Diario apócrifo

Una escapada de la monotonía

Bernar Freiría

Bernar Freiría

Ayer por la tarde, después de salir del trabajo vino a verme mi nieto Felipe. No nos veíamos desde su cumpleaños, que fue el mes pasado. Para variar, esta vez no nos quedamos en Nurai y salimos a dar un paseo al anochecer. En esta época del año, aquí hace un calor de mil demonios. A veces las mínimas llegan a los treinta grados, una locura. Pero ayer no, al contrario, corría una brisa muy agradable una vez que se puso el sol. Mucha gente piensa que Abu Dabi es una ciudad en medio del desierto, pero el paisaje no es desértico aquí. El paseo marítimo, por ejemplo, es una preciosidad. El mar turquesa por un lado y la línea de rascacielos por el otro son una gozada para la vista. Y esta gente ha tenido buen gusto, que los rascacielos no son mazacotes de hormigón, ni todos iguales. Y como el dinero no era un problema, se han dado el lujo de que los mejores arquitectos del mundo dejen su huella en todo el Golfo. Por allí nos dimos el paseo. Mis problemas de movilidad ya no me permiten caminar como antes. En mis condiciones, recorrer cien metros es como correr una maratón. Así que, aunque no me gusta nada, no me quedó otro remedio que usar la silla de ruedas, porque si no el paseo se convierte en tortura para mí y para los demás. Las cinco Etihad Towers son realmente espectaculares. Cuando me alojaba en el Emirates Palace las veía a diario. Llevé a Felipe al piso 74 de la torre 2, que tiene un mirador desde el que se contempla todo Abu Dabi. El chaval está impresionado con todo esto y no me extraña. Espero que le sirva para darse cuenta de que el mundo no se acaba al final del paseo de la Castellana, ni en las discotecas de Madrid, y vea la necesidad de progresar. Aquí hay riqueza de verdad y yo trato de hacérselo ver. Después cenamos en The Terrace On The Corniche. Fue una escapada de la monotonía y eso para mí tiene mucho valor. Así que dejo para mañana mi visión de los tiempos que siguieron al 23-F.

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