Las Trébedes

Cliquen y vean

Si alguien me preguntase cómo mejorar su cultura política, lo primero que se me ocurre decirle es que empiece por visitar las webs del Congreso y del Senado y leer la Constitución vigente

Nordwood / Unsplash

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Carmen Ballesta

Carmen Ballesta

Cuando una es abogada, electricista o médica, por ejemplo, los amigos y familiares recurren a una cuando tienen algún problema relacionado con su profesión. En cambio, si una es docente, rara vez lo harán; y si lo hicieren, generalmente no será en busca de criterio o saber profesional, sino para desahogarse o buscar confirmación de sus planteamientos. Si alguien me preguntase cómo mejorar su cultura política, lo primero que se me ocurre decirle es que empiece por visitar las webs del Congreso y del Senado y leer la Constitución vigente. Comprenderán ustedes que no sea yo persona muy popular, dando estos consejos. En fin.

Comoquiera que los españoles estamos inmersos en una época de elecciones frecuentes, algunas recientes, las europeas el próximo nueve de junio (a falta de confirmación por el Gobierno) y quién sabe cuánto durará la presente legislatura, vale la pena mejorar nuestra participación política. Quizás hasta alguien puede tener la tentación de ser un corderito menos y atreverse a pensar por sí mismo, de abandonar esa minoría de edad culpable que decía Immanuel Kant en su alegato a favor de la ilustración. Nadie puede ya ignorar que corren malos tiempos para nuestras democracias. En un reciente artículo, el periodista José Andrés Rojo se hacía eco de la reflexión del historiador Timothy Snyder que cito de memoria: la democracia no es un mecanismo, no es algo que nos rodea, sino más bien algo que hay que hacer, un compromiso diario del que los ciudadanos parecemos habernos desentendido.

Manos a la obra y a predicar con el ejemplo. Entremos primero en congreso.es y… así no es como yo la recordaba. Ni como la esperaba. En mi supuesta recomendación yo habría dado por hecho que con un solo clic estaría disponible, por ejemplo, el texto de la Constitución vigente, pero no. Para llegar a ello hay que pinchar en 'La Institución' y luego, bajo el epígrafe 'Normas' (ojo, que primero una ve, porque lee de izquierda a derecha y de arriba abajo, 'Historia del Congreso' y 'Constituciones Españolas (1812-1978)'. Pinchar ahí es una odisea, aunque al quinto clic está fotografiada página a página la primera impresión con las firmas originales y es emocionante), decíamos que debajo de 'Normas' aparece 'Constitución' y con un tercer clic ya accedemos a la posibilidad de ver el texto constitucional en pdf del BOE en castellano con hipervínculos; o en lenguas de signos española y catalana, o en inglés. A la hora de entregar este artículo, no he hallado el texto leído, o sea que alguien ciego o sordociego tiene poco que rascar si acude a las webs oficiales del parlamento nacional.

A la vista del éxito relativo, pruebo con la web del Senado y hay más suerte, menos mal. Hay que recorrer la pantalla, pero en la primera pantalla se ve, bajo el título 'Conocer el Senado', el enlace 'Constitución, Reglamento y otras normas' y al primer clic aparece una breve introducción con enlaces al BOE y a las modificaciones aprobadas y el texto constitucional, con todo el índice dotado de maravillosos hipervínculos de modo que uno puede ir directamente al capítulo que le interese. Parece extraño que en la web del Congreso haya que hacer tal excursión para acceder a nuestra ley suprema.

No somos gente cobarde y no nos rendimos a la primera dificultad, volvemos al Congreso. Hallamos en la pantalla de acceso un enlace que reza 'Portal educativo', y como lo que buscamos es precisamente educarnos, mejorar nuestros conocimientos, clicamos. Oh. Aparece una chocante pantalla: fondo negro con el texto blanco. Dice 'Material de aprendizaje orientado a una audiencia de entre 8 y 12 años', pero se diría que esto es más bien una broma, porque el tipo de letra escogido desmiente los resultados de PISA si los niños de 8 años lo leen fácilmente; es una letra como escrita con pincel. Inasequible al desaliento, pincho en el primer enlace, 'El Congreso: ¿qué es? ¿dónde está? ¿cuáles son sus funciones? ¿cómo las realiza?', porque efectivamente todo eso es muy interesante. Primero pienso que qué bien, todo explicado con una presentación con animaciones (y muy ‘animada’, desde luego), pero pronto busco con ansia el botón de quitar el sonido, pues la musiquita es taladrante. Y luego confirmo que la broma que anunciaba la tipografía se confirma: ¡no es para niños! O sí. Después de varios visionados, aún no lo sé, porque los dibujitos, el colorido y los vaivenes y bailes de letras y muñecos sí parecen para niños (a los más añosos nos recordará el estilo lazaroviano en televisión), pero el contenido es denso y rapidísimo. Por ejemplo, se manejan bastantes conceptos abstractos (que no siempre se definen con rigor: el sufragio universal no consiste en el derecho al voto de «TODA (sic) la población mayor de edad de una nación») y un vocabulario que ya quisieran dominar muchos alumnos de bachillerato y el pueblo en general (ejemplos: elegibilidad, índole, (sí definen 'voto ponderado', ¡albricias!) , comparecencia, encomendar, competencia (de ‘capacidad’, no de ‘competición’), seno, a puerta cerrada, expiración, promulgado, interpelación, asistencia letrada). En cambio, otras cosas las explica muy bien, como mesa, grupo parlamentario, comisiones, ponencias; y también es un acierto el 'pespunte' que lleva de una pantalla a otra.

Por otra parte, además de mucha y buena información sobre la organización y funcionamiento del parlamento, en estos sitios una puede localizar a los diputados o senadores de su circunscripción y sus direcciones de correo electrónico. Ahora bien, queda claro que la participación política exige de los ciudadanos un mínimo de preparación, que se supone proporcionada por la escolarización universal, y de tiempo. Ay, el tiempo. Pudiendo ver tantas cosas entretenidas en la pantalla con un solo clic, a ver quién es el rarito que elige enterarse de cómo funciona la democracia y las instituciones de su país. Volvemos a Kant: si puedo pagar (con mi voto), para qué voy a pensar. Va por todos los raritos que valoran su autonomía moral.

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