Entrevista | Javier Castro Escritor y editor

Javier Castro: "Esta Región tiene las peores políticas culturales de España"

Acaba de publicar su tercer libro, ‘Aquellos días’ (Tres fronteras), una obra "sin un porqué". Opiniones literarias, recuerdos y observaciones cotidianas de un tipo que se atreve a contradecir a un tal Melville, que decía que "no se debe escribir la historia de una pulga": "Yo prefiero dejar aquí algunos instantes pulgosos", le responde

Javier Castro posa con su  libro ‘Aquellos días’ en la escalera del Centro Párraga.

Javier Castro posa con su libro ‘Aquellos días’ en la escalera del Centro Párraga. / Francisco Peñaranda

Uno de los pocos alicientes para seguir colando el hocico en ese cementerio de elefantes llamado Facebook es el muro de Javier Castro. Uno imagina al editor y escritor extremeño (Plasencia, 1966) relamiéndose de vuelta a casa, la baguette pinzada en el sobaco, escribiendo ya esas historias que se encuentran a poco que se pisen las aceras. También se pregunta uno si las lejas de su casa sujetan libros o al revés. O qué demonios hace un tipo de Plasencia en Corvera. O cómo hace para ser -se diría- feliz siendo tan inteligente. Su nuevo libro, Aquellos días, recoge algunos post escritos entre 2005 y 2013. No se puede decir que respondan a nada, pero sus textos ayudan a acomodar el culo en este extrañamiento vital que rodea a las personas que compramos en Iberlibro. Y, de una manera también rara, a sentirse en casa.  

¿Qué encuentra en las redes sociales?

Creo que la escritura puede crecer en cualquier lado. Para mí, las redes sociales son un lugar que incita a la escritura. De hecho, Facebook ha tenido eso: muchos se han reencontrado con la escritura. Yo soy uno de ellos, no había vuelto a escribir desde las redacciones del instituto. No me consideraba escritor ni me ponía a escribir en casa ni nada. Y Facebook me motivó para ir escribiendo lo que veía, lo que opinaba...esa idea de que las redes sociales son vulgares es muy simplona. Uno hace con las redes lo que quiera. Yo las uso para escribir.

Como escritor, ¿temía el formato libro?

Miedo no había. Yo leo libros muy buenos, y sé que no pertenezco a esa especie. Lo que leo siempre es mejor que lo que escribo. Como leo a escritores de puta madre, nunca me he creído buen escritor. Pero sí que en Facebook he encontrado a gente que se emociona con lo que escribo, que se ríe, o que le interesa... Me gustaba que escribías algo con mucha pasión y al día siguiente eso ya estaba olvidado en el muro. Eso me animó. Me lancé a la piscina sin complejos y fui teniendo material. Yo creo que si alguien me quisiera conocer no tendría que follar conmigo, tendría que leer mi muro de Facebook de los últimos 12 años. Sabría de qué palo voy. Y me pareció interesante recopilarlos, porque a mí me gustan los libros sin un porqué. Este es uno de ellos. Hay opiniones sobre libros, recuerdos, cosas que veo por la calle...a mí me apasionan los libros que son un batiburrillo.

¿Sus ‘post’ de Facebook le hacen más escritor que los tres libros que ha publicado?

Creo que lo que me hace escritor es que cuando escribo hay algo que me arrastra. No sé si a ti te pasa, de repente estás escribiendo y las palabras te arrastran. Eso es apasionante. Me hace escritor lo que disfruto escribiendo. Ni siquiera publicar en Facebook o en físico. Creo que escribir es decir lo que querías decir y algo más que no controlas y es mejor. Luego hay juntaletras, que piensan que escribir les va a hacer famosos. 

"Los escritores no evolucionan. Al menos, los que a mí me gustan: si un autor escribe desde la sinceridad, escribe siempre igual"

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Dice ser consciente de que lo que lee es mejor que lo que escribe. ¿No leería jamás un libro como Aquellos días?

Bueno, también me gustan los libros malos. Son maravillosos. Cuando leo un libro muy bueno, lo único que me viene a la cabeza es: «Hijo de la gran puta». «Este es un hijo de puta, esto es la hostia, es demasiado bueno». Sin embargo, con los libros regulares o los malillos, te sientes hermanado. Dices: «Me cago en Dios, este es un colega mío. Es igual de malo que yo». Luego me pasa que, como nunca tengo un duro, compro libros en Iberlibro, y encuentro cosas que no son perfectas pero tienen mucha carne, están muy bien. Con los libros y con las tías, las cosas muy perfectas me dejan congelado. Cuando ves esa cosa intermedia sientes una conexión. A mí me fascina Manuel Moyano. Este hijo de puta, ¿cómo cojones le sale tan fácil? Si yo quisiera parecerme a él, no habría escrito ni media palabra. Pero hay que olvidarse de eso, cada uno tiene que escribir a su manera, olvidando un poco al lector que es. Si te gustan los libros malos, el problema es que te vienes arriba y crees que estás haciendo algo bueno que seguramente sea una mierda. Pero si te gustan los buenos...olvídalos.

Se suele decir que se pueden escribir buenas canciones habiendo escuchado malas canciones. ¿Se puede escribir bien leyendo malos libros?

Creo que no. Igual suena muy duro, pero...está esta teoría de que la gente que lee a Marwán va a saltar a Cernuda el año que viene, pero yo creo que no. Cuando entras en lo malo...eso es como el barro, te vas hundiendo. Creo que es preferible no leer, ser un friki que de repente sale de la nada, a leer ciertas cosas. Sobre todo, si piensas que lo malo es bueno. Ahí vas a caer en el cliché, en la mediocridad, en la falta de libertad, porque la libertad te la da el haber estado rodeado de cosas buenas, si estás en lo cutre no vas a ningún lado. Si yo fuera a ‘First Dates’, que no voy a ir porque tengo pareja, lo que nunca querría es que me pusieran a una tía que lee libros que a mí no me gustan. Prefiero una que no lea, que diga que a ella le gusta ir al gimnasio. Pues de puta madre, vete al gimnasio y déjame a mí leyendo. 

Dice que le ha cogido el gusto a publicar libros, ya trabaja en un cuarto...

Sí. ¿Tú que llevas, uno o dos ya?

Publiqué uno, escribí otro y me comí una mierda. Estoy con un tercero.

[Ríe] En España, publicar un libro es comerse una mierda. Cuando te llega un libro tuyo te vienes arriba, yo me lo llevo a la cama, lo pongo en la almohada...es una cosa muy bonita. Y dices: «Yo me moriré, pero estará esto en la biblioteca». Te imaginas que pasan 300 años y siguen hablando de ti [ríe]. Hay un momento ahí de superar la muerte, de sentir que no te vas a morir nunca más. Yo soy lento escribiendo, pero estoy preparando uno llamado Mundo libresco. Todo lo que yo opino sobre qué es leer, qué es editar...creo que es una cosa bonita.

"Como leo a autores de puta madre, nunca me he creído un buen escritor"

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¿Cuál es su método a la hora de leer? 

Leo siempre. Voy siempre con libros. ‘Siempre’ es de lunes a domingo. Subo al campo y me llevo un libro, soy muy constante. En la cola del Mercadona leo. Solo lo que me interesa, y no me causa complejo. La mayor parte de cosas que la gente admira, yo no las leo. No he leído Panza de burro, ni a Marta Sanz ni a Cristina Morales...un montón de cosas que ha leído todo Dios. A mí no me interesa la novela. Me interesa el mundo y la gente. La novela me interesó en su momento, ahora solo leo los de amigos que publican y me regalan sus libros. A mí me interesan los campos de concentración, diarios, vidas de gente, viajes...Me vale mucho tener redes sociales porque tengo ahí escritores y gente de la que me fío más que del crítico de ‘El País’, que es un paniaguado al que solo le interesan cuatro editoriales. Pero no tengo un método profesional, leo desde la pasión. Luego, me la suda el ‘chupapollismo’ murciano. Hice un libro sobre reseñas y ninguna era de un autor murciano. No leo a nadie para que me lea a mí. Eso no me interesa. Alguien puede ser muy amigo mío, quererle mucho y no leer lo que escribe porque no me interesa. Es un tipo de lectura muy social: X saca un libro, es muy buena gente y es de aquí de Murcia, vamos a leer su libro. 

Luego hay un momento incómodo: esperan que se diga algo de su libro.

Totalmente. Yo este no lo he presentado, no creo en las presentaciones de libros. Aquí hay profesionales de dorar la píldora, de reseñar libros para que reseñes el tuyo...es un intercambio muy mediocre.

Una de las cosas que más atraen de usted, tanto escribiendo como al frente de Newcastle Ediciones, es su entusiasmo. ¿Le molesta si alguien le llama ‘intelectual’?

No me molesta, pero es una exageración. Yo soy un entusiasta, como tú dices. No soy un intelectual que estudie a fondo. Soy un picaflor, hay muchas cosas que me interesan, pero me define más la pasión que esa figura del pensador. Me lo paso de puta madre leyendo, escribiendo y editando. Es una fuente de felicidad. Solo tengo un recuerdo terrible: la asignatura de Literatura en el instituto. Esa idea de analizar. Leíamos La Regenta, pero no de principio a fin. Íbamos al capítulo 7 a ver no sé qué. Luego, al 2, luego...era una cosa terrible. Mucha gente entiende los libros como algo intelectual y serio. Yo creo que te hacen disfrutar y ser feliz.

"Soy un picaflor, hay muchas cosas que me interesan, pero me define más la pasión que esa figura del pensador"

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Lo que sí le molesta son las políticas culturales en la Región.

Soy muy crítico. De los que más caña dan en Murcia con estos temas, seguramente. Eso lo he pagado también, porque esta es una Región dura, pero sigo siendo crítico. Creo que esta Región tiene las peores políticas culturales de España. La única en la que no hay políticas de ayuda a la edición, la única en la que no hay becas a escritores. Tú te vas a Extremadura, de donde yo soy, y hay ayudas para que los escritores podáis escribir. Te dan 4.000 euros para que tú durante unos meses no estés jodido y puedas escribir con tranquilidad tus crónicas, tu novela, lo que sea. Aquí eso no existe. Aquí hay gilipolleces, semanas internacionales...todo es internacional. Ahora ha sacado el Ayuntamiento un premio de novela...[El I Certamen Literario Ramón Gaya, que pretende ensalzar la figura del pintor y está dotado con 30.000 euros].

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Justo le iba a preguntar.

Es aberrante, surrealista y cateto. Es una cosa más de pueblo que las amapolas. 

En la presentación se insistió mucho en la dotación económica.

30.000 euros. Y se van todos a Madrid al Círculo de Bellas Artes a echarse fotos. Todo ese dinero más lo que cobrarán los que salen en las fotos, joder, pienso en lo que se podría hacer con eso y se me llevan los demonios. Me lo tomo a coña porque es de película de Pajares y Esteso, pero es trágico. Hay una generación entera de escritores que podríais serviros de ese dinero. 15.000 euros en becas a escritores, por ejemplo. Estamos en la séptima ciudad de España y tenemos una política de pueblo cutre. 

Publicó El clavo solitario, su primer libro, en 2006. ¿Qué queda de aquel escritor?

Yo creo que es lo mismo. No me he curado [ríe]. Estoy en la misma posición. Era un libro alegre, pero había un gran poso de melancolía. No sé por qué cojones eso está en cada palabra que escribo. También te digo que los escritores no evolucionan. Al menos, los que a mí me gustan. Ahí está Eloy Sánchez Rosillo. En su primer libro es un chaval y en el último, un viejuno, pero es la misma voz y los mismos poemas maravillosos. Si un autor escribe desde la sinceridad, escribe siempre igual.

¿Y de ese lector?

Como lector sí he cambiado. Ligué muy poco de niño y adolescente, me comí muchos mocos. Y dije: «Hostia, pues hay que leer, que por lo menos me entretengo». Empecé con un plan sistemático alucinante. Leí La Odisea, La Ilíada, El Quijote, llegué a Los hermanos Karamazov y luego me di cuenta de que me interesaban las vidas, las crónicas, los diarios...yo estoy en una terraza, y si puedo arrimar la oreja y enterarme de la conversación de la mesa de al lado, mejor que mejor. Me interesa más que la ficción.

Dice que los libros le han hecho humilde. ¿Por eso ha editado más que escrito?

Sí. Mi madre leyó El clavo solitario y me dijo que escribía igual que Cervantes. Es una frase muy de madre. La pobre ha leído cuatro cosas, y esto le parecía la hostia. Cuanto más lees, más te das cuenta de dónde estás tú. Solo se creen grandes los que no han mirado alrededor. No hay año en que no lea tres o cuatro libros que me crujan la cabeza. Para mí, editar era un paso natural. Si no editaban otros los libros que me gustaban, los editaba yo. Como editor, tengo el mismo planteamiento que como lector: el entusiasmo es el motor. Si tengo que chapar la editorial no tengo ningún problema, porque he sido feliz. Lo que no voy a hacer es convertirme en un editor de libros malos porque den más pasta o lo que sea. Eso no va conmigo. Para editar libros malos ya están los demás [ríe].