Opinión | Lo veo así

Sostenella y no enmendalla

Difícil imaginar que una empresa llegue a tener a toda su plantilla de baja por ‘ansiedad y depresión’, sin que esa empresa no organice una cumbre médica para averiguar los motivos del hecho, sobre todo si la mayoría de los trabajadores que forman su plantilla son de edades que difícilmente pueden justificar tamaño desaguisado.

Bueno, pues en el Ayuntamiento de Las Torres de Cotillas no se ha organizado ninguna cumbre médica pese a descubrirse que la gestión de la Policía local de esa ciudad, «desde el punto de vista médico», es un auténtico desastre (cuando escribimos este artículo, 32 de los 34 policías locales de Las Torres de Cotillas están de baja por ansiedad y depresión), y a los responsables, lejos de sentarse con los representantes de los trabajadores y ver que está ocurriendo para tamaña ‘plaga’, solo se les ocurrió intentar salvar el problema contratando a vigilantes privados para que ejerciesen la labor de controladores de accesos y para dotar de seguridad las procesiones de la pasada Semana Santa. Algo absolutamente increíble, ya que, al parecer, esto es claramente irregular, puesto que los que ejecutaron esas labores (algún que otro concejal también estaba por allí) de controladores, no son policías, y, por lo tanto, no están autorizados a ejercer esas funciones: no pueden cortar el tráfico, por lo que, presuntamente, se habría producido una usurpación de funciones. Que casi la totalidad de la plantilla de la policía local de la localidad tenga fuertes episodios de ‘ansiedad y depresión’, nos habla de un ambiente tóxico que lleva al desánimo y la desmotivación de los trabajadores: un 90% de bajas médicas es para hacérselo mirar.

Y esto comenzó hace tiempo, porque la ausencia del número suficiente de agentes de la Policía local de Las Torres de Cotillas viene obligando a suspender, algunos días, el servicio en el cuartel durante el turno de mañana y al parecer, ante estos hechos, al concejal de Seguridad Ciudadana, Pablo Alberto Ruiz, solo se le ocurrió decir que el municipio dispone del servicio de la Guardia Civil, que desempeña desde el Centro Local de Seguridad, y «además, contamos con el refuerzo de las policías locales de otros municipios colindantes si fuera necesario».

Así mismo, una ciudad con más de veintiún mil habitantes puede permitirse la ausencia en el servicio de la total plantilla de la policía local, quedando la seguridad del municipio encomendada a las urgencias de la Guardia Civil y el ‘refuerzo’, dice el edil, de policías locales de otros municipios.

El ejercicio de la política demanda una mínima capacidad de liderazgo y una máxima disposición para el diálogo. Y las amenazas, el intento de amedrentamiento, lo de «aquí el que manda soy yo», nunca han sido buenas consejeras. Y cuando se produce un conflicto de la magnitud del de las Torres de Cotillas, con toda la plantilla de policía local de baja, es necesaria la reflexión por parte de los responsables, porque en algo han fallado, y la solución no está en «sostenella y no enmendalla». El empecinamiento no es sinónimo de firmeza en las decisiones. La terquedad sí es, muchas veces, sinónimo de una cierta falta de entendederas para saber cuando hay que bajar el pistón, pero como quiera que las concejalías, en la mayoría de los casos, no son ocupadas por los más capaces y si por aquellos más dóciles a los partidos, pues muchas veces nos encontramos con temas, como este que nos ocupa, que avergüenzan a los ciudadanos y que les llena de estupor ante la incapacidad de los que han de regir la vida de sus municipios.

Que la solución al problema del conflicto sea denunciar a UGT, nos habla de la incapacidad del concejal, Pablo Alberto Ruiz Sánchez, para establecer diálogos, para alcanzar consensos: algo muy necesario cuando se está en política.

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