Viajes a ninguna parte

Pequeña odisea en el espacio

La curiosidad del hombre y del cine no tiene fronteras, igual que el espacio y las naves espaciales que lo surcan

Un fotograma de la película ’Lightyear’.

Un fotograma de la película ’Lightyear’. / DISNEY/PIXAR

Llevamos varios años, tal vez décadas, donde el mejor cine se hace en los estudios de animación. Yo me he dado cuenta ahora que paso gran parte de mi tiempo libre con mi hijo en el sofá de casa recorriendo hasta el último rincón de la plataforma Disney+. Dentro de la extensa oferta, tarde o temprano, siempre terminamos acudiendo a las películas con temática espacial. La infancia (y la vida adulta) es, entre otras muchas cosas, la fascinación por el infinito, por las naves y los astronautas, por esa imagen tan cinematográfica que enfrenta al hombre con la inmensidad del universo.

De esta manera hemos podido ver cerca de un centenar de veces WALL-E. La historia nos traslada al año 2800. La Tierra se ha convertido en un mundo inhabitable con montañas de inmundicia por todos lados. WALL-E, el protagonista, es un robot que fue creado para limpiar el planeta. Es un cacharro perfecto que ha pasado los últimos siglos sin faltar a su cita diaria amontonando basura hasta que aterriza una nave y se encuentra con EVE, un androide sofisticado equipado con la última tecnología disponible en varias galaxias a la redonda. A partir de este momento, juntos emprenderán un viaje intergaláctico con sus correspondientes trastadas, una aventura que conquistará el alma cinéfila de la familia al completo. Lo mejor, sin duda, es que se trata de una obra muda que podría haber filmado el mismísimo Chaplin. Es inteligente y tremendamente divertida, y tiene ese toque sentimental sin cruzar ni media palabra tan propio del maestro del silente. Una auténtica y maravillosa rareza.

La siguiente en la lista es Lightyear. Si han seguido de cerca los pasos de Andy, el niño de Toy Story, recordarán que en los primeros compases de la saga de Pixar recibió un regalo muy especial por su cumpleaños que cambió el curso de la animación radicalmente. Se trataba de un Buzz de juguete. Ahora los dirigentes de este mundo tan particular han decidido hacer la película en la que estaba basado aquel muñeco. Puede que Lightyear no contenga la chispa de las cuatro entregas de Toy Story, pero reúne todos los ingredientes para ser un gran título de ciencia ficción y está realizada con los movimientos de cámara propios del cine de nuestros días. Para nosotros tiene, además, un inmenso valor personal, ya que fue la primera vez que mi hijo acudió a una sala de cine. En aquel templo vacío se desencadenó la bomba atómica de su diminuta cinefilia y desde entonces no ha parado de crecer.

En ocasiones, cuando veo Lightyear, no puedo dejar de pensar en los pasos que fue dando la industria para que esta producción se llevase a cabo. El primero de todos es 2001: una odisea del espacio. En la historia centenaria de esta modalidad artística aún no se ha filmado nada que pueda aproximarse a esa elipsis de miles de años que va desde el mono hasta la carrera espacial. El baile de las naves alrededor de la Tierra con los compases de El Danubio azul inundándolo todo es un hallazgo que sobrepasa los límites de la pantalla y sirvió para prender la mecha del cine que vino a partir de los setenta. Sin esta obra colosal de Stanley Kubrick no se entienden los Lucas, Spielberg o Nolan tan presentes en la cultura contemporánea.

Lightyear también ha bebido mucho de Star Wars. Ese ejército de cíclopes con Zurg a la cabeza es una extensión del lado oscuro nacido de la cabeza de George Lucas. Yo no pasé de la primera trilogía, y no tengo la menor idea de por donde ha derivado aquella galaxia levantada en armas. Me rindo, eso sí, a la creación de sus mundos ilimitados y a la grandeza de algunos de sus personajes principales. De todos los recovecos mostrados, me quedo con el diseño del Halcón Milenario de Han Solo, otra buena interpretación de Harrison Ford, y esa manera tan apabullante de devorar un puñado de años luz de nuestro universo. Cuando lo veo subido en su juguetito intergaláctico siento que la inmensidad de allí afuera es algo más asequible para todos nosotros.

La tercera de las referencias que me asalta en mi reiterativo ejercicio de contemplar al célebre space ranger es Interestelar. La filmografía de Christopher Nolan tiene ya un peso importante para los cinéfilos de medio planeta y podemos considerarlo como el director estrella de nuestra época. Sin embargo, yo no termino de sentirme cómodo con su manera hacer cine. Reconozco su inmenso poder de emocionar a través de la imagen y el sonido, pero descubro ciertos agujeros argumentales que me sacan de sus películas. Sin embargo, en Interestelar (hoy me he propuesto quedarme con los puntos positivos) hay una idea perturbadora sobre la existencia del ser humano que me parece sublime. Ese hombre que sobrevive a su hija con motivo de sus viajes espaciales es de una dureza difícilmente igualable. Este suceso, más allá de su valor cinematográfico, para mí tiene un enorme significado divulgativo. Nunca antes, y ahí dejo mis cursos dedicados a la teoría de la relatividad en la Facultad de Física de Granada, vi tan claro toda aquella batalla por la velocidad y el tiempo de Albert Einstein. Nolan, lo reconozco, ha acercado la ciencia al gran público como nadie y solo por esa cruzada tiene todos mis respetos.

Hasta aquí llega esta suerte de aventuras a lo largo y ancho del universo. La tarde de este cálido 15 de agosto, por fin, va cayendo y mi hijo empieza a impacientarse. Llega la hora de preparar un aperitivo y de calmar sus ansias astronáuticas con alguna pieza de Disney+. Nos vemos, con suerte, en otros mundos. To infinity and beyond…

Astronautas imprescindibles

Space Cowboys (Clint Eastwood, 2000)Un viejo satélite soviético está a punto de estrellarse contra la Tierra. Parece mentira pero, en esta era dominada por los avances tecnológicos, la solución pasa por el veterano coronel Frank Corvin. El tiempo apremia y pronto se llegará a la conclusión de que la única opción para evitar la catástrofe es incorporar a la misión a otros tres veteranos para completar el Equipo Dédalo.

Space Cowboys (Clint Eastwood, 2000)Un viejo satélite soviético está a punto de estrellarse contra la Tierra. Parece mentira pero, en esta era dominada por los avances tecnológicos, la solución pasa por el veterano coronel Frank Corvin. El tiempo apremia y pronto se llegará a la conclusión de que la única opción para evitar la catástrofe es incorporar a la misión a otros tres veteranos para completar el Equipo Dédalo.

Space Cowboys (Clint Eastwood, 2000)

Un viejo satélite soviético está a punto de estrellarse contra la Tierra. Parece mentira pero, en esta era dominada por los avances tecnológicos, la solución pasa por el veterano coronel Frank Corvin. El tiempo apremia y pronto se llegará a la conclusión de que la única opción para evitar la catástrofe es incorporar a la misión a otros tres veteranos para completar el Equipo Dédalo.

El planeta de los simios (Franklin J. Schaffner, 1968)Una misión espacial de larga duración aterriza en un planeta desconocido. La tripulación, con el coronel George Taylor a la cabeza, han estado invernando y ahora despierta en un mundo aparentemente deshabitado. Sin embargo, a medida que avanza la expedición comienzan a advertir síntomas de inteligencia en unos seres similares a los simios de nuestra Tierra.

El planeta de los simios (Franklin J. Schaffner, 1968)Una misión espacial de larga duración aterriza en un planeta desconocido. La tripulación, con el coronel George Taylor a la cabeza, han estado invernando y ahora despierta en un mundo aparentemente deshabitado. Sin embargo, a medida que avanza la expedición comienzan a advertir síntomas de inteligencia en unos seres similares a los simios de nuestra Tierra.

El planeta de los simios (Franklin J. Schaffner, 1968)

Una misión espacial de larga duración aterriza en un planeta desconocido. La tripulación, con el coronel George Taylor a la cabeza, han estado invernando y ahora despierta en un mundo aparentemente deshabitado. Sin embargo, a medida que avanza la expedición comienzan a advertir síntomas de inteligencia en unos seres similares a los simios de nuestra Tierra. 

Pequeña odisea  en el espacio

Pequeña odisea en el espacio

Gravity (Alfonso Cuarón, 2013)

La doctora Ryan y el astronauta Matt Kowalski tienen la difícil misión de reparar el telescopio espacial Hubble. Pero algo sale mal en ese pacífico universo oscuro. Una nube de deshechos espaciales les atrapa y pierden el control de la expedición. Será una lucha del hombre contra los elementos allí arriba, una lucha por la supervivencia con gravedad cero.

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