Cartagena D.F.

La Cartagena de España

Lo que no podemos permitir los cartageneros es que, por muy distantes que sean nuestras ideologías y formas de pensar, vengan de fuera y lastren el orgullo que sentimos cuando se avanza y se progresa en el nombre de Cartagena

El letrero turístico en el Paseo Alfonso XIII, junto a la fuente del submarino Isaac Peral.

El letrero turístico en el Paseo Alfonso XIII, junto a la fuente del submarino Isaac Peral. / Ayto Cartagena / Felipe G. Pagán

Andrés Torres

Andrés Torres

Felicito a quien ha tenido la iniciativa de reparar los desperfectos en las grandes letras blancas que nos reciben cada vez que entramos a nuestra querida ciudad por el Paseo Alfonso XIII. Esas letras que emergen en la fuente que preside la réplica del submarino Isaac Peral, que dan la bienvenida y sitúan a los turistas que llegan por carretera. Esas letras que han lucido deterioradas durante mes y medio. Desconozco si el desastre lo ocasionó un accidente o un grupo de desalmados inconscientes, de esos que se entretienen arramblando con el patrimonio de todos, como si no fuera de nadie. Confieso que, cada vez que pasaba por la redonda, le preguntaba a mis acompañantes si ya habían reparado las letras. El sábado pasado, hace justo una semana, persistían los daños tipográficos, pero los han arreglado esta semana, porque, ayer, las letras ya se mostraban erguidas y orgullosas, con la dignidad de la histórica gran ciudad a la que anuncian.

Mi felicitación inicial se debe a que he llegado a pensar que los desperfectos se iban a convertir en otro símbolo de desidia en nuestra Cartagena, que relumbra como destino turístico, a la par que muestra dejadez en detalles aparentemente insignificantes, pero que reflejan descuidos o abandonos imperdonables, si queremos que nos tomen en serio cuando hablamos de que la Unesco reconozca a nuestra magnífica urbe como Patrimonio de la Humanidad. Por eso, también estoy feliz y exultante ante la reparación de lo que ha sido uno de los ejemplos de esta dejadez que se llevaba la palma, como la escalera mecánica del Molinete. Ayer mismo pasé por allí. ¡Funcionaba! Hubo un tiempo en que dejó de ser mecánica para ser exclusivamente metálica. El acierto de adecuar este ilustre monte de la ciudad para que pudiéramos subir los ciudadanos y de convertirlo en un parque donde pasar unas horas y disfrutar de bonitas vistas se ha truncado poco a poco. Y la eterna escalera averiada no ha contribuido precisamente a frenar este fracaso, que ha provocado el cierre de la coqueta cafetería ubicada en la parte superior, a tan solo unos metros del molino. Confiemos en que con la escalera activa también se reactive la zona.

Lo de los elevadores urbanos estropeados debe ser contagioso, porque la rampa mecánica que da acceso a la estación de autobuses también lleva una eternidad como símbolo de desidia. Al menos el martes pasado seguía parada. Los numerosos y empinados escalones para llegar al área de ventanillas son prácticamente insalvables si vas con una maleta medianamente grande. Por no hablar de las personas que van en silla de ruedas, a quienes la larga rampa de metal les debe parecer kilométrica y seguro que muchos optan por jugársela y entrar a la estación por el acceso reservado a los vehículos para llegar a los andenes y esperar, mientras un familiar o un amigo les compran el billete en la planta de arriba.

Bueno, no nos detengamos en estas minucias de la micropolítica cercana a los ciudadanos. Que a la vista está que apenas interesan a nadie. Con un panorama macropolítico como el actual, ¿para qué vamos a andar con estas pequeñeces? Y en tal caso, fijémonos mejor en que nuestra tipografía de recibimiento ya luce orgullosa y podemos hablar sin complejos en el nombre de Cartagena.

En el nombre de Cartagena, encendimos la gala de los Grammy Latinos con la llama de nuestros paisanos de Arde Bogotá, cuyo mejor premio no es el que no les han reconocido, sino sentirse tan orgullosos de su tierra, como nos sentimos nosotros de su música y sus triunfos.

Y en el nombre de Cartagena, nuestro Gobierno municipal aprobó ayer una moción contra la ley de Amnistía, que ha servido a nuestro reelegido presidente Sánchez como moneda de cambio con la que pagar los siete votos de Puigdemont, con los que se mantiene en la Moncloa. El pleno sacó adelante el rechazo al pacto estatal con el voto a favor de los ediles del PP y Vox. El PSOE de Torres y el Sí Cartagena de Castejón se opusieron a la propuesta, mientras que MC quiso vincularla a analizar las repercusiones que tendrá la amnistía para los cartageneros, pero no tuvo éxito con su enmienda, por lo que sus ediles se abstuvieron.

La sesión en el Palacio Consistorial evidenció que la distancia entre el Gobierno y la oposición se acrecienta por momentos, y que la falta de acuerdo y consenso entre nuestros ediles se vuelve a antojar imposible, debatan lo que debatan. Sus diferencias se asemejan a las que predominan en el Congreso, cuyas disputas se trasladan a los ciudadanos y hasta nuestro presidente desnuda su incoherencia al hablar tanto de construir puentes como de levantar muros

El tiempo y la historia dirán si España se rompe. Lo que no podemos permitir los cartageneros es que, por muy distantes que sean nuestras ideologías y formas de pensar, vengan de fuera y lastren el orgullo que sentimos cuando se avanza y se progresa en el nombre de Cartagena, la Cartagena de España.

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