Opinión | Erre que erre (rock 'n' roll)

Para los puristas

¿Qué mejor para estos tiempos convulsos que darse el capricho de abrir la mente para así poder reflexionar ante una propuesta u opinión distinta? Incluso si estas van en contra de nuestro criterio

Etienne Boulanger

Etienne Boulanger / Unsplash

El discurso siempre suena obsoleto si aparecen muros contra los que sabes que te vas a estampar. Jamás admitirá un purista ortodoxo la mínima concesión o una sombra de atisbo en el mantenimiento de su doctrina. Hasta dónde estaríamos dispuestos a cambiar, no se contemplaría dialectalismo ni vulgaridad, sería asfixiante para los guardianes de la norma.

Lo de «tiempos nuevos, tiempos salvajes» nada más lo entendería un reducido número de público ávido de rock’n’roll, macarra y peligroso, que seguramente tampoco es que ande muy dispuesto al cambio de su intelecto. Resulta muy interesante el diálogo con quien no contempla más que su legitimidad, dando cabida únicamente a la tradición e itinerancia. Evolucionar es atreverse; se trata de progreso, abrir la mente y no estancarse en una idea que pensamos que no se puede cambiar para invertir patrones.

Tristemente, la pureza como esencia no deja de ser una vara de medir el mercantilismo, y por ende, el beneficio que algo otorga. Argumentos fatuos de absurdos profesionales sin más recursos que el de acudir a una base de datos.

¿Qué mejor para estos tiempos convulsos que darse el capricho de abrir la mente para así poder reflexionar ante una propuesta u opinión distinta? Incluso si estas van en contra de nuestro criterio. La sociedad que formamos, por desgracia, anda cada día más poblada de mentes obtusas, totalmente reacias a la aceptación de permutas, lo veo en casi todos los ámbitos de mi vida que son variopintos, les diré.

Como metáfora, cuesta aceptar una canción con alteraciones o sin un mantenimiento intacto de autenticidad. Pero es que la vida casi nunca es una canción que resuelve una historia a ritmo de verso, estribillo, interludio y un bis. 

La vida es observar la contaminación espiritual en un mundo que creíamos avanzado pero que sigue insistiendo en la interpretación más estricta y menos pragmática de una religión cuya pantalla proyecta una versión fundamentalista de la película.

Puro es ser una vez sola, es atreverse a descubrir por instinto, soltar los frenos y reconocer que ayer también es hoy, hacer lo que diga el momento sin pretender que se acabe. Puro es Residente y Silvia Pérez Cruz cantando al unísono ante un cuadro, La adoración de los Reyes Magos (Rubens) en el Museo del Prado. 

Pureza es tocar el violín como lo hace Noemí Gasparini en 313, con un sentimiento desbordante y una emoción que impresiona, como es la inmortalidad del arte o la belleza de lo efímero.

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