Tribuna Libre

2024: acuerdos, mentiras y trampas

La amnistía ha sido el gran estruendo de 2023 y también lo será, con toda probabilidad, en el 2024, no solo por la demagogia y el trilerismo que utilizará la derecha, sino también por la dilación que intentará el PSOE

Carles Puigdemont y Pedro Sánchez en el Parlamento Europeo.

Carles Puigdemont y Pedro Sánchez en el Parlamento Europeo. / EFE

Pilar Rahola

2023 ha tenido dos grandes protagonistas, auténticos supervivientes de la política: Carles Puigdemont y Pedro Sánchez. Es probable que su extraordinaria resilencia, que a Puigdemont le ha permitido resistir siete años de exilio con todo un Estado intentando destruirlo, y a Sánchez, sobrevivir a su propio anunciado naufragio, haya sido la clave que ha culminado en un acuerdo que parecía imposible.

Sólo personajes como ellos, pétreos ante los retos, podían superar la enorme cantidad de obstáculos que les separaban de un entendimiento. Hasta el 23J Sánchez era el cazador y Puigdemont el objeto de la cacería, una pieza mayor que había sido vilipendiada, insultada, denostada y deshumanizada durante años de relato mediático español, y cuya imagen parecía imposible digerir en tierras de España. Pero la magia de la política nos ofreció una mutación dialéctica maravillosa, y allí donde había un fugado, ahora teníamos un presidente, y Waterloo dejaba de ser una madriguera de delincuentes catalanes, para pasar a ser la oficina central de la política española. El mérito político es indiscutible, sobre todo porque estos dos líderes han firmado el acuerdo desde el reconocimiento de la desconfianza absoluta, con las cartas boca arriba, sin el trilerismo que a menudo se esconde detrás de los pactos políticos.

Si Sánchez y Puigdemont han sido los protagonistas de 2023, Feijóo ha sido el antihéroe. El gallego que aspiraba a comandar España ha acabado perdiendo de la peor manera: ganando inútilmente. Probablemente los errores no han sido tanto propios como de su partido, comandado desde Génova por las figuras más oscuras de la derecha española, con Aznar llamando a rebato. Pero es algo que sus pactos descarnados con una extrema derecha que llega al poder con espíritu de venganza y destrucción -tanto en cuestiones lingüísticas y culturales, como en derechos civiles-, le han pasado factura. En este sentido, que estos pactos se produjeran justo antes de las generales, fue un maná milagroso para Sánchez, que aparte de resistente, tiende a ser un político con bastante suerte.

Y de los protagonistas, a la protagonista: la amnistía. Ha sido el gran estruendo de 2023 y también lo será, con toda probabilidad, en el 2024, no solo por la demagogia y el trilerismo que utilizará la derecha, sino también por la dilación que intentará el PSOE. De momento está habilitado enero para su tramitación, que seguramente será ruidosa, pero a partir de ahí las dificultades para aplicarla serán gigantescas. Es decir, con toda probabilidad tendremos amnistía, pero no está claro cuándo tendremos amnistiados.

Por un lado, el PP buscará todas las trampas parlamentarias y legales para alargar el proceso hasta el infinito, con la ayuda siempre inestimable de la justicia ideológica y la prensa patriótica. Por otro, es probable que Sánchez intente hacer lo que hace mejor que nadie: engatusar, jugar con las palabras y ganar tiempo, su objetivo prioritario. De hecho, ya ha dado buena muestra con el apartado -el 43 bis- que ha introducido en el decreto para modificar la ley de enjuiciamiento civil, y que permite elevar la amnistía al TJUE con alguna cuestión prejudicial, la cual aplazaría su aplicación sine die. Es evidente que Sánchez intentará alejar el regreso de Puigdemont todo lo posible, pero también es un hecho que en Waterloo están muy vigilantes, y que no le resultará fácil colocar según qué trampas. El equilibrio entre intentar hacer trampas y conseguir que Junts no rompa el acuerdo es muy delgado. Éste es el trapecio donde Sánchez intentará hacer malabarismos.

Sea como fuere, 2024 es el año clave del acuerdo, y no hay certezas. De hecho, es un terreno ignoto porque ambos navegan en el mismo barco, pero reman en sentido contrario. ¿Mentirá mucho Sánchez, aguantará Puigdemont, se conseguirá culminar el acuerdo, se romperá el acuerdo? Son las incógnitas que darán mucha vida a la canallesca periodística. Solo existe una respuesta segura: Puigdemont seguirá marcando las portadas de periódicos, los debates parlamentarios y las declaraciones políticas. La gran incógnita es saber si va a hacerlo desde casa.

Un último apunte: ¿seguirá Felipe VI haciendo estas caras de cabreo monumental cada vez que ve a Pedro Sánchez, o aprenderá a disimular un poco? Nada, pregunta por incordiar.

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