Opinión | Nos queda la palabra
Sujétame el cubata
De lo que no se sorprenden los privilegiados, aquellos a los que no les hace falta pisar un Casino o se molestan por ver una botella en el suelo, es que en la cabeza del festejo se sitúe una carroza de Apuestas de Murcia
Se rasgan las vestiduras los de Trapería porque los jóvenes hacen botellón en el Entierro de la Sardina, como si las cañas a tres o los cubatas a ocho euros permitieran asomar la cabeza por alguna barra.
Por ahora, carecen de grupo propio, aunque, por las maneras, prometen. Beber en la calle, al fin y al cabo, es quizá la principal seña de identidad de los sardineros. Con el gin-tonic casero en la mano, los jóvenes, aunque los critiquen, auguran el relevo generacional si continúa la deriva de una fiesta a la que no hace falta privatizar. Tranquilos.
De lo que no se sorprenden los privilegiados, aquellos a los que no les hace falta pisar un Casino o se molestan por ver una botella en el suelo, es que en la cabeza del festejo se sitúe una carroza de Apuestas de Murcia. Quizá porque nuestra Región lidera las casas de apuestas en toda España por mor de empresas con los que yo mismo no me atrevo a jugar, pues en algo estimo mi cabeza. Desconozco si tiraban cartones de bingo, pero lo que sí es seguro es que sobre ellos se fijaron los ojos de los miles de niños y jóvenes que, como si no hubiera un mañana mejor, se acercan al supuesto maná de aquellos a los que, siempre, les ha gustado estar arriba.
Alguno, sin duda, caerá en el señuelo. Es más, al parecer en esos garitos, siempre estratégicamente situados alrededor de centros educativos, las consumiciones son más baratas y en ocasiones gratis porque, evidentemente, el producto eres tú.
Nos flagelamos porque un año alguien pegó un mordisco a unas brasileñas y apenas si alguno abre ahora la boca ante el despropósito de los que quieren que mordamos el anzuelo de las apuestas en una de las comunidades donde más campa la pobreza y la desigualdad.
Tengo claro qué es más pornográfico e inmoral. Puestos a elegir, el juego erótico es consustancial a todo tipo de fiestas y a la vida. El juego económico también, pero ya nos engañan bastante como para abrirles la puerta a una noche que, ojalá, fuese tan solo mágica y popular.
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