Entrevista | Sabina Urraca Escritora

"Amo las ficciones que me hurgan dentro, que me sientan mal"

Hace apenas unas semanas publicó El celo, una novela sobre "el camino que recorren dos seres hasta tener un nombre", y unos días después de lanzarlo, pasó por el festival Demoleer de la Biblioteca Regional

La escritora Sabina Urraca.

La escritora Sabina Urraca. / Laura C.Vela

Lola López

Lola López

"También a la Humana le pasa como a la Perra: cuando está a punto de ser un poco guapa, le asoma la tristeza como un colmillo". Son las dos protagonistas de El celo, la tercera novela de Sabina Urraca. Mejor dicho, son los prismas desde los que se miran a sí mismas, a la vida, al deseo, al miedo, a lo innombrable... Hace unos días pasó por la Biblioteca Regional de la ciudad con la que comparte nombre su perra. La dupla central de esta historia, cuenta, ha bebido de su propia vida con su animal para retratar "esa percepción avanzada, misteriosa" que tienen las personas a ojos de los perros.

Hace muy poco que se publicó El celo, ¿cómo está? ¿Fue complicado sacarlo adelante?

Estoy cansada, pero muy contenta. Empecé a tomar notas para este libro hace más o menos ocho años. Cuando me puse a armarlo, tenía más de 500 páginas de Word, además de un montón de textos desperdigados por cuadernos y notas del móvil. Pasé dos meses y medio ordenando todo el material. Hace unos días, en Murcia, estuve con el hijo de unos amigos, una persona avispadísima que me preguntó cuánto tiempo costaba escribir un libro. Le dije que algunos, como este, eran difíciles de sacar adelante, que tardado ocho años en terminarlo. Él me dijo: "Yo tengo ocho años". Nos miramos con un asombro total.

La crítica está siendo inequívocamente positiva, ¿esperaba estas reacciones? ¿Qué impresiones le han llegado del público?

Creo que aún es pronto para decirlo. El recorrido de las primeras semanas tras la publicación de un libro no es del todo fiable, y me parece más interesante la lectura pausada, prolongada en el tiempo, ver cómo van calando detalles o temas del libro que quizás no se perciben en una primera lectura.

"Domesticación, maldiciones, la animalidad del deseo, el miedo como herencia"... Solo con la sinopsis, se le hace a una un nudo en el estómago y otro en el corazón. ¿Es buen síntoma?

Supongo que depende del tipo de cosas que te guste leer. Yo amo las películas y los libros que me hurgan dentro. Algunas veces lo simplifico: yo digo que amo las ficciones que me sientan mal. Me gusta lo que remueve y nos muestra la oscuridad. Desde pequeña me ha sorprendido mucho cuando, jugando al deseo imposible, la gente escoge poder saber lo que piensan el resto de personas, leer mentes, o ser invisible para ver a los demás sin ser vistos. Esta idea me resulta terrorífica. Quien desea eso no se hace cargo de la oscuridad que acompaña a cada persona y la que habita en su interior. Pero eso, desvelarnos las mentes y los actos de personajes es una de las muchas aportaciones de la literatura. Considero que El celo también tiene ese humor inherente a la vida, por muy jodida que sea. 

Sus protagonistas son la Humana y la Perra. Con estas identidades parece que quiera protegerlas a la vez que incluir en ellas a una multitud.

La decisión de no ponerles nombre propio responde a tres razones. Por un lado, me parecía interesante presentar, en ese desierto emocional del inicio del libro, a esas dos figuras solitarias: la Humana frente a la Perra y la Perra frente a la Humana. Esa falta de nombre, esa falta de personas que pudieran llamarlas por su nombre, potenciaba la sensación de soledad: si nadie te llama ni te habla, ¿sigues teniendo nombre?, ¿de qué sirve? Por otra parte, cuando alguien adopta un animal, a veces tarda unos días en darle un nombre. Que la Humana decida no darle nombre a la Perra, para no caer en ese primer paso de la domesticación,la lleva a pensar que ella misma, si no tuviese nombre, tampoco se pondría uno. La Humana ha estado domesticada por alguien hasta hace no tanto y huye de esos procesos: el primer paso hacia la socialización, pero también hacia una cierta domesticación, es el nombre que se nos da al nacer. Al mismo tiempo, nos permite vivir con los demás, ser nombrados. Esta novela es también, de alguna forma, el camino que recorren dos seres hasta tener un nombre. Por último, tomé esta decisión pensando en otro tema muy importante en el libro: en los cuentos clásicos, en las fábulas y en los relatos de pueblo, los personajes muchas veces no poseen nombre propio: son la liebre, la hormiga, la cigarra, o simplemente una niña que se cayó a un pozo o una mujer que se transformó en cueva.

Su perra, a quien dedica este libro, se llama Murcia. Un nombre que encierra miles de historias dentro, pero ¿cuál es la que las unió?

Encontré a mi perra Murcia hace siete años, abandonada en Sangonera la Seca, volviendo con amigos de un festival en la Venta El Peretón. Recientemente, mi marido y yo volvimos con ella a ese lugar, buscamos pistas, perros parecidos a ella… Es extraño no poder conocer el pasado de alguien a quien quieres tanto. Cuando la encontramos tenía la misma energía que ahora: era un animal especial, perceptivo, despierto. Estaba destrozada, parecía viejísima. Nos sentamos en el suelo a decidir qué hacíamos con ella y entonces se me subió al regazo y se hizo un rosco. Creo que ahí quedamos unidas para siempre. La convivencia, la observación, la comunicación con ella, han sido fundamentales en la creación de la trama central de la novela. La Humana y la Perra son muy distintas a nosotras, pero algunas reflexiones que vienen de la vida junto a ella están presentes en este libro. Conté la experiencia de encontrarla, y parte de lo que ha sido y es la vida con ella, en el cuento Año VI después de Murcia, incluido en la Revista Murciana de Letras, una antología editada por Newcastle Ediciones, la editorial de Javier Castro.

"Considero que El celo tiene ese humor inherente a la vida, por muy jodida que sea"

Leyendo estas páginas una se acuerda también de Nat y Sieso, protagonista y perro de Un amor, de Sara Mesa. Ellos también tienen un vínculo que trasciende las palabras. ¿Las metáforas animales, crudas, pueden transmitir lo que las palabras no?

Un ser humano frente a un animal deja ver caras de sí mismo que nunca mostraría en sociedad. Mi perra Murcia, aunque no me entienda a nivel verbal, aunque no hable, es la que mejor conoce mi esencia, la que me ha visto ser de verdad, sin imposturas humanas. Esa percepción avanzada, misteriosa, de los perros, está también presente en el Sieso de Un amor. Si hay algo que tienen en común mi libro y esa maravilla absoluta de Sara Mesa es precisamente la narración de la soledad de un personaje herido frente al misterio de un animal. 

El estilo es descarnado, apremiante, como el hilo de pensamiento de una mente agotada pero incapaz de parar, como un homenaje a todos los pensamientos que reprimen las mujeres, ¿quería reflejar eso?

Quería reflejar lo que calla la Humana. No pretendía que mi novela representase a todas las mujeres, eso sería terriblemente reduccionista, ni que ejemplificase arquetipos de mujer. Cada personaje del libro es una persona en sí misma, con sus contradicciones y particularidades. En el caso de la Abuela y la Humana, hay una relación particular con el silencio, con el no contar cosas que les han sucedido. 

En esta novela hay, a la vez, sexualidad amenazante y fragilidad humana. ¿Cómo conviven ambas en la protagonista de esta historia? ¿Son aspectos que se complementan o se restan?

Por supuesto que son compatibles. Las personas somos un ramillete de complejidad, de contradicciones. Para que el efecto del ‘robo’ que sufre la Humana fuese mayor, me interesaba mostrar un personaje que fue fuerte, con una sexualidad poderosa, casi mágica, que en el momento de la narración ha desaparecido. Una víctima que, a pesar de ser una persona muy potente, de pronto se encuentra con alguien que sabe pulsar las teclas que la desactivan. Cualquiera de nosotros, por fuerte y seguro de sí mismo que sea, es proclive a caer bajo ciertas manipulaciones, ciertos yugos, sean estos del ámbito afectivo y sexual, del laboral, del familiar... Siempre hay determinadas personas que pueden desactivar nuestros poderes. 

La Abuela representa una sexualidad reprimida, atenazada de pudores, mientras que para la Humana llega a ser Fuerza. A día de hoy, incluso para muchas mujeres jóvenes, el deseo sigue siendo motivo de vergüenza. ¿Cómo reclamó la Humana lo que era suyo?

La verdad es que no sé cómo lo hizo la Humana, porque su forma de adquirir La Fuerza, ese control y esa determinación en su propia sexualidad, forma parte de un momento que no se termina de narrar el libro. Pero he conocido a mucha gente que es, de alguna forma, menos propenso a quebrarse ante los mandatos sociales y el machismo que flota en el ambiente y que interiorizamos. Nunca escribo ficción pensando en la utilidad de las historias a nivel social. Escribo abducida, dejándome llevar por los personajes y el texto, casi lanzando una cuerda entre un punto y otro marcados en la estructura, de forma instintiva. No pretendo que la Humana sea ejemplo de nada. No es una heroína. De hecho, no creo que ella reclame nada en el libro. Simplemente intenta sobrevivir.

En la novela, es en las conversaciones de las mujeres tras la terapia donde se van abriendo y desentrañando cuestiones tan complejas como el placer o la culpa. ¿Es así, hablando, como conseguiremos que no nos quiten lo primero ni nos carguen con más de lo segundo?

No tengo ni la menor idea. Lo cierto es que, aunque a veces siento que avanzamos en cuanto a feminismo, también me parece que todo se vuelve cada vez más perverso y retorcido. Leo sobre abusos grupales entre menores, adolescentes con una idea nociva del sexo, y siento que la mercantilización de todo, la muestra de modelos de conducta terroríficos, han calado en la raíz, y no hay demasiada esperanza. Me asusta que, pese al avance de la conciencia feminista, los horrores se sigan perpetuando. Por supuesto, a veces hablar puede ayudar. Soltar las propias historias y escuchar la de las otras va construyendo un mundo que hasta ahora existía, pero estaba a oscuras. Pero esto suena demasiado utópico. Creo que hay que cuidarse, hablar en confianza, en ambientes concretos, con las personas correctas. Se nos ha vendido una idea del feminismo como un gran matriarcado en el que cualquiera va a empatizar y apoyarte, y, en lo que respecta a la confesión de violencias, esto no sucede así en todas las ocasiones. El mundo es la selva. Lo primero que debe hacer una víctima es cuidarse a sí misma, no ponerse en riesgo. Siempre recuerdo esa frase de la fiscal del caso de La Manada: “No se puede exigir a las víctimas una actitud peligrosamente heroica”. En el caso de la Humana, lo que abre la posibilidad a la confesión son el logro de una cierta alegría momentánea, la confianza en la otra y el consumo de mdma. Pero, como digo, es un personaje concreto, no un ejemplo a seguir.

Además de escritora, es editora. ¿Qué ha descubierto o aprendido con este oficio?

Como editora me interesa especialmente la parte de la búsqueda, el encuentro de una persona con una idea, con un libro sin hacer, o empezado, o terminado ya. El arremangarse y empezar a trabajar en el libro, la conversación y el proceso de descubrimiento de la narrativa de esa persona. Me gusta incluso la parte de acompañamiento psicológico que supone a veces un proceso de edición cercano. He descubierto cosas muy distintas en cada libro y persona que he editado. Lo que más he aprendido es a tomar ejemplo de muchas de mis autoras y ser libre en la escritura. No dudar de mi voz. Y, a fuerza de editar textos de otras autoras, he aprendido a editarme a mí misma, a observar mi texto con una distancia que antes me costaba muchísimo.

Precisamente del mundo editorial habló el sábado pasado en la Biblioteca Regional de Murcia en del festival Demoleer, en una mesa sobre vuestra eperiencia en este ámbito. ¿Cómo ha sido?

Querría recalcar que la experiencia de haber estado en Demoleer ha sido absolutamente maravillosa. Parece mentira que un festival tan bien organizado, con tantas buenas ideas, esté en su primer año. Volví absolutamente agotada, pero feliz. En la charla que tuve con Cristina Morano y Ani Galván partimos del tema de la publicación, pero, como siempre sucede, nos fuimos yendo por otros derroteros que tenían más que ver con qué es la literatura, la literatura fuera de los libros, las fuentes de inspiración en el mundo. En mi caso, he tenido una suerte inmensa: publicar ha sido muy fácil en cuanto a la buena disposición de las editoriales. He vivido la enorme fortuna de haber tenido editores majísimos interesados en mis textos desde que empecé a publicar en medios, hace casi diez años. Mi mayor obstáculo para publicar he sido yo misma: mi dificultad para sacar adelante textos que me pareciesen dignos de estar en un libro, el placer que encuentro en no escribir para nadie, en no concretar los límites de un texto. Aun así, siento que en los últimos años soy cada vez más práctica en cuanto a la escritura, voy más a tiro hecho, disfruto con darle cierre, título y portada a los textos.