Pintando al fresco

Irse de cargos y encargos

Enrique Nieto

Enrique Nieto

AusceAquí donde ustedes me ven, yo me he ido mucho, y, viendo la salida de las ministras de Podemos del gobierno, me he acordado de todos los cargos y encargos que he abandonado y de cómo lo hice, por comparar. Lo cierto es que yo he sido un hombre muy tierno, muy fácil de convencer a la hora de asumir responsabilidades de varios tipos. No les voy a cansar con la relación de historias que he asumido, aunque citaré algunas, la mayor parte de las ocasiones sin recibir remuneración económica, pero sí por el placer de hacer algo por la colectividad. En otras ocasiones sí recibí pago por mi trabajo, pero siempre, oiga usted, siempre, cuando se acabaron sentí una sensación de alegría por el hecho de liberarme de obligaciones, de recuperar algún tiempo para mí y mi familia, para tomar cervezas con los amigos, etc. etc., y añadía la satisfacción del deber cumplido, unas veces a cambio de un sueldo, otras sin compensación económica.

En uno de estos trabajos me veía obligado a viajar a algunas ciudades españolas alejadas de Murcia. Como sólo podía dedicar un día a estos viajes, si tenía que ir a Santander, por ejemplo, debía volar en cuatro aviones, dos para llegar y dos para volver. Solía salir de Murcia o Alicante en el primer avión que iba a Madrid, allí tomaba uno a Santander. Hacía lo que tenía que hacer, normalmente alguna reunión y ver lo que me llevaba hasta allí; cuando acababa tomaba otro avión de vuelta, bien a Madrid o a Barcelona, donde me viniera mejor para enlazar con uno que me trajera a Murcia o a Alicante, donde habría dejado el coche aparcado por la mañana. Cuando llegaba a mi casa por la noche, mi querida esposa me miraba y me preguntaba: ‘¿qué tal el día?’ y yo le contestaba que bien, ‘sin problemas, cariño’, aunque el aterrizaje en Santander hubiese sido una pesadilla o nos hubieran derivado a Bilbao porque el viento era muy fuerte, y hubiera tenido que añadir a los saltos de región en región uno más en autobús de Bilbao a Santander que nos había puesto la compañía aérea.

Quizás de todos los trabajos que he desempeñado, del que mejor recuerdo guardo es el de profesor de adultos. Les daba inglés para poder obtener el graduado escolar y era un grupo muy numeroso, de al menos 50 hombres y mujeres de edades que iban desde los 17 a los 50 años. Cuando tuve esas clases, también era profesor sustituto de Alfabetización, o sea que enseñaba a leer y a escribir, a sumar y a restar a personas mayores que no habían recibido ninguna formación. Ya había hecho esta misma labor en el servicio militar, donde aparecían más de cien hombres analfabetos por curso y no les permitían salir de los cuarteles hasta que no aprendían al menos a leer algo. Era sensacional cuando veían que comprendían lo que estaba escrito.

El trabajo de los viajes en avión era remunerado, el de las clases a los adultos no, sencillamente porque la pequeña subvención que recibía el colectivo que organizaba los cursos se repartía entre los profesores que no tenían ingresos, y los otros no recibíamos nada, todos de acuerdo con que aquello funcionara así. ¿A que mola?

Cuando vi a las ministras Ione Belarra e Irene Montero abandonar sus empleos con ese tremendo cabreo, pensé lo siguiente: ¿Cuántos políticos han sido cesados de sus cargos y sustituidos por otros a lo largo de nuestros años de democracia? Supongo que a muchos de ellos les sentaría como un tiro, pero nadie que yo recuerde montó un número igual o parecido al de estas ministras, que resultó realmente desagradable. Y también recordé mi salida de los cargos y los encargos y la alegría que me embargaba pensando que había llevado a cabo lo que me pidieron y que ya podía volver a mi vida normal. No entiendo lo de estas mujeres, de verdad. ¿Es que no tienen más vida que la de ser ministra?

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