Mamá está que se sale

‘De bellum luce’ o el feminismo de verdad

Ha habido grandes mujeres, listas, tenaces e inteligentes de verdad, que han ido horadando muros de desigualdades, de discriminaciones, de esclavitudes, en una palabra, han ido taladrando el machismo, letra a letra

Emilia Pardo Bazán, por Luis Sellier. 1885

Emilia Pardo Bazán, por Luis Sellier. 1885

Elena Pajares

Elena Pajares

Hemos inaugurado la temporada de catarros y anginas, y ha tocado quedarse en casa con la primera hornada de enfermos. Yo en estos casos sigo al pie de la letra lo que decía Severo Ochoa, eso de que «medicación sencilla y cuidados maternos hacen sanar al niño enfermo». Con ese tratamiento, uno de los pacientes ha remontado el primer asalto. Pero aún queda otra, con unas anginas tan grandes que ya no sé de cuántos cuidados maternos estamos hablando, aparte de antibióticos, termómetros, paracetamoles, en fin, ni lo que nos llevará volver a la vida normal y a las anginas en su tamaño habitual. Dentro de todo, tenemos de bueno que el padre de las criaturas ha retomado la saludable costumbre de traer un libro interesante para hacer más llevadera la espera. La verdad es que cuando yo era pequeña eso era lo más normal. Cuando estabas mala, te leías un libro. Ahora, el libro y los padres tenemos que luchar contra la competencia feroz de los dispositivos y las televisiones. Después de escuchar y leer a Marián Rojas he entendido que lo difícil de desengancharse del móvil es el esfuerzo que requiere leer, ya ves qué cosa más simple, porque el cerebro entonces tiene que sudar y eso se va volviendo cada vez más inasumible frente a la sola pasividad de ver una serie. Mira por donde, hemos tenido la suerte de que Fuensanta Marín, la librera, le haya recomendado uno de Emilia Pardo Bazán. No estoy superenterada de quién fue la primera feminista de la historia, pero creo que esta era una firme candidata al puesto.

Hemos cambiado de siglo, y las preocupaciones de ahora son otras, pero sigue haciendo falta tener presente el feminismo como uno de los grandes avances sociales de nuestra época. Igual que los derechos del niño, o la lucha contra el racismo. Son cosas en las que hemos ganado todos. El feminismo en particular es algo que se ha ido logrando poco a poco, que no es fruto, para nada, de estos últimos años, ni de las activistas que corren desnudas delante de los guardias. Si no que ha habido grandes mujeres, listas, tenaces e inteligentes de verdad, que han ido horadando muros de desigualdades, de discriminaciones, de esclavitudes, en una palabra, han ido taladrando el machismo, letra a letra, hasta lo que hay ahora. Y eso que aún nos queda.

Lo radical del discurso de Emila Pardo Bazán viene de que no era precisamente una pobretona desgraciada, cuya miseria le hiciera consciente de las injusticias. Para nada. Era una aristócrata, hija única de los Condes de Pardo-Bazán, con una educación esmerada y una posición que, a priori, la deberían haber mantenido alejada de aspiraciones intelectuales o filosóficas. Pero la niña salió rebelde, y, peor todavía, su padre (su padre, sí) le animó a rebelarse aún más.

Hace gracia que algunas de las reivindicaciones que tenía, como el voto femenino, o la igualdad de derechos, que ahora nos parecen obviedades, nombrarlas siquiera en aquella época eran dignas poco menos que de la horca. Ella contestaba a eso diciendo que podrían prohibirnos a las mujeres votar, pero no nos podían prohibir pensar. Cómo se pondrían algunos.

Y en esa lucha, no creas que era una marimacho con cara de acelga. Para nada. Esta mujer disfrutaba de la vida. Comía, bebía y decía lo que quería. Ninguna de las flechas que le arrojaban, atacándola por sus ideas, le hacían la menor mella. No fue académica, a pesar de que lo intentó varias veces, pero eso no le impidió seguir opinando libremente, publicando artículos y novelas. Colocándose muy por encima de sus atacantes.

Como persona inteligentísima, era al mismo tiempo crítica con las diferencias sociales y defensora de los privilegios de la nobleza, religiosa y librepensadora, ordenada, pero saltándose a la torera lo que consideraba inútil o arbitrario.

Pero no nos engañemos. El legado intelectual de Emilia Pardo Bazán, siendo de valor incalculable y no solo por el feminismo, si ha llegado a nosotros es porque esta mujer era noble y millonaria. De otro modo, nadie en su sano juicio habría prestado la menor atención a sus ocurrencias, aunque con el tiempo hayan sido ideas sensatas. Quizá ella también era consciente de eso, y llamaba al feminismo como lo que es «de bellum luce»: la luz en la batalla.

A ver si antes de que se pongan buenas me da tiempo a que se lean el libro, y empiezan a ser conscientes de que lo bueno cuesta, y que quizá tengan que librar alguna que otra batalla.

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