Opinión | Nos queda la palabra

M de macho

Foto de archivo de una manifestación por el 8M, Día Internacional de la Mujer.

Foto de archivo de una manifestación por el 8M, Día Internacional de la Mujer. / EFE

Perdido hace años el calificativo de trabajadora, el 8M está a punto de dejar caer también el sustantivo de la igualdad.

Aún se mantiene su carácter reivindicativo, pero no cesan de crecer las postales con corazoncitos que desean un feliz día como si fuera festivo.

Y los que ya no se esconden son los monstruos que amenazan la convivencia y exhiben su matonismo tanto en el Congreso como en los platós de televisión o en las redes sociales.

El circo campa a sus anchas y el pan se estrecha, cuando no se prohíbe. La educación, en manos de unas autonomías donde se comparte pupitre con los que niegan la violencia machista, se presenta como libre, porque elude la formación en paridad.

Hoy todo se fía al talento. El mismo que, desde la escuela, dirige a las niñas hacia el hogar y las letras y a los niños hacia el trabajo y las matemáticas.

Prohibido hablar de cuotas. Si alguien no llega no es porque parta en desventaja o tenga que sortear obstáculos a cada paso. No. Es porque no lo vales y, por tanto, decae el apoyo de la parte más desprotegida, ya sea por cuestiones económicas o de sexo, que es lo que nos ocupa.

Las ayudas van tornando en colectivas para salvar la vuelta atrás. Si llegan a todos, nadie, salvo los que siempre han votado en contra de cualquier progreso de la mujer, puede abrir la boca. Así, la mujer, siempre en la escala más baja, es la más beneficiada de la subida del salario mínimo, la estabilidad laboral, las pensiones o las becas.

En otros planos autonómicos hace tiempo que, a pesar de la legislación, se mantiene alzado el freno al derecho al aborto en la sanidad pública y a las asociaciones que atienden a las víctimas de violencia de género mientras se dopa a los colectivos religiosos que tienen entre sus mandamientos poner la otra mejilla, que es femenino, ante la mano alzada.

Únase a todo ello la fragmentación controlada o no del movimiento feminista y comprobáremos quién va ganando el relato.

Con el tiempo, si no lo impedimos, solo quedará el recuerdo de una M de macho.

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