Limón&Vinagre

Remco Evenepoel: La hoguera flamenca

El ciclista belga Remco Evenepoel, tras la novena etapa de la Vuelta a España.

El ciclista belga Remco Evenepoel, tras la novena etapa de la Vuelta a España. / José Jordán / AFP

Josep Maria Fonalleras

Que yo sepa, Remco Evenepoel es el único ciclista que ha ganado una carrera sin llegar a la meta. Puede que incluso sea el único deportista que lo ha hecho. Era 2018. Hacía apenas un año que había empezado a competir y todavía era júnior. Tenía 18 años. Participaba en un critérium, una prueba de un día, en la región de las Ardenas, cerca de su casa, aquel paraíso de bosques negros y de ciclismo, en el corazón de Europa. Corrían en un circuito cerrado, con una regla excepcional. Cuando un corredor era superado por un rival con una vuelta de más, el ciclista abatido tenía que bajar de la bicicleta y retirarse. Nunca se había aplicado esta regla, hasta que llegó Evenepoel y la hizo real. Al doblar a quien iba segundo, la dirección del critérium hizo parar la carrera. Evenepoel ganó sin cruzar la línea de llegada.

En ese año, en 2018, el belga disputó 26 carreras y acabó 22. ¿Cuántas ganó? 22. Fue una auténtica eclosión, una tormenta flamenca, una epifanía que venía a revolucionar el mundo del ciclismo. Entre las victorias del júnior Evenepoel, hay dos que destacan. Ya había ganado el campeonato de Europa de ruta y de contrarreloj en Glasgow y se presentaba en el Mundial de Innsbruck como favorito. Ganó, efectivamente, la contrarreloj, pero en la prueba de ruta se cayó. El pelotón aceleró, mientras él trataba de cambiar de bici. Había perdido varios minutos. Conectó con el grupo a falta de 40 kilómetros para la meta. Sin embargo, todavía había dos escapados. Los pilló y, después, a falta de 20, decidió irse solo y ganó con más de un minuto de diferencia. Antes de cruzar la línea, bajó de la bicicleta, la elevó al cielo y se proclamó campeón caminando.

Años después, vencedor de los mundiales en la máxima categoría (de ruta y de contrarreloj, ambos también), dijo que llevar el jersey del arc-en-ciel te convertía en alguien especial, único: «Ver cómo se extienden a través de los brazos los colores del arcoíris es una experiencia que te motiva».

Este era Evenepoel antes de ser el Evenepoel que irrumpió al año siguiente en el ciclismo profesional. Un nuevo Merckx, un caníbal que lo ganaba todo. Es ciclista, pero pudo haber sido un centrocampista notable, un compañero de De Bruyne o Lukaku en la selección belga. De hecho, fue capitán del combinado sub-16 y jugó en el Anderlecht y en el PSV Eindhoven. Pero lo dejó porque dijo que en el mundo del fútbol se habría enfadado muy a menudo.

Mito y heroicidad

El ciclismo es otra cosa. Vive del mito y de la heroicidad, quizá porque es allí donde el individuo se vuelve más frágil, donde todas las esperanzas son vanas, justo después de una curva maldita, justo antes de un descenso endemoniado. En poco tiempo (¡en tan poco tiempo!) Evenepoel ha recorrido todas las etapas de la mitología. Ha sido el primer hombre de la historia en ganar una carrera de tres semanas (la Vuelta de 2022), un monumento (la clásica más antigua de todas, la que atraviesa las Ardenas, la Lieja-Bastoña-Lieja) y los dos mundiales en carretera. También ha visto la tragedia de cerca: en 2020, en el Giro de Lombardía, en un descenso terrorífico, se topó con un puente y cayó por un barranco de casi siete metros. Sobrevivió: fractura de pelvis y afectaciones en el pulmón.

En la Vuelta a España, que termina este domingo, era uno de los favoritos. Había ganado en Arinsal, había completado una excelente contrarreloj y luchaba con los Jumbo por la general. En la subida al Aubisque, en los Pirineos, colapsó. Al llegar a la cima del Tourmalet, el día de las vírgenes más montañosas, había perdido 27 minutos. ¡Casi media hora! Pasó una noche pavorosa, lloró, sufrió insomnio, y pensó en lo que le había dicho su mujer, Oumi Rayane: «Los campeones siempre responden».

Desde entonces, atizado por el fuego de la supervivencia y la dignidad, no ha parado de atacar, salvo en la etapa de Bejes. Se ha escapado, ha ganado dos etapas más y ha fracasado en el inabarcable Angliru, quizás porque no leyó las recomendaciones del compañero Sergi López-Egea, el que más sabe de ciclismo ( «aquí no se puede atacar desde lejos»). En la cima de la Cruz de Linares, ayer, volvió a ser el voraz, incansable, robusto aspirante a la gloria. El community manager de la Vuelta lo resumió con una letra de Desakato, el grupo de rock duro que se despide de los escenarios: «Hoy ves tú hoguera como la mía, va resurgiendo de las cenizas si no se ha apagado bien». Evenepoel, el cuerpo en llamas.

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