Limón&Vinagre

Resuena el eco de aquel «ganan los malos»

Comparecencia de Mònica Oltra, aún vicepresidenta, en junio de 2022.

Comparecencia de Mònica Oltra, aún vicepresidenta, en junio de 2022. / Rober Solsona / Europa Press

Emma Riverola

Llegó y pasó el 28M, tiñendo el mapa de azul. También en Valencia se impuso el PP. El partido que, antes del Gobierno del Botànic (PSOE, Compromís y Unidas Podemos), sumió a la Comunidad en una charca de corrupción y aupó a reyezuelos de la codicia y la fanfarronada. Durante ese tiempo, los años de la obscenidad, una joven se convirtió en el azote de los ladrones. Lucía camisetas con mensajes cuando la hacían callar y fue una de las amasadoras del pacto que desbancó al PP. Nada ha sido fácil durante estos ocho años de gobierno de coalición progresista. Y, para ella, ha sido peor. Una imputación que empieza a disolverse como un azucarillo la obligó a dimitir de su cargo de vicepresidenta. «Ganan los malos», afirmó en su renuncia.

Quizá fue ese nacimiento de nalgas. Mónica Oltra (Neuss, República Federal de Alemania, 1969) supo de bien pequeña que hay que luchar por los deseos. Sus padres, miembros del PCE, se instalaron en Alemania al no poder vivir normalmente en la España franquista. El padre se había casado con anterioridad y no había posibilidad de divorcio ni de nulidad de su primer matrimonio. Hasta 1981, el hombre no pudo reconocer a sus hijos, lo que le produjo una especial amargura. Historia que conocía Juan Cotino, que llegó a ser presidente de las Cortes valencianas, político del PP, agregado del Opus Dei, imputado en varios casos de corrupción y fallecido en 2020. En pleno rifirrafe parlamentario, le pareció ingenioso atacar a Oltra: «Me avergonzaría de tener una hija como usted, pero como posiblemente no lo conoce…» Curiosa forma de exhibir su supuesta superioridad moral.

Infancia rodeada de obras

La infancia de Oltra está marcada por los veranos en casa de los abuelos, playa, chiringuitos en El Saler… y obras. Sus padres y sus tíos se compraron unos terrenos en Godelleta (Valencia) y los veranos se juntaban las dos familias -hasta 13 primos- e iban construyéndose las casas. Una infancia rodeada de obras: «Recuerdo ser muy feliz con muchos primos en la casa, con el suelo sin acabar, echando agua para quitar el polvo y poner colchones para dormir. Siempre estábamos de obras para finalizar la casa», confesó Oltra al diario Valencia Plaza.

En 1984, la familia se instaló definitivamente en Valencia y Oltra se afilió al Partido Comunista del País Valenciano. A los 19 años se emancipó y compaginó el trabajo, la carrera de derecho y, por supuesto, la política. Su compromiso ideológico fue vistiéndose de siglas distintas, pero siempre habitando la zona más a la izquierda del arco político. Los que han trabajado con ella la reconocen inteligente, vehemente, ambiciosa, controladora y alejada de todo postureo. Dura en las negociaciones, capaz de llevarlas al límite para arrancar el máximo beneficio.

En 2008, adoptó a dos niños en Etiopía con quien entonces era su pareja. El mismo hombre que fue condenado en 2019 por abusos sexuales a una menor tutelada. Oltra se enteró de que algo pasaba cuando recibió en su domicilio una citación judicial de su ya exmarido. Y se desataron las furias. Se abrió una causa sobre la Conselleria d’Igualtat. Una agitadora ultra y Vox acusaron a Oltra de tratar de proteger a su expareja. La presión política y mediática arreció. Las exigencias de Oltra a los corruptos se volvieron contra ella. Al fin, se vio obligada a dimitir. Una semana después del 28M, se conoció un informe policial que empieza a desmontar la tesis acusatoria de la ultraderecha. También se ha sabido que el informe exculpatorio estaba concluido dos semanas antes de las elecciones, pero el juez decidió esperar a que pasara la cita electoral para levantar el secreto de sumario. Qué oportuno, señoría.  

Sin Oltra, Compromís no ha podido revalidar sus anteriores resultados. Y sin ellos, tampoco ha habido posibilidad de gobierno de progreso en la Comunidad Valenciana. El PP y Vox ya han cerrado el acuerdo. El líder de la ultraderecha en Valencia ha aceptado apearse del gobierno municipal -fue condenado por violencia machista- e ir a las listas del Congreso. 

El programa de Vox en Valencia aboga por acabar con todas las leyes de género, de memoria histórica y de protección contra el acoso inmobiliario. Amenaza con cerrar la cadena autonómica À Punt y ahonda en el odio a los migrantes. El eco de las palabras de Oltra -«ganan los malos»- resuena hoy con más fuerza. También un interrogante: ¿cómo construir defensas éticas cuando la impudicia se viste con los múltiples ropajes del poder?  

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