo o verán cómo cuadran las pensiones públicas.

Y todos felices, sobre todo los infelices.

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