Opinión | Noticias del Antropoceno

Mi tío José y su compromiso radical

El miembro de la familia de mi padre al que siempre me compararon en carácter y disposición ante la vida -desde bien chico- fue al tito Pepe, también conocido entre los vecinos de Los Belones, donde acabó viviendo cuando regresó de Francia, como Monsieur Escarabajal. Y es que desde pequeño siempre he vivido con pasión y suma intensidad lo que me gustara en ese momento. En el caso de mi tio fue su militancia en el Partido Comunista de España, en el que se afilió al inicio de la Guerra Civil en Cartagena. La leyenda familiar dice que lo hizo para proteger a su padre, mi abuelo Dionisio Escarabajal, brigada de la Marina y ferviente monárquico. Aunque siempre andaba a sus asuntos, los vecinos de la calle, del PSOE, por más señas ‘los Serenos’ parece que se la tenían jurada desde el estadillo de una estúpida disputa entre vecinos.

Para hacer frente a un socialista que te miraba mal, lo ideal era pasarle por la izquierda y enfrentarse a él desde posiciones aún más comprometidas con el ideario marxista. Fuera así o no, el caso es que mi abuelo llegó incólume por ese lado al final de su vida, mientras que el tito Pepe se tuvo que exiliar a Orán como tantos otros que se quedaron en el lado perdedor del enfrentamiento civil de nuestro país. Así las cosas, mis recuerdos conscientes del ‘tito Pepe’ son los de un empleado de la fábrica de la Citroen, que se venía todos los años a la casa familiar en Santa Lucía a pasar unos días al volante de un flamante vehículo fabricado por la propia marca que le empleaba. Nadie dudaba de que el tío Pepe, el comunista de la familia, había conseguido triunfar en la vida.

Cuando se jubiló mi tío, tuvimos algunos momentos personales en los que me contó parte de su historia. Antes de trabajar en la Citroen, había sobrevivido en diversas explotaciones mineras francesas en África y a punto estuvo de no contarlo varias veces. Se arrepentía sobre todo del tiempo que había perdido aprendiendo ruso, lo que no le impidió hacerse con un pertrecho con plato de satélite incluido para aprender inglés. En eso ya tenía 80 años y, como un radical sin remedio que era, acabó abjurando de su militancia comunista y representando al partido de Ruiz Mateos por la cinscuncripción donde vivió sus últimos años. 

Descanse en paz, mi tío preferido.

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