La Feliz Gobernación

Kafka en La Glorieta

El concejal socialista Andrés Guerrero (izq.), el teniente de alcalde de Planificación Urbanística, Huerta y Medio Ambiente, Antonio Navarro y Rebeca Pérez, coordinadora del PP.

El concejal socialista Andrés Guerrero (izq.), el teniente de alcalde de Planificación Urbanística, Huerta y Medio Ambiente, Antonio Navarro y Rebeca Pérez, coordinadora del PP. / L.O.

Ángel Montiel

Ángel Montiel

Muchos papeles y ninguna resolución práctica derivada de ellos. El caso Teatre es la versión murciana de El Castillo y El Proceso, la ficción kafkiana hecha realidad. Cuanto más se abunda en el expediente administrativo más se observa la síntesis entre burocracia e incompetencia.

Todo está medianamente claro en la carpeta que contiene la negativa de la licencia a las discotecas Teatre y Fonda y la orden de clausura a las actividades de la primera, pues la segunda ni existe a efectos administrativos. Pero la burocracia municipal va por un lado y la actividad visible y propagada a las luces de la noche de ambas empresas, por otro. El señor K no se habría visto en otra.

Por si fuera poco, aparece en escena el abogado José María Caballero en defensa de los intereses del Teatre, el mismo que salvó de la quema del caso Umbra al exalcalde Cámara, quien nunca visitó un cajero bancario porque siempre llevaba suelto en los bolsillos mientras su cuenta bancaria, según los informes de la Fiscalía, no disminuía sino que se acrecentaba con su sueldo intocado. El brillante abogado Caballero es tan milagrero en su desempeño que es capaz de derogar el refrán de que por el humo se sabe donde está el fuego, como veremos una vez más.

Todo apunta a la incompetencia de la inspección municipal, incapaz de ejecutar una orden de clausura a lo largo de un año, y cuyo método es el control a través de llamadas telefónicas. Si el fatal incendio se hubiera producido en octubre de 2024, contaríamos dos años de negligencia burocrática, y así hasta la eternidad, ya que esto no llevaba camino de resolverse.

s legítimo sospechar, mientras no se aclare la cosa, que hay métodos de persuasión muy divulgados por el cine que podrían relajar las obligaciones de vigilancia e inspección. Porque de otro modo no se explica. Los concejales (in)competentes en el asunto no pudieron aclarar públicamente qué pasa con la inspección. Y es que de la misma confusión que muestran se deduce que lo deben tener muy claro.

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