Opinión | Salud y Rock 'n' roll

Huele a azahar

Esta semana tuve una de esas risas, sanadora y necesaria. Será la primavera, o mi cuerpo jaranoso y gamberro, pero entre tanto asco político y dolor, huele a azahar

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Han pasado cuatro años de un silencio que dolía, cuatro años de aquellos días en los que los abrazos y los besos quedaron suspendidos. Cuatro años en los que muchos no pudieron despedirse de los suyos, ni agarrar su mano en el último momento, ni decirles adiós. 

Cuatro años y, a veces, me parece que han pasado más de diez. Cuatro años en los que estuve en silencio en una buhardilla, sin vecinos cerca, sin mi familia cerca, sin amigos cerca. Sin tener muchas ganas de videollamadas y risas, aunque en alguna ocasión fue lo único que me salvó. Cuatro años de estar mucho tiempo en la cama, mirando el cielo, viendo pasar golondrinas que más tarde me tatuaría en el brazo, aunque no me gusten demasiado los pájaros. Cuatro años de un encierro en el que no me dio por hacer pan, ni pilates. Cuatro años en los que, para abstraerme de la realidad, me sumergí en la Florencia de Los Médici, a través de una serie de época. 

Cuatro años en los que salir a la calle a comprar me generaba ansiedad. Cuatro años desde que estuve lejos de los míos, con miedo por ellos, en silencio y soledad, en un tejado, sin poder escuchar música, sintiendo ansiedad y angustia. Pero, a pesar de todo, los que me quieren no me soltaron, en la distancia estuvieron sujetándome. Poco les doy las gracias y hablamos de ello, a veces me cuesta recordar.

Cuatro años en los que algunos han salido más chorizos, no han tenido escrúpulos ni principios y han sido capaces de llevárselo muerto haciendo trapicheos cuando el mundo dolía, cuando estábamos indefensos, cuando pensábamos que saldríamos mejores. Y de aquellos polvos, estos lodos de la actualidad política que lo enfanga todo y lo hace insoportable. Todo está roto, todo son ataques, todo es antipolítica y es agotador. Por eso, hoy no me apetece seguir la batalla campal de unos contra otros, ya tengo suficiente viendo día a día como importamos poco. Lo que importa es el relato de cada partido, tirar de argumentario y de estrategia para el «y tú más». Nadie asume responsabilidades, nadie hace autocrítica, ni antes ni ahora.

Mientras sigue la pelea, en la calle huele a azahar, ha llegado el sol y el buen tiempo, sonrío sin darme cuenta y no sé por qué, a pesar de las hostias que la vida da. Me he sentado a ver la gente pasar y beber cerveza un día entre semana. He vuelto al mar, y eso siempre me carga las pilas. Mi cabeza no para y tengo ganas de que pasen cosas. 

He vuelto a bailar al salir de la ducha, el sol inunda mi casa por todos lados, tengo que acicalar mis plantas de la terraza para la llegada de la primavera. Arranca mi temporada favorita, aunque sea del team frío. 

Fui al cine a ver La Estrella Azul, una bonita historia de amor entre Mauricio Aznar y la música, y mientras yo me emocionaba en una sala de cine vacía, mi Atleti pasaba a cuartos en la Champions, lo impensable. Dejé de creer metiéndome en el cine, no me lo perdonaré jamás. Pero llegó el jueves y me fui a beber vino a Jumilla, a comer una de las mejores alcachofas a la plancha con aceite, sal y habas de Semana Santa.

Han sido meses duros, y los que vendrán, pero ya lo dice Depedro en su última canción «Ojalá el amor nos salve, ojalá que nos convenza, ojalá lo consigamos, ojalá esto suceda». Creo que el amor, entre tanto asco y ruido, será el único que nos pueda salvar, y ayudarnos a seguir. El amor a uno mismo, a la familia, a los amigos, el amor por lo que hacemos, el amor por el recuerdo de lo que fuimos, el amor por lo que está por llegar. El amor acompañado de carcajadas, de esa risa contagiosa que tienes con alguien, que te deja sin respiración, que te hace llorar y volver a reír. 

Esta semana tuve una de esas risas, sanadora y necesaria. Será la primavera, o mi cuerpo jaranoso y gamberro, pero entre tanto asco político y dolor, huele a azahar.

Feliz San Patricio.

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