Opinión

Juan Soto IvarsLA HOGUERA

Mira a Japón... y corre

Recuerdo de la pandemia aquellos días de enero y hasta febrero en los que pensábamos que la cosa no iba con nosotros. Las señales se multiplicaban en nuestro entorno, se acercaban: pero hacía sol y la gente siempre quiere seguir con su vida como si nada. Luego escenas apocalípticas: muertos sin entierro ni deudos, niños sin calle, etcétera. La pregunta que nunca se formulará en un juicio como el de Nuremberg: ¿cuánto dolor evitable permitieron o causaron nuestros líderes?

Otro apocalipsis se insinúa en el horizonte con informes de la Comisión Europea, el Banco de España y la práctica totalidad de los indicadores económicos, pero volvemos a descubrir que, por electoralismo y cultivo de la popularidad, nuestros dirigentes prefieren la nada, permitir que el problema engorde lejos y nos atropelle luego convertido en imparable. Total: será mañana y gobernarán otros, parecen pensar. Me refiero al efecto combinado del envejecimiento y la caída de la natalidad: el inevitable desplome del sistema de las pensiones tal como lo hemos conocido.

Como en los primeros compases de la pandemia había que mirar a Italia, pienso que hoy hay que mirar a Japón. Es un país muy diferente al resto, sí, pero algo se puede aprender de su experiencia. En Portada (TVE) emitió un documental de 40 minutos, Japón ¿es país para viejos?, sobre el fracaso de las naciones que dejan de concebir niños, lo apuestan todo al individualismo y envejecen. Si en la revolución microelectrónica Japón se convirtió para los occidentales en «el país del futuro», algo nos está diciendo «el futuro». El 20% de la población reclusa de Japón son viejos: acaban allí por robar comida o medicamentos y prefieren la prisión a una vida a la intemperie.

El futuro son módulos de presidio que parecen residencias y testimonios como este: «Me sentía sola, pero ahora en la cárcel me siento acompañada. En lugares como este, aunque parezca extraño, haces amistades». No es tu abuela: eres tú. La quinta parte de los mayores de 70 sigue trabajando con la pirámide poblacional invertida, con emparejamientos escasos y estériles, con bajísima tasa de inmigración.

Queremos pensar en Europa que la inmigración va a sacarnos las castañas del fuego mañana, pero ya conocemos las tensiones sociales derivadas. Hay muchas distopías esperándonos, solo la valentía colectiva puede destruirlas, y nada nos gusta. Al menos, sabemos algo: Japón no debe ser nuestro país del futuro.