Todo por escrito

Vacío

Gema Panalés Lorca

Gema Panalés Lorca

Cristiano Ronaldo ha incorporado un nuevo reloj a su colección: se trata de una exclusiva pieza de oro, con seiscientos diamantes incrustados, valorada en más de un millón de euros. Es curioso, porque a pesar del dineral que se ha gastado el astro portugués, lo más valioso de ese y cualquier otro reloj es lo que no se ve: los espacios en blanco que dividen la esfera y que permiten medir el tiempo.

Lo invisible es, casi siempre, lo que marca la diferencia entre lo bueno y lo malo, entre lo que funciona y lo que no. Pueden ser los huecos que separan las rayitas de un reloj o el aire que da forma a un balón.

En el arte chino hay un concepto que refleja el inmenso poder del vacío: se trata del (liú bái), que significa algo así como ‘dejar en blanco’. Según esta teoría del arte, que se relaciona con la naturaleza, los espacios en blanco que se dejan en el lienzo son los que realmente contribuyen a expresar la inmensidad de un paisaje. Lo que no se pinta es tan importante como lo pintado.

La sutileza y la simplicidad orientales contrastan con nuestra mentalidad occidental de excesos y exageraciones. Necesitamos llenar cada hueco, cada minuto de nuestro tiempo, con alguna actividad frenética. Pero es precisamente en la contemplación, en la ‘no actividad’ cuando se nos ocurren las ideas creativas.

Lo invisible condiciona el desarrollo de nuestra personalidad y hasta nuestras aspiraciones en la vida. Por ejemplo, la ciudad en la que vivimos. Los aromas que flotan en el ambiente, los ecos y murmullos de una plaza, los recuerdos que nos asaltan en cada esquina, la densidad del aire... Ese escenario intangible que nos rodea cual líquido amniótico puede encumbrarnos o aplastarnos.

Igual sucede con las casas. Lo más importante es siempre lo que no se ve. ¿De qué sirven los muebles caros y los electrodomésticos de alta gama, si las habitaciones no tienen el espacio que proporcionan los techos altos o el vano de un ventanal? Los objetos se vuelven superfluos cuando falta lo esencial. Lo que ocurre es que muchas veces somos incapaces de ponerle nombre a ese ‘vacío’ que lo condiciona todo.

Como dice el poema de Lao-Tse: «Treinta radios convergen en el centro de una rueda, pero es su vacío lo que hace útil al carro. Se moldea la arcilla para hacer la vasija, pero de su vacío depende el uso de la vasija. Se abren puertas y ventanas en los muros de una casa, y es el vacío lo que permite habitarla. En el ‘ser’ centramos nuestro interés, pero del ‘no ser’ depende la utilidad».

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