Opinión | El que avisa no es traidor

¿Kate Middleton? ¿Y esa quién es?

Gracias a que el educadamente reglado intercambio de argumentaciones mesuradas y correctamente políticas no nos preocupa, hemos podido asumir y digerir la tragedia que se abate sobre la familia real británica, mucho más grave que las que ya padecimos en nuestras propias carnes

Kate Middleton.

Kate Middleton. / Europa Press

Españoles todos: somos súbditos de Su Graciosa Majestad, Carlos –que no Charles, al menos para nosotros– Windsor, III de Inglaterra, y de su no tan graciosa consorte, la reina Camila –que no Camilla–, ex largo tiempo concubina –o barragana, por ceñirme a la lengua clásica– del ya coronado cuando aguardaba muy pacientemente el óbito de su progenitora Isabel –que no Elizabeth– II también de Inglaterra, Escocia, Gales e Irlanda. Del Reino Unido, vamos.

Súbditos dizque somos de tamaña y prolija dinastía. No hemos de extrañarnos, pues, de haber tenido inmersos en las sopas de los telenoticieros de mediodía, de la tarde y de la noche los avatares desaparecientes y sanitarios de la esposa del heredero, y por tanto futuro rey, de la corona de los Windsor, a la sazón llamado Enrique, que no Henry.

Dicho lo cual, no queda menos que felicitar a los siempre eficientes medios de comunicación españoles, especialmente los audiovisuales, que han sabido deleitarnos con las vicisitudes médico-evanescentes de la pobre dama heredera consorte, cuya salud y presencia social ha sido tan preocupante para los ciudadanos que aún piensan en el reino de la Gran Bretaña equiparándolo a la ‘Pérfida Albión’.

Hemos de reconocer que las desdichas de la pobre Catalina Middleton han devenido en efecto balsámico para los naturales del sur de los Pirineos, aunque no estoy seguro de que para los que viven al oeste de la raya de Portugal también haya sido así.

Porque ¿qué mejor bálsamo de Fierabrás, ungüento intelectualmente sanador, loción relajante o poción mágica hubiéramos tenido para soslayar las tribulaciones abatidas sobre nosotros gracias a los ecos de Miguel Tellado bramando en la tribuna del Congreso, doña Montero escupiéndole consecuentemente a la cara (intelectual, claro) y tantos otros que les siguieron en esa dialogante dinámica?

Agradecidos hemos de estar –«Aljanduliláh», que dicen los verdaderos creyentes– a tamaño despliegue mediático que ha conseguido abstraernos de los verdaderos problemas del Estado español. Que son, como bien sabido es, el insulto de Feijóo a Sánchez, el de este a don Alberto en justa correspondencia; el vómito de Rafael Hernando sobre la pechera de Francina Armengol; la pedorreta inmisericorde de Patxi López sobre su apreciado compatriota liberal Borja Sémper...

Gracias a que este educadamente reglado intercambio de argumentaciones mesuradas y correctamente políticas no nos preocupa, hemos podido asumir y digerir la tragedia que se abate sobre la familia real británica, mucho más grave que las que ya padecimos en nuestras propias carnes y vergüenzas con ‘nuestros’ Borbones y sus tejemanejes de negociantes dignos émulos del gitano –con perdón racista– que vende la burra tuberculosa espabilándola previamente con arginina, felinalanina y glicina: Enershot Jer 30ML es el producto farmacéutico (San Google es una mina).

Pues eso: viva Catalina (Kate), viva Carlos (Charles), viva Camila (Camilla) y demás –como en su momento vivió ‘leididí’ (Lady Di)–, que nos hacen olvidar que no hay vivienda para jóvenes, ni comedores infantiles suficientes, ni transporte público eficiente, ni aire limpio que respirar, ni médicos de familia que puedan hacer su trabajo ‘comme il faut’, ni albergues para los marginados por el capitalismo neoliberal, ni...nasti de plasti.

Así, vivimos tan contentos con nuestras terrazas hosteleras, nuestras procesiones, nuestros crucificados y resucitados, nuestras fiestas panochas y nuestras reinas de la huerta. Aljanduliláh, repito. Al fin y al cabo, ¿qué más da quién sea Kate Middleton? Ocupa nuestra atención y somos felices.

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