Lo veo así

Restos arqueológicos ibéricos como arte colonial

El ministro Urtasun aparece más en los medios hablando en nombre de Sumar que de cultura. Y quizás sea mejor así, porque cuando habla de cosas de su departamento nos pone los pelos de punta

El ministro de Cultura, Ernest Urtasun.

El ministro de Cultura, Ernest Urtasun. / Mariscal / EFE

Pity Alarcón

Pity Alarcón

No sé que tiene el ministerio de Cultura en nuestro país que personas de reconocido prestigio en el ámbito cultural, que han llegado a ocupar esa cartera, normalmente se han estrellado. De pronto todos, y alguna ‘toda’ también, parecen encontrarse con un muro que les hace vagar, en muchos casos, en la más absoluta nada. No sé ustedes, pero yo no recuerdo a ningún ministro, o ministra, del ramo que desde hace muchos años haya dejado huella en la gestión del mundo de la cultura española.

Desconozco si es por falta de medios económicos, o que ‘eso de la cultura’ está, en gran parte, transferido (la gestión de 64 museos fueron cedidos a las comunidades autónomas) y queda poco en lo que decidir sobre este importante campo, que todos los Gobiernos parecen tratar como si fuese una ‘maría’.

Pero estas transferencias no pueden ser suficientes para vaciar de contenido la labor de los responsables. No podemos obviar que el Ministerio de Cultura gestiona 16 museos de forma directa a través de la Subdirección General de Museos Estatales: espacios para la cultura cuya fortaleza es la diversidad.

Y, en teoría, este ministerio tiene muchas cosas a las que dedicarse porque, entre sus competencias, nos dicen que «Corresponde al Ministerio de Cultura la propuesta y ejecución de la política del Gobierno en materia de promoción, protección y difusión del patrimonio histórico español, de los museos estatales y de las artes, del libro, la lectura y la creación literaria, de las actividades cinematográficas y audiovisuales y de los libros y bibliotecas estatales, así como la promoción y difusión de la cultura en español, el impulso de las acciones de cooperación cultural y, en coordinación con el Ministerio de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación, de las relaciones internacionales en materia de cultura». Y observarán que uno de esos puntos habla de «la promoción y difusión de la cultura en español». Es decir, no se refiere a ‘cultura española’ y sí claramente a ‘cultura en español’. Y el español está siendo maltratado en algunas regiones españolas, sin que este ministerio diga ni mu.

Tan maltratado que se ha dado lugar a que organismos internacionales se manifiesten en defensa del cupo que, de enseñanza en español, deberían tener esas comunidades autónomas, que intentan negar el derecho a que el idioma de este país sea vehicular. Pero yo no me imagino a este ministro nuestro defendiendo eso que debería de ser protegido por su departamento. Y no me lo imagino por muchas cosas.

Sí, tenemos un ministro de Cultura, Ernest Urtasun, de buena planta, de voz bien timbrada y de léxico rico y culto. Un político agradable de oír porque, de normal, parece no decir muchas tontunas (bueno, las justas de todos los políticos, en eso de defender sus postulados). 

No, no dice bobadas, excepto cuando se ha puesto a perorar sobre lo que él llama ‘colonialismo’, sobre eso de una «revisión de las colecciones» de los museos nacionales para ‘superar’ el ‘marco colonial’ de los museos estatales, como el Museo de América o el Museo Nacional de Antropología.

El ministro Urtasun aparece más en los medios hablando en nombre de Sumar (coalición electoral a la que pertenece) que de cultura. Y quizás sea mejor así, porque cuando habla de cosas de su departamento nos pone los pelos de punta. Más peligroso para la cultura española que un elefante en una cacharrería.

Al parecer, ya se atreve a señalar las primeras obras que considera ‘arte colonial’, indicando la «presencia significativa de cultura colonial en los museos estatales del país», y destacando ejemplos como «restos arqueológicos ibéricos y arte virreinal». 

Asimismo: «restos arqueológicos ibéricos» como ejemplo de ‘arte colonial’.

Madre mía.

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