Plantas, frutos, raíces... y arte rupestre levantino

La recolección es, por el número de ejemplos, la segunda actividad de carácter económico destacada en el arte rupestre levantino

1. Abrigo del Ciervo (Dos Aguas). Foto y calco del Ramón Viñas; 2. Abrigo de los Recolectores (Alacón). Foto de Ignacio Royo y dibujo de José Royo.

1. Abrigo del Ciervo (Dos Aguas). Foto y calco del Ramón Viñas; 2. Abrigo de los Recolectores (Alacón). Foto de Ignacio Royo y dibujo de José Royo.

Miguel Ángel Mateo Saura

Miguel Ángel Mateo Saura

A comienzos de 2004, recibimos desde el Museo del Vino de Bullas una invitación para presentar una ponencia en el I Congreso sobre Etnoarqueología del Vino, que se iba a celebrar en noviembre de ese mismo año. Hemos de reconocer que, tras agradecer dicha invitación, recibida no sin cierta sorpresa por la temática del evento, la duda que de entrada nos asaltó fue la de precisar qué podíamos aportar nosotros, como investigadores del arte prehistórico, al tema. Pero la incertidumbre se disipó pronto. Es obvio que nada podíamos decir sobre el cultivo de la vid, pero sí cabía presentar las escenas de recolección de plantas, tubérculos y raíces que conocemos en el arte rupestre levantino como los primeros testimonios gráficos del contacto del hombre con la tierra, aunque fuera desde una vertiente depredadora, que en contra de lo que se pudiera pensar, era sostenible con los recursos, porque de ello dependía la supervivencia, y no desde planteamientos económicos de producción.

La recolección es la otra actividad de carácter económico, junto con la caza, que tenemos documentada en el arte rupestre levantino. Bien es cierto que el número de ejemplos que conocemos es muy reducido, sobre todo en comparación con las cacerías, que se cuentan por cientos, pero nos aportan información valiosa acerca del tipo de elementos vegetales que eran aprovechados por el ser humano, no solo para su dieta, sino también para otras funciones, como la elaboración de objetos, ya sean los arcos y flechas, los palos cavadores, los palos arrojadizos o los adornos, y también para acondicionar los espacios de habitación.

Un primer grupo de escenas están protagonizadas por personajes que muestran unos ademanes propios de la acción de excavar en el suelo. Adoptan una postura reclinada al frente, con los brazos extendidos y, en algún caso, sujetando un elemento rectilíneo que podríamos considerar como uno de esos palos cavadores con los que extraer los tubérculos o raíces, aunque no podamos descartar por completo que alguno de ellos sea el propio elemento vegetal. Por otra parte, la falta de detalles anatómicos claros no nos permite reconocer el sexo de los individuos involucrados en este grupo de composiciones, con la excepción de las figuras representadas en conjunto del Abrigo del Ciervo de Dos Aguas, que ataviadas con unas vestimentas de amplio vuelo, semejante a una falda de forma triangular, sí evocarían la imagen de sendas mujeres. Una de estas presenta la postura antes descrita, con el cuerpo orientado hacia el suelo, mientras sujeta en sus manos un objeto formado por dos trazos rectilíneos dispuestos en V, que podemos proponer como ejemplo de palo cavador.

En el segundo grupo de escenas de recolecta se muestra a los personajes erguidos y muy próximos a los motivos vegetales, que bien podrían ser árboles o arbustos, para recoger de ellos sus frutos. En algún caso, aparecen subidos directamente sobre estos, como vemos en el Abrigo de los Recolectores de Alacón

La recolección se completaba con la obtención de productos de origen animal, como la miel o los huevos, de lo que también tenemos testimonios en el arte rupestre levantino.

El consumo de productos vegetales es de gran importancia, ya que una dieta basada solo en el consumo de carne procedente de animales salvajes, o una ingesta excesiva de esta, supone un elevado aporte de proteínas que, en porcentajes altos, ocasionaría graves problemas de salud. De ahí que tengan una función nutricional básica las plantas y frutos que en la gran mayoría de las sociedades que calificamos como cazadoras recolectoras constituye, en realidad, la base de su dieta alimenticia, aunque esté extendida la falsa creencia de la preeminencia de la carne.   

Llegado a este punto, ¿qué elementos vegetales se consumían? Es un hecho que a partir de la lectura de las propias pinturas es muy difícil, prácticamente imposible, determinar la especie de los distintos recursos vegetales representados. El proceso de simplificación de las formas al que han sido sometidas las representaciones (que si bien en el arte levantino es menor que en otros artes prehistóricos, también lo sufre), hace que todo cuanto podamos decir no sea más que una mera hipótesis. Afortunadamente, contamos con los datos que nos aportan los restos carpológicos recuperados en los yacimientos arqueológicos. Así, sabemos que las sociedades autoras del arte levantino consumían bellotas, que proporcionan hidratos de carbono; piñones, que son fuente de lípido; tubérculos y raíces, que proveen azúcares, además de avellanas; variadas semillas de leguminosas, plantas herbáceas, diversos frutos de la familia de las rosáceas, como manzana, membrillo, almendra, zarzamora, nísperos o ciruela; y los frutos del serbal, las serbas, ricas en vitamina C. Así las cosas, caza y recolección proporcionaban el equilibrio aconsejable.

Suscríbete para seguir leyendo