Si ellos hablaran

Generadores de felicidad

Un perro

Un perro / L.O.

Raúl Mérida

La ciencia ha demostrado que, cuanto más se miran a los ojos perro y dueño, más oxitocina, la hormona de la felicidad, se produce en sus cerebros.

Se llamaba India. Era negra como el azabache. Ni muy grande ni muy pequeña. Tenía unas patas largas y un rabo que, incansable, balanceaba sin parar.

Su historia para mí comenzó el día en el que la encontré. Estaba abandonada, sucia y perdida en medio de la calle. Pregunté a los vecinos pero nadie sabía nada de ella. Entonces me di cuenta de que sus patas sangraban. La monté en mi coche, la llevé a curarla y la trasladé hasta un albergue de animales.

Al principio, allí se mostró cohibida y desconfiada. Le dimos tiempo para que conociera las instalaciones y se acostumbrara al ladrido constante de los otros perros. Así, poco a poco, conseguimos que India volviera a aferrarse a la vida y se fuera sintiendo dueña y señora del pequeño territorio que conformaba su jaula.

Sin embargo, si algo de verdad le gustaba a India era la libertad.

Esperaba ansiosa cada día a que alguien se acercara a su jaula y le abriera la puerta y la dejara salir. No había mayor felicidad que verla correr deprisa sin rumbo, simplemente por el placer de correr.

Primero se alejaba a toda velocidad, pero cuando sentía que se había alejado demasiado, rápidamente volvía corriendo a tu lado para agradecerte con lametazos y saltos de alegría que la hubieras sacado de su encierro.

India no era un cachorro y eso dificultaba mucho su adopción. En aquella época, sin internet, ni redes sociales, resultaba casi imposible dar a conocer su historia y que una familia pudiera adoptarla. Sin embargo, se me ocurrió una idea. Llamé a este mismo periódico y pedí al que entonces era su director que me dejara publicar su historia. Así lo hice. Era 1995. En cuanto su historia salió publicada junto a su foto en blanco y negro, India salió adoptada. Fue la primera pero no la última. A la suya, le siguieron miles de historias que se fueron publicando y que permitieron que todos esos animales tuvieran una oportunidad.

Así que, aunque mucha gente no lo sepa, este medio de comunicación desde hace muchos años ha sido un amplio generador de oxitocina, de hormonas de la felicidad que han hecho que este mundo sea un poco mejor.